martes, 21 de julio de 2009

Metamorfosis



Un Dios




Hace ya tanto tiempo, yo era un hombre superior, de hecho aparecía como un ángel o un dios sobre el mundo, sentía la luz solar emanar de los poros de mi piel, mis pasos eran firmes y seguros, era divino, era etéreo y eterno, camine sobre el encrespado mar, aprisione al relámpago con mis manos, separaba mares y guiaba pueblos, en mi honor se celebraban fiestas y sacrificios, la gente alababa mi sabiduría y se regocijaba de mi bondad, yo me fundía con ellos y ellos se fundían en mí. Yo jugueteaba con los niños en forma de viento cálido y amable acariciaba sus cabellos y refrescaba sus ímpetus para que crecieran sanos, alimentaba la tierra con la lluvia y las cosechas aumentaban, generosas, amables; Yo era la razón de la vida y la respuesta en la muerte, mi esencia cambiaba para cada pueblo, pero al final siempre significaba un “Estoy aquí”, “Estoy contigo, no estás solo”.




Después, cuando después de mucho tiempo, después de muchas eras, mudé mi forma, empecé a ser temido y odiado, mis actos eran catalogados como maldad pura, me asociaron con lo prohibido, mi presencia significaba perdición, mi morada era en los lugares profundos, oscuros y malditos, las cosechas eran malas, la comida se pudría, la leche se agriaba tras mi paso, las pestes llegaban, los insectos y alimañas rastreras acechaban, la muerte tomaba a todos a granel, no respetaba niños, mujeres y hombres sanos, su sombra me seguía, los hermanos peleaban a morir, las guerras estallaban, la gente me empezó a usar de excusa para justificar sus propias atrocidades, mi ser fue representado de forma cruel y execrable, era un seductor que esclavizaba a la humanidad con algo llamado pecado.




Seres nocturnos, terribles, almas pérdidas y maldiciones que duraban generaciones, me acompañaban ya sea de forma real o imaginada por la humanidad.




Con el tiempo aprendí a pertenecer más a lo mortal, me fundí en la llamada sociedad, me transfiguré como una persona más sobre este sobrepoblada bolita de tierra y agua, me fue necesario imitar las formas y costumbres de cualquier ser humano, de mis ahora semejantes, camine por el mundo de forma por demás mundana, sufrí como cualquier otro, me alimente como cualquier otro, soñé como cualquier otro, odié como cualquiera, amé y aprecié el ser correspondido, aunque también aprendí y degusté del desamor.




A veces al personificar en el teatro de la vida a una persona del más bajo estatus a un desahuciado, la gente al encontrarse conmigo, parecía ver en mi un poco de mi divinidad pérdida, pues exclamaban frases como ¡Dios mío, pobre hombre! o ¡Dios, ten piedad de está alma!




Me agradó personificar a varias clases de personas, a veces era un hombre exitoso y trabajador, que pasaba sus noches libres en burdeles de la peor calaña, a veces era una mujer que en las noches hacía trueque de placer por dinero y al asomar el alba regresaba a su morada para ser una madre cariñosa, en varias ocasiones me encantaba jugar como el niño que representaba y disfrutaba de la libertad sin responsabilidades.




Debo admitir que después de mucho tiempo me cansé un poco de tantos matices de mi ser, ahora descanso un poco en un lugar tranquilo, la mayor parte del tiempo, a veces si me porto bien me dejan pasear por el jardín, mis ropas son blancas, mi aposento solo tiene un lecho donde descansar, creo que a veces me ha dado por portarme mal, pues me sujetan con una camisa grande que se abrocha por detrás y así me paso las tardes mirando a través de la ventana. Ayer he observad al amanecer una mariposa elevando el vuelo, mañana quiero experimentar eso y volar por el jardín mientras las flores abren sus bracitos de mil colores, sé que me encantará, lo disfrutaré mucho, pero sé también que tarde o temprano me agradará volver a estar entre mis viejas y conocidas paredes blancas.




21/07/09 (R)

Salvador Méndez Z



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