viernes, 27 de agosto de 2010

Sólo con los pies por delante regresaria…



¡Sólo así regresaría! No hay de otra, ni para que pensar, ni para que desear.
La vida a veces es como el cauce de los ríos, no siempre se puede creer que el río seguirá eternamente el mismo curso, el mismo sino, no es así, cuando se le da la gana, se desborda y se lleva a padre, hijo, espíritu santo y medio pueblo con todo y fieles de por medio a un viaje líquido al olvido, o al recuerdo según sea el caso o la pena.
Y así se le había venido la vida encima al sujeto que juraba no regresar, o al menos así lo sintió y lo pensó, y ya nada volvió a ser lo mismo, pasó muy rápido, con furia y el llanto, con resentimiento y desazón (La vida no se lleva con nadie que no aguanté), todo se acabó y aquel sujeto lleno de culpas decidió moverse, retirarse, perderse, disolverse, evaporarse como agua. Tenía que escapar por que no quedaba otra, por que no había más que hacer, por que no quedaba más corazón para aguantar, mucho menos quedaba conciencia para razonar de la mejor forma, con el tiempo se arrancaría los recuerdos, con el tiempo se daría cuenta de lo inútil de hacerlo, los recuerdos vienen día a día, camuflados en olores, mimetizados en sabores, fumados, cantados, pintados, leídos, todos se funden con las emociones y vivencias de gente ajena, que por instantes recuerdan a otras personas también ya ajenas.
Sólo por la distancia que ha marcado el tiempo, se traza un mapa de abandono para los que no abandonan nunca, al final no se arranca nada de la memoria y del corazón, salvo las ganas de regresar, y con el tiempo hasta se convence, con el tiempo termina por escapar de la vista de aquellos que no pretendía dejar huérfanos de visitas, se aleja de aquellos pasos que lo llevaron por las calles de su infancia, en otros tiempos, bajo otro sol más amable.
¡No regresará! ¡No regresará! ¡Sólo con los pies por delante! Se decía así mismo, se lo creía, se lo trataba de grabar con fuego en la mente, bajo la piel, en el alma, era una negativa total a regresar. Tanto lo hizo, tanto lo afirmo en su ser, que con el tiempo, incluso el acercarse a las estaciones del tren que estaban cerca de aquel destino reprochado, le producían amargas reacciones y ganas de fundirse con cualquier viento que lo alejará de ahí de forma inmediata.
¿Qué era realmente aquello que le impedía el regresar? ¿Era el rencor? ¡Quizás alguna vez le hirvieron las venas por ese sentimiento! Pero actualmente, ya no guiaba su forma y su mundo.
¿Era acaso temor a enfrentar lo dejado, ver su estado actual, el presente de esas personas, de los sentimientos? De esto no sabía que pensar, si el estado actual, si ese presente era deplorable, él no podía hacer ya nada, pues su ser era ya más el de un desahuciado, de la vida nada quedaba del otrora vivaz joven, de las ganas de sobresalir y de navegar mundo, ahora parecía más un fantasma marchito, el cuajo agrio del recuerdo de un velorio, de una penumbra, no era sol ni luna, no era ni la sombra, ni la pasión ni el amor, nada bueno se podía esperar de aquel sujeto, nada en sí.
Andaba por su vida en plan de olvido, andaba por su vida en plan de escapé, perdía las emociones por doquier, perdía una humanidad que nunca estuvo seguro de poseer, perdía todo en una apuesta que de todos modos nunca quiso ganar, pero dolía tanto perder, a pesar de la amargura recabada en el granel de la desesperación, a pesar de oleadas de soledad constante en una playa de cansancio, a pesar del mismo pesar, del tiempo que come, de la noches que se clavan, de los días como perros, como lobos, como avaros, a pesar de por no tener origen, no tener identidad y ser una nada en una ciudad en la que en sí nadie es nada, sólo una cosa, una oración, un rezo, un mantra mantenía entre labios, en el corazón:
¡Sólo con los pies por delante regresaría…!

Salvador Méndez Z
27/08/10 (R)