jueves, 30 de julio de 2009

Ansiedad 6ta-parte

(6)


Interiormente “algo” nos bloquea, nos impide llegar a lo que deseamos y de forma quizás inconsciente nos saboteamos y nos enfilamos por caminos no deseados, muchas veces lo esperado, lo querido está a un solo paso o incluso ya está en nuestras manos en nuestro destino y en vez de aprovechar la oportunidad y bebernos la vida, acabamos abrazando la muerte, lo trágico, lo adverso.



Somos como gusanos, lombrices de tierra, somos rastreros y sin un compromiso real con nosotros mismos, tarde o temprano acabaremos en el buche de algún pájaro de mal agüero. Hubiera querido escapar de estos desatinos tan desahuciados, pero al final he resbalado como lo haría cualquier otro ser “humano”, lo más irónico al final, es el hecho de que siendo como soy, en lo único en lo que me parezco a ellos, es en que soy capaz de caer en errores tal cual lo harían ellos o mejor aún; bueno también soy capaz de pensar y de sentir. ¡Ojalá no se me niegue el descanso que todos merecen al final de tan fastuosa jornada de sinsabores!

El destino aquella noche me guio por lo que no imaginaba, y terminé por llamar para contactar con el sujeto “bien vestido” y peor aún, buscar la compañía de una de sus empleadas, “mercenaria del amor”, sòlo que yo no buscaba pelea de cuerpos, únicamente un poco de tiempo compartido, le invitaría la cena, quizás incluso antes de esto le llevaría a una función de teatro, ¡teatro!

Aquél recuerdo maldito, aquella noche en ese camión después de la función, esas imágenes que me molestaban, tenía que apartar todo eso de mi mente, yo era como cualquier otro y necesitaba interactuar con alguien, de forma amistosa, abrir mi alma y ver si así afloraban los recuerdos del tiempo ya muerto.



Concerté la cita con el tipo bien vestido, deposité la mitad del dinero acordado en su cuenta y él prometió enviarme a la más hermosa, excitante y complaciente de sus niñas, le agradecí y le di la dirección de un café restaurante de apariencia agradable cerca de la plaza, tenía mesitas puestas en la calle cubiertas por un techo de lamina, el sitio estaba no muy lejos de mi morada, la cita era para las ocho de la noche.

Ella se presento puntual, se bajo del coche con la ayuda de un sujeto que me lanzo una mirada como diciéndome —¡No te pases, sòlo lo que es!— la chica me sonrió, tenía realmente un cuerpo exuberante, era una niña hermosa, vestía una falda de color rojo, no la traía pegada a su cuerpo lo que resultaba en un vaivén con la gracia de su andar, una blusa negra con un escote que le permitía lucir sus senos, sus medias negras, sus tacones del mismo color, bolso rojo, toda su vestimenta era para matar; su tono de piel era claro, sus ojos eran cafés y su pelo era negro cuervo, reluciente, lustroso, yo estaba vestido como habíamos quedado para que ella me reconociera fácilmente al llegar, blazer negro y pantalón gris, aunado a esto, para facilitar más el reconocimiento, una rosa le esperaba en el lugar que ocuparía en la mesita.


—¡Hola! ¡Me llamo Mabel Bell y seré tú compañera esta tarde noche para lo... ¡que desees!

—¡Gracias! Bonito nombre ¿Eres extranjera?

—Bueno, de hecho no, es mi nombre de trabajo, de batalla, mi nombre real es Magdalena Isabel y pues se me ha ocurrido deformarlos y quedaron al final como los has escuchado y bueno ¿tu nombre es...?

—¿Mi nombre?— hacía tanto tiempo ya que nadie me preguntaba, qué por un momento me sentí un extraño en mi propia piel— me llamo Lucas Donar.

—¡Vaya! Si mi sobrenombre te pareció raro, el tuyo bueno, Lucas no me parece tan raro pero Donar no lo había escuchado, ¡me gusta! ¿Y cuando nos vamos a nuestros “negocios”?

—¿No quieres cenar?

—¡Bueno el cliente manda, al cliente lo que pida mientras pague! ¿Tú que vas a pedir?

—¿Yo? ¡Nada! No tengo apetito.

—Espero que de mí, sí tengas mucha.

Le dije que pidiera lo que quisiese sin inmutarse, ella sonrió y llamo al mesero. La deje comer mientras le preguntaba cosas sobre su vida en la ciudad, ella al principio no acostumbrada a platicar sobre ella con los clientes, sòlo respondía de formas entrecortadas, su conversación afloro un poco más después de degustar el vino. Su infancia había sido muy mala, los abusos por parte de extraños eran cosa de todos los días, deambulaba en las calles en busca de comida y resguardo de las inclemencias del tiempo. Desde que recordaba siempre había vivido así, no recordaba padres o pariente alguno, otras niñas de la calle le habían ayudado de más chica a sobrevivir o por lo menos eso recordaba, paso el tiempo y aunque a veces ciertas personas la llevaban a un albergue, ella acostumbrada a su vida sin ataduras, sin permanencia entre paredes y sin reglas más que las del buscar sustento, no tardaba en escapar pronto de aquellos lugares.

El tiempo transformó a la niña en una mujercita desaliñada, de una naturaleza urbana salvaje, pero de formas atractivas, las cuáles acabaron atrayendo a los depredadores urbanos de aquella jungla llena de smog; tuvo un aborto a la edad de catorce y para los quince había sido víctima de varias violaciones, era habitual verla inhalar pegamento o hacerle a una droga barata, parecía ir en espiral a un destino que acabaría en una muerte segura. No había más a donde ir màs que a los brazos que nunca la discriminarían a ella o a ningún alma en toda la tierra, el abrazo de la muerte.

Su “salvación” llegó a manos de un sujeto bien vestido, una tarde de verano mientras se disponía a merendar las sobras de un emparedado dejado por un trasunte sobre una banca de parque. Aquel hombre la estuvo observando de lejos sin que ella le importase, estaba acostumbrada igual que las palomas a comer sin espantarse de los paseantes; aquel sujeto se acerco y le ofreció llevarla a comer algo mejor, la niña lo miro con desconfianza y trato de alejarse pero aquel hombre la sujeto del hombro y otro más le cerró el paso, la encaminaron al vehículo mientras al oído el hombre bien vestido le decía que no se preocupara, que con el conseguiría comida, dinero y dormir entre sabanas calientes.

Increíblemente aquel hombre bien vestido le dio el sustento deseado, la saco del vicio de las drogas, aunque del alcohol no, le enseño a platicar de forma un poco más formal con los modales más básicos, a caminar e incluso la educó en algunas materias. Al cumplir los diecisiete años le mando con una de las chicas experta en el amor y las “batallas cuerpo a cuerpo”, ésta le enseño a punta de besos y lenguas cálidas, juguetes caricias y demás perversiones a ser otra experta. 

El hombre bien vestido la ofreció tres meses después en una subasta en la residencia donde realizaban sus negocios de amores, la anunció como un maestro de ceremonias, como una dulce niña tierna que sòlo una vez había tenido relaciones sexuales con un novio torpe por lo que cabía la posibilidad de que fuera virgen todavía. Muchos al ver su rostro tan juvenil realmente lo creyeron y empezaron la subasta de buena gana, al final un viejo gordo con cara de hambre ganó y se la llevo al cuarto entre abucheos de los demás clientes, a partir de esa noche Isabel comprendió que realmente sus sabanas estarían calientes al menos por un rato todas las noches.

Ahora a sus veintisiete años se sorprendía al estar cenado y contando su vida frente a un cliente. Le comenté que el escucharla me hacía muy feliz y deseaba poder conocer más de ella.

—¡Claro! ¡Vámonos a un cuarto! Ahí me conocerás de todos lados que quieras, de hecho yo sé donde hay un hotel cerca.

Se levanto de la mesa y se subió al vehículo, mientras yo le pagaba al mesero, le alcance de inmediato y el mal encarado guardaespaldas manejo al hotel más cercano, pagué en la recepción por toda la noche y subimos al cuarto, ella no se espero a que yo acabara de cerrar la puerta, su blusa voló por el aire dejando ver sus senos firmes, blanquecinos coronados por sus pezones, empezó a bajarse la falda, le dije que esperara, pero ella se abalanzo sobre mí, mientras me decía que era hora de desquitar el pago, era hora de poner a trabajar sus carnes sobre las mías, sus besos eran deliciosos, su boca y lengua húmeda parecían querer beberse mi alma. 

Yo le decía que no era lo que yo quería, pero ella no cesaba de acariciarme y yo realmente la deseaba, los besos continuaban, mis manos recorrían su espalda hasta perderse más abajo y masajear sus nalgas. Sus manos subían y bajaban, sus uñas querían fundirse en mi espalda, el calor dentro de mi aumentaba y las ganas de.... 

¡Las ganas, las malditas ganas de tomarla por completo! Pero de formas terribles y profanas, realmente quería saciarme con ella, a mi mente vinieron los recuerdos y las imágenes de las noches anteriores aquella noche en el bar, aquella otra en el transporte, mis brazos la apretaron más a mi cuerpo, ella gimió, yo aspiré desde sus senos hasta su cuello y empecé a lamer, su respiración era agitada, la mía parecía el repique de campanas de una catedral ¡Quería morderla!

— ¡No puedo más!— grité y la aventé al suelo, retrocedí horrorizado, mientras ella me maldecía y me amenazaba con llamar al guardaespaldas, le pedí disculpas pero ella no cesaba de insultarme, le aventé los fajos de billetes que encontré en mis bolsillos y salí tropezando, el encargado del hotel me vio salir apresurado, el guardaespaldas, se asomó por la ventanilla del auto mientras me gritaba

—¿Qué hiciste hijo de puta? ¡Regresa cabrón!— no hice caso y corrí hasta dar la vuelta en la esquina, después al parquecito, donde observé si me seguían en el auto, pero no había señas del vehículo, al parecer al ver que la chica estaba bien y con el dinero habían desistido de seguirme.


Me adentré a mi morada y antes de sumergirme en el lecho, arrodillado golpeé el suelo una y otra vez con los puños mientras, lagrimas negras caían y mi desesperación crecía.




Continuará…

Salvador Mèndez Z El bohemio
Mèxico ® 30/07/2009


lunes, 27 de julio de 2009

Ansiedad 5ta-parte



(5)


El dinero del que disponía existía en una cuenta creada hace ya veinte años, al principio fue un poco problemático reclamarla pero presentando los documentos adecuados no hubo más oposición ni reclamo por parte del banco, así que el dinero ahí estaba para el uso que yo deseara darle y la tarjetita de presentación del tipo bien vestido, con sus teléfonos y sitios web también, pero ¿comprar compañía?, eso no era lo que yo quería, sabía que resultaría poco gratificante. Lamentablemente tanto en mi correo como en el sitio de encuentros, solo había obtenido respuesta de gente que radicaba en lugares distantes, casi como si en esta ciudad no hubiera nadie disponible para conocer, al aparecer estaba negado para encontrar a mis “semejantes”.



Existía además la remembranza en mi mente y cuerpo de aquella sensación experimentada, aquella sensación por demás maldita, aquella noche en el bar, aquellas ganas de... ¿de qué? ¿Qué significaban todas esas sensaciones que me abrumaban? Desde la siete de la noche estaba despierto, pero estás inquietudes no me dejaban levantar, estaba ahí postrado en mi viejo lecho, en medio de las penumbras sin una respuesta concisa, ¡Claro! Las fuerzas en mi interior me devoraban, querían escapar a la calle, me hostigaban y clamaban por unirse a la ciudad, a la noche.

Para las diez y media la necesidad de espacio abierto era tan innegable que ya andaba deambulando entre la poca gente que regresaba del trabajo a sus hogares, iba y venía, sin destino a ningún lado, no había ganas de ir al bar y era muy tarde para el internet, no había mucho de donde escoger pero me decidí por la opción de tomar el tren subterráneo y ver otras zonas de la ciudad. Después de viajar por algunas estaciones me encamine a la salida del subterráneo, era una estación de la más conocida y cercana a los lugares de entretenimiento. Mis pasos me llevaron a un gran parque al que adornaban varias y variadas fuentes, estatuas de héroes antiguos, árboles majestuosos, donde había mucho que observar, había puestos de vendimias, actores callejeros, música, poetas recitando por monedas; la gente en el lugar no andaba con prisas. Caminé un poco más y llegué al bulevar de los centros de espectáculos y teatros, había función en varios, observé en todos y escogí el de la función de las once de la noche, no conocía la obra ni al autor, pero me pareció una buena opción, se llamaba “El ansía”, trataba sobre un drogadicto y una terrible adicción a las drogas, las cuáles le provocaban experiencias fantásticas y alucinantes, prácticamente se “iba de viaje por otros mundos y realidades” dentro de su cabeza, todo iba bien mientras el personaje estaba en esos lugares, pero cuando el efecto de las sustancias acababa, regresaba a su destrozada realidad y no le era factible soportarla; ansiaba sus estupefacientes, los necesitaba tanto como el oxigeno, el final de la obra no fue bueno para su protagonista, acababa en un coma profundo, su ser, su mente estaba atrapada por siempre en alguno de sus mundos fantásticos del que seguro no habría vuelta jamás.



Salí del teatro satisfecho por la velada de arte y tome el camión especial de ronda nocturna que me indicaron que pasaba cuando el tren subterráneo dejaba de dar servicio. Aquel camión se lleno con la misma gente que salía de la función, todos hablaban de la obra, la oportunidad de unirme a la tertulia estaba ahí, era palpable, era un tema del que yo al igual que ellos había sido espectador y fue en ese preciso instante cuando me disponía a empezar con el intercambio de ideas buscando socializar; que un hormigueo y una sudoración que bajaba por mi rostro me anunciaron el arribo de aquella sensación maldita ¡La misma que me atosigo la noche anterior en el bar!

Me sujeté fuertemente al tubo de apoyo del asiento de enfrente y busque con mi mirada el suelo y mis pies, cerré mis ojos y apreté mis dientes. El sujeto a mi lado me pregunto si me encontraba bien, le respondí de forma un poco hosca que sí, el sujeto siguió en lo suyo, mientras un retorcijón en la base de mi estomago me hizo alzar la mirada, ante mis ojos aquellas personas ahora estaban hechas de una sustancia por demás apetecible, insinuante a todos mis sentidos, como si fuera uno de tantos comedores compulsivos y aquellas personas estuvieran hechas de confitería, chocolate y algodón de azúcar. Me imagine a mi mismo devorándolos con glotonería, arrancándoles partes de dulce de sus cuerpos, las mujeres me resultaban más apetecibles, casi puedo jurar que sentí en mi lengua el sabor de sus manos, las que les lamía con terribles ganas, para después subir lamiendo de esa forma por un brazo hasta llegar al cuello, donde pasaba y saboreaba sus labios frescos, perdiéndome en sus pieles, mordiendo el dulce delicioso de sus formas, bajando y retorciéndome como un animal, sòlo pensaba en devorar...

— ¿Está usted bien?— me preguntaba el sujeto de al lado quebrando la ilusión maldita.




Temblando, le conteste que sí, las demás personas en el camión me observaban perplejos e incluso tuve ganas de reír de forma desesperada. Al escuchar un comentario de alguno de ellos, comentando acerca de mi posible adicción a las drogas, así como lo fuera el personaje de la obra teatral. Yo me paré como pude y presione el botón para indicar la parada, todavía no hacía el alto total el transporte, cuando mis pies ya tocaban suelo, temeroso quizás de mi propia persona, me sumergí entre las sombras de una calle mal iluminada.




つづく
Continuará…

Salvador Mèndez Z El bohemio 
Mèxico ® 27/07/09.



martes, 21 de julio de 2009

Las tuercas


¡Ay olvido, ya me volviste a dar!


Las tuercas


Martín sintió la tuerca "hacer caminito" por su hombro, pegar en el respaldo de su silla y rodar por el piso hasta perderse debajo de la cama, para nada era la primera vez que experimentaba la fuga de una tuerca de su cabeza, al inicio pensó que se le venía encima una crisis nerviosa, simplemente no creía lo que veía y sentía cuando de su oreja le saltaba una pequeña tuerca plateada la cual termino por sumergirse en la bañera. De inmediato quito el tapón y dejo fluir el agua hasta que pudo observar el fondo, no había ni seña de la mentada tuerca; ¡Era obvio que no hubiera nada! Pero es què lo sintió tan real.

Después cuándo le siguió aconteciendo (a veces dos tuercas por mes), empezó a comprender que esas pérdidas eran inevitables y hasta naturales. Con el tiempo esos extravíos se extendieron a tres por quincena hasta llegar a su situación actual de una tuerca por día, ahora entendía plenamente que cada tuerca formaba parte esencial de la maquinaría que era su cerebro y peor aún su memoria, y exclamó: — ¡Cada día una tuerca! Por eso es que cada día se me dificulta tanto el recordar, cada vez soy más lento, las reacciones se congelan, mi cerebro ha dejado de asimilar.


Martín sabía que tarde o temprano todas sus tuercas se escaparían, la maquinaría tan atrofiada ya no se repondría, ya ni siquiera alcanzaría a reflexionar, y fue en medio de ese reflexionar que se escucho otra tuerca caer al suelo y perderse entre la madera.

— ¡Caray! ¡Otra más! Desde que perdí la primera hasta la actual, si las hubiera podido juntar ya tendría suficientes para armar la memoria de un perro entrenado o de un chimpancé de los que entrenan para hacer trucos.

A Martín ya no le preocupaba tanto la pérdida de esas tuercas, al menos no como al principio, pues al parecer mientras más perdía, también perdía la obligación de ser apto y también la culpa por sentirse inútil. El consuelo de Martín era que a pesar de tanta perdida de tuercas en su cabeza, todavía conservaba las tuercas más importantes y esas eran las del corazón, las que proveían el movimiento para entender los sentimientos, para su alma, a pesar de a veces no recordar del todo su nombre, todavía reconocía el afecto y el amor en un beso, muchas veces dado por algún extraño que decía ser un familiar.

Otra tuerca más salió por su oreja derecha, haciendo un salto mortal, cayó al vació, pero en lugar de perderse como la anterior en el suelo, ésta fue danzando en brinquitos hasta salir de la habitación y saltar por la escalera peldaño a peldaño hasta topar con la blanca pared e incrustarse en ella para irse sumergiendo poco a poco, una tuerca màs, quizás una voz del pasado de Martín, que a lo mejor se reproduciría alguna vez creando un fantasma a futuro (una psicofonía, dicen los que saben).

Personas de bata blanca le habían hablado anteriormente de alguna pérdida de memoria “natural por vejez” o quizás por enfermedad degenerativa del cerebro, posiblemente principios de Alzheimer o algo así. Martín lo resumía todo tan fácil, tan solo en una simple frase:

—Todo este olvido es porque se me han estado escapando las tuercas de la cabeza, se me caen, es inevitable…


21/07/09 (R)

Salvador Méndez Z




Ortografìa

Tan esencial para expresarse de forma escrita, de forma que sea entendible para todos los demás, al tener una mala ortografía y no tener la debida precaución de corregir los fallos, se cae irremediablemente en errores sino es que "terrores abismales" y las ideas ya no llegan de la forma en que las pensamos, por lo que es muy común que se malinterprete lo que se ha escrito.
A continuación tendré que explayarme en disculpas para aquellos desafortunados que terminen por azares del destino y del internet en este rincón maldito y terminen posando sus ojos en las necedades aquí suscritas, para todas esas almas sin destino, mis más sinceras disculpas por las faltas que lleguen a observar.
Lamentablemente la atención prestada por su servidor a la clase de español y gramática impartida por la profesora, en aquellos días de la primaria (debo admitir sin pena ya), que toda mi atención estaba fija en sus piernas enfundadas de nylon, aunadas al uso de sus faldas o más bien minifaldas de piel, todo esto montaba un espectáculo magnifico debajo del escritorio. Todo ésto me provocaba en esos tiempos preadolescentes, un sinfín de sensaciones, un abanico de sentimientos nuevos, todo eso y más menos las ganas de aprender bien el uso de la palabra escrita, por lo tanto hoy día creo que me cuesta el acordarme del buen uso de los acentos, signos de admiración, puntuación y todas las demás reglas gramaticales aprobadas por la real academia de la lengua o por la institución sea cual fuere la indicada de éstos menesteres.
A fin de cuentas dejé de lado la forma de escribir bien por idilios y los amores platónicos, solo me resta esperar que de algo sirva esa musa de aquellos tiempos cuando era joven, ahora su recuerdo es lejano y solo me sirve para excusar mi pobre conocimiento de la escritura.
En algún momento pensé en comprar un manual de ortografía que alguien ofrecía en el transporte: - ¡Barato de a diez pesos!, exclamaba a todo pulmón
-¡Oiga disculpe!, ¿Tiene todo lo que se debe aprender para escribir de forma correcta?; Le cuestioné.
-Todo y hasta lo que no, joven, con decirle que sirve para redactar desde una carta de amor hasta una para extorsionar o amenazar, ¿cómo ve?.
-¡Ah caray!, pues si parece muy completo, pero creo que mejor no, ¡gracias!.
-Anímese, acuérdese de que es muy bueno saber expresarse, correctamente ante el prójimo, hay que hablar bien, hasta para mentársela a un hijo de... bueno hay que hacerlo correctamente, en este manual vienen hasta las mejores formas de insultar, ¡hay que hablar bien!.
-Que en este caso sería escribir bien, ¿No?.
-¡Es lo mesmo!, ¿enton´s que lo compra o no lo compra?.
-¡Después, después!, se me hace tarde.
-¡Mendiga gente por eso esta reburra!
Así, que por el momento sigo perdido, algún día (espero) estaré más atento de las reglas gramaticales, si alguien nota mis horrendos fallos, les agradecerè el hacermelo saber.

Ansiedad 4ta-parte



(4)



Mis dedos tecleaban y las palabras nacían en aquella pantalla, mi ser estaba presente en el mundo virtual, debo admitir que me tarde cinco horas en aprender lo más básico con la ayuda de la encargada de aquel café internet. Al principio, ella se me quedo viendo como si fuera un pervertido tratando de llegar a ella mediante una excusa tan pobre como lo es no saber usar el internet. Afortunadamente para mí, después de mostrarle la paga por su asesoramiento y por el servicio de la renta de aquel equipo que me intrigaba tanto, ella llegó a la conclusión de que yo representaba un buen cliente, así que al final decidió compartir su sabiduría conmigo. La verdad es que en menos de una hora se convenció de que yo era un total ignorante en el uso de tan necesaria herramienta de hoy día.



Empecé aquella lección a las cinco de tarde, para las nueve de la noche ya tenía dos cuentas de correo con las cuales experimentaba mandándome mensajes de una a otra, también me fascinó el hecho de poder buscar cualquier imagen que se me ocurriera, de hecho guarde bastantes imágenes de amaneceres, de ciudades, de la naturaleza y por último de personas en la computadora. Cualquier lección nueva sobre el uso de aquella maravilla me parecía tan fuera de mi realidad, que aquella máquina me era símil a una lámpara de Aladino moderna, de aquellas que encontraban en los cuentos de hadas, de tiempos más sombríos pero más ligados a mi memoria, mis viejos tiempos vividos bajo resplandores dorados y germinadores de mi felicidad olvidada.

Utilicé cada una de las herramientas que me mostraban una vía de conocimiento a la cuál acceder, me encontré encantado por aquella barrita del buscador en la que tecleaba cualquier cosa que me naciera conocer e inmediatamente el buscador me respondía con miles de opciones para saciar mi curiosidad, era realmente un mundo aparte del que yo conocía, todo era tan renovado ahí en esa pantallita. Afuera mi mundo estaba muerto pero aquí en éste mundo de ensueño había esperanza de resucitar mi ser, de volver a éste mundo al que me aferraba todavía como la muerte se aferra a esta ciudad, aquella vieja muerte era lo único que no cambiaba era perpetua, era lo único que todavía seguía tal y como lo recordaba de tiempo atrás.

La encargada no hizo plática conmigo más que de lo esencial, parapetándose detrás del profesionalismo y la frase no escrita en su contrato de “No socializar con los clientes”. Las demás personas en el local estaban sumergidas en su propio universo, nadie iba al lugar para buscar compañía al momento y de frente a frente, al contrario, preferían chatear, incluso con perfectos desconocidos, "chatear", otro de los términos nuevos que tuve que aprender.

Me resigne de nuevo y le pregunte a la encargada de aquel local que me indicara la mejor forma de lograr contactar con alguien. Ella armada de paciencia y quizás un poco de compasión, me enseñó a subir a internet un perfil con datos la mayoría falsos, ya que me decía aquella mujer que así era mejor.



—“Nunca se sabe con qué loco te comunicas a través de éste medio”— aunque cuando lo dijo me pareció verla aguantándose las ganas de reír.



Le pregunte cuanto tardaría alguien en comunicarse conmigo, respondió:



—Eso nunca se sabe, depende mucho del perfil y lo que se busqué, la mayoría solo busca ligar— dicho esto la encargada me mostró varias páginas de foros, y tras de registrarme en una de las mejores (según ella), me indico así mismo que era mejor iniciar o participar en un debate sobre algún tema, al final quizás conseguiría varios amigos y amigas.



Mi debut en aquel foro fue de lo más apesadumbrado y desalentador, los temas de los que se trataba al momento me eran desconocidos en su totalidad. Era tan vago lo que yo podía expresar, que la gente en ese foro que al principio se mostraba de buenos modales dándome bienvenidas, acabaron por ignorarme e incluso alguno que otro me rubricó insultos por “pendejo” y aún peores. Total que tuve que salir del foro, me disponía a ingresar a otro pero en ese instante la encargada del local me aviso que era hora de cerrar, le expresé mi gratitud con un poco más de dinero y salí a las viejas calles cubiertas de noche.

Mi semblante estaba parco, las expectativas que había imaginado al acceder a este medio se habían ido diluyendo de nuevo, aún con este peso en contra preferí encaminarme al “beso de Judas”, era preferible a tener que regresar al aposento todavía envuelto por la penumbra.



Al llegar fui recibido por el regordete cantinero que me reconoció al instante y de hecho le observé murmurarle algo a un cliente cercano bien vestido que sin fingir me volteó a ver y su boca dibujo una sonrisita burlona. El cantinero como siempre ante el arribo de un cliente se mostró cortés. Yo le solicité que se me enviará una botella de ron a una mesa que estaba a media luz por una lámpara rojiza fundida, por lo que sólo contaba con la luz amarillenta de la lámpara sobre la misma mesa, ya instalado en ese pequeño refugio me dispuse a embriagarme con las pláticas de aquellos noctámbulos que charlaban y reían mientras humedecían sus labios con licor.



Trascurrieron al menos diez minutos desde mi llegada cuando me percaté que aquel personaje bien vestido el de la sonrisita burlona se acercaba a mi mesa, debo de admitir que su presencia me resulto incomoda de inmediato.



—¿Puedo?— me inquirió señalando el banquillo.



—¡Adelante, sírvase!



-—¡Gracias! ¿Sabe mi amigo? No quiero parecer entrometido, pero vera, el cantinero me puso al tanto de su búsqueda de amistad o compañía, no la tome a mal con el buen cantinero, me puso al tanto porque pensó que yo su servidor podría efectivamente hacer eso, servirle.



—¡Siga!



—Mire yo represento a un grupo de chicos y chicas que ofrece sus atenciones a personas... bueno digamos un poco solitarias, a lo mejor como usted, ¡claro! todo esto a cambio de una módica suma. Pero eso sí, yo le aseguro que siempre los clientes quedan satisfechos.



Me le quede mirando, consternado por aquel ofrecimiento, me sentí más incómodo aún por lo que representaba al final todo esto, una clara invasión a mi privacidad por aquella facilidad con la que el cantinero me había expuesto en tan poco tiempo de realmente ni conocerme, me había ventilado como tema de platica en su negocio. Aunque en el fondo me tenía que haber esperado algo así, pues era obvio que mi actitud extraña de la última y primera vez que visite el lugar resultaría en un tema más de platica y licor.



El sujeto bien vestido frente a mí, se percató de mi alteración ante su comentario por lo que se prestó apresuradamente a depositar una tarjeta de presentación sobre la mesa mientras me daba las gracias por el trago y mencionaba que ahí estaban los teléfonos por si se me ofrecía y de hecho me menciono una página web donde podría checar a sus chicas y chicos.



Me quede observando la tarjetita por un rato y después regresé a mi exploración de las demás personas en el lugar.

¡De repente una sensación fue en ascenso desde lo profundo de mi esencia! ¡Experimente unas ganas desmesuradas de salir o pararme enfrente de lo demás! ¡Poco a poco algo iba emergiendo de las tinieblas que existían en mi ser, algo que necesitaba saciar, era como si me encontrará en medio del desierto con una sed abrumadora y terrible, apreté los puños sobre la mesa, empecé a sudar de forma copiosa, mi respiración se agitaba, el mareo empezó, apreté mis dientes para resistir aquel fuego interno que prometía estallar en llamas voraces, cerré mis ojos buscando la calma!

Poco a poco así como emergió esa maldita sensación, fue sucumbiendo y sumergiéndose al erebo de mi alma, mi respiración recupero la normalidad y abrí los ojos.



La gente seguía en lo suyo, nadie había notado mi exaltación, me levante, llamé al mesero solicitándole la cuenta, pagué con su respectiva propina y me dispuse a marcharme, antes de escapar de aquel recinto mi mirada regreso a la superficie de la mesa y ahí estaba la tarjetita, después de unos segundos mis dedos la tomaron, la guarde y salí a la noble noche...

Salvador Méndez Z 
México 21/07/2009 (R)


Metamorfosis



Un Dios




Hace ya tanto tiempo, yo era un hombre superior, de hecho aparecía como un ángel o un dios sobre el mundo, sentía la luz solar emanar de los poros de mi piel, mis pasos eran firmes y seguros, era divino, era etéreo y eterno, camine sobre el encrespado mar, aprisione al relámpago con mis manos, separaba mares y guiaba pueblos, en mi honor se celebraban fiestas y sacrificios, la gente alababa mi sabiduría y se regocijaba de mi bondad, yo me fundía con ellos y ellos se fundían en mí. Yo jugueteaba con los niños en forma de viento cálido y amable acariciaba sus cabellos y refrescaba sus ímpetus para que crecieran sanos, alimentaba la tierra con la lluvia y las cosechas aumentaban, generosas, amables; Yo era la razón de la vida y la respuesta en la muerte, mi esencia cambiaba para cada pueblo, pero al final siempre significaba un “Estoy aquí”, “Estoy contigo, no estás solo”.




Después, cuando después de mucho tiempo, después de muchas eras, mudé mi forma, empecé a ser temido y odiado, mis actos eran catalogados como maldad pura, me asociaron con lo prohibido, mi presencia significaba perdición, mi morada era en los lugares profundos, oscuros y malditos, las cosechas eran malas, la comida se pudría, la leche se agriaba tras mi paso, las pestes llegaban, los insectos y alimañas rastreras acechaban, la muerte tomaba a todos a granel, no respetaba niños, mujeres y hombres sanos, su sombra me seguía, los hermanos peleaban a morir, las guerras estallaban, la gente me empezó a usar de excusa para justificar sus propias atrocidades, mi ser fue representado de forma cruel y execrable, era un seductor que esclavizaba a la humanidad con algo llamado pecado.




Seres nocturnos, terribles, almas pérdidas y maldiciones que duraban generaciones, me acompañaban ya sea de forma real o imaginada por la humanidad.




Con el tiempo aprendí a pertenecer más a lo mortal, me fundí en la llamada sociedad, me transfiguré como una persona más sobre este sobrepoblada bolita de tierra y agua, me fue necesario imitar las formas y costumbres de cualquier ser humano, de mis ahora semejantes, camine por el mundo de forma por demás mundana, sufrí como cualquier otro, me alimente como cualquier otro, soñé como cualquier otro, odié como cualquiera, amé y aprecié el ser correspondido, aunque también aprendí y degusté del desamor.




A veces al personificar en el teatro de la vida a una persona del más bajo estatus a un desahuciado, la gente al encontrarse conmigo, parecía ver en mi un poco de mi divinidad pérdida, pues exclamaban frases como ¡Dios mío, pobre hombre! o ¡Dios, ten piedad de está alma!




Me agradó personificar a varias clases de personas, a veces era un hombre exitoso y trabajador, que pasaba sus noches libres en burdeles de la peor calaña, a veces era una mujer que en las noches hacía trueque de placer por dinero y al asomar el alba regresaba a su morada para ser una madre cariñosa, en varias ocasiones me encantaba jugar como el niño que representaba y disfrutaba de la libertad sin responsabilidades.




Debo admitir que después de mucho tiempo me cansé un poco de tantos matices de mi ser, ahora descanso un poco en un lugar tranquilo, la mayor parte del tiempo, a veces si me porto bien me dejan pasear por el jardín, mis ropas son blancas, mi aposento solo tiene un lecho donde descansar, creo que a veces me ha dado por portarme mal, pues me sujetan con una camisa grande que se abrocha por detrás y así me paso las tardes mirando a través de la ventana. Ayer he observad al amanecer una mariposa elevando el vuelo, mañana quiero experimentar eso y volar por el jardín mientras las flores abren sus bracitos de mil colores, sé que me encantará, lo disfrutaré mucho, pero sé también que tarde o temprano me agradará volver a estar entre mis viejas y conocidas paredes blancas.




21/07/09 (R)

Salvador Méndez Z



lunes, 20 de julio de 2009

¿?



¡Ésta me gusta mucho, enorme mejorìa!



¡Ésta ha pasado a mejor vida!

jueves, 9 de julio de 2009

Ansiedad 3ra-parte





(3)



El bar era algo “pintoresco”, las luces neón color rojo denotaban el nombre del lugar como “El beso de Judas”, nombre con el cuál se resumía a la perfección la imagen y lo que se podía esperar de aquel establecimiento. No era un lugar muy grande, pero era agradable a la vista del noctámbulo de ocasión. Tenía vitrinas con imágenes de copas rebosantes de viñedos negros y rojizos, la iluminación consistía en lámparas escarlatas y amarillentas intercaladas, incrustadas en la pared y otras como imitaciones de velas en cada una de las mesitas redondas en donde convivían sentados en banquitos los parroquianos con su respectivas botellas de licor y cerveza, nubecillas de humo de tabaco se elevaban por doquier, la música de fondo sonaba a desamor, el "beso de Judas" era encantador en un humilde sentido.

Al ingresar salude con unas buenas noches e hice un ademán con la cabeza, reverencia a la cuál nadie respondió o mostró interés, camine hacia la barra de aquella cantina y me dirigí al cantinero con un “hola” al cuál el cantinero contesto de forma amable con un : —¡Hola tío! ¿Qué se te ofrece para libar?— le solicité una copa de lo que se les apeteciera con más frecuencia a los del lugar, el hombre algo regordete me contestó.

—¡Aja, hombre, que luego para los borrachines que frecuentan este hoyo, mientras lo que les sirva tenga alcohol, con eso ya basta! La verdad si yo te contará acerca de aquella ocasión en que un perfume “francés” fue olvidado por una mujerzuela y después encontrado por un par de sedientos sin dinero ¡Ja, lo que les habrá pasado por la garganta a muchos de los que están aquí! Pero bueno ¿Qué tal un escocés?



—De acuerdo— le contesté, aunque nunca me paso por la cabeza ingresar a tomar nada de lo servido en el lugar y lo más seguro es que el vaso estaría frente de mí sin que yo lo probará siquiera un poco, tendría que pagar aquel licor por saciar mi sed de charlar.



Al principio mis intentos de iniciar conversación fueron muy poco acertados, el cantinero me observaba de reojo con desconfianza al ver que el licor no disminuía en mi vaso. Para evitar algún desafuero por parte de aquel hombre le solicité toda la botella pagándola al instante, la noche se convertía en madrugada y yo hasta el momento solo había cosechado alguno que otro saludo, algunos comentarios si relevancia, guiños, alguna que otra sonrisa y uno o dos chistes sexuales. En algún momento un ebrio me quiso hablar de una “mujer mala” que paso por su vida, a la que amaba con locura, pero el alcohol y el sueño le impidieron continuar y Morfeo lo reclamo consiguiéndole una tregua para el dolor que le producían los recuerdos de aquella mujer.



El cantinero quizás compadecido, se decidió a comenzar la plática conmigo, aunque inicio con un desafortunado comentario o al menos eso creí yo.

—¡Oye Crío! Si buscas compañía femenina, bueno pues digamos que a las de aquí les gusta que se les pague por adelantado ¡y demonios! Si es compañía masculina pues en la otra calle hay un bar de put... ¡Perdón, disculpa! Es la maldita costumbre, bueno te decía “es un bar de chicos con gustos similares a los tuyos”, quizá, digo.


—No, yo solo tenía ganas de hablar con alguien— le contesté de nuevo un poco extrañado de mi noche tan fuera de sí.


—Bueno, es que si deseabas platicar con alguien debías haber llegado más temprano, aquí la mayoría empezó a beber como a las siete de la noche, de ese tiempo al actual y con tanto alcohol es de entenderse que sólo les salga mierda por la boca.


—Creo que es hora de irme.


—No te pongas tan triste chico, estos son los síntomas del tiempo en que vivimos, ahora la mayoría de la gente prefiere “chatear”, mandarse mensajitos, o conversar con la pantallita de la computadora, web cam, celular ¿y quién sabe qué chismes tecnológicos más? Hoy en día la tecnología parece haber castrado a las relaciones humanas, al menos esa es mi humilde opinión.


—¿Todo eso por una… computadora?


—¡Sí! Por Internet, en los viejos tiempos le decían “La supercarretera de la información”, hoy yo le digo la “super provedora de porno”, pero en fin si lo que queréis es platicar y conocer gente lo de hoy es ir a un cibercafé o café internet, porque aquí en mi tugurio ¡Primero lo vuelvo bar de put... de gente diferente a meter esa chingadera de internet!

—”Café internet” ¿habrá uno cerca?

—A una cuadra, pero a esta hora, está cerrado como la mayoría de locales de “buen nombre” de está jodida ciudad ¡Mala suerte, será mañana! ¿No te llevas tu botella?


—¡No gracias! Realmente no tomó, te la dejo para que se la dones a tus clientes, aquellos sin dinero y con ganas de hasta un perfume.


—¡Lo que ordene patrón!


Salí del establecimiento, de aquel "beso de Judas”, afuera empezaba una llovizna fina acompañada de algo de viento, adentro el cantinero juraba que cada día llegaban tíos más raros a su local y al final se carcajeaba guardando la botella junto con las demás para donársela él mismo a su bolsillo.


Me encaminé hacia mi refugio, mientras la lluvia empezaba a arreciar, la luces se apagaron por un relámpago que le dio un particular beso de judas a un transformador, la oscuridad reinante y la lluvia me envolvieron y abrazaron como amantes en busca de un poco de privacidad y mis pasos terminaron por sumergirse y fundirse en aquel collage del panorama nocturno y la madrugada.


"Polìtica"


“Las elecciones se desarrollaron en medio de un ambiente tranquilo que derivo en resultados gratificantes sobre todo para los candidatos del partido que se llevo la mayoría de votos, aplastando así, a sus opositores”


— ¡Caray! ¿Ya escuchaste lo que dicen en la radio? “Elecciones gratificantes, aplastante derrota” ¿será realmente “gratificante” ver todavía las toneladas de basura con la jeta de estos cabrones, realmente habrá alguien al que le haya interesado conocerlos? ¡Toda la ciudad está cubierta con basura! ¡Qué digo la ciudad todo el triste país!


Omar se dio la vuelta y observo un semblante que se definía entre lo triste y lo enojado. Y aun asì sòlo atino a responderle con otra pregunta —¿Te preocupa ahora la política Fer? ¡Tú ni votaste!


— ¡La política es una mierda! Lo que me preocupa es la ecología, toda esa basura dejada por esos remedos de narciso, por aquello de que se han de creer muy hermosos los muy..... ¡tanta jodida basura! —dijo un fastidiado Fernando.


—Bueno y mejor ni te cuento lo que costó poner todas sus jetas en tanto anuncio, tanta publicidad por todo el país y de lo gastado en los medios ya ni hablamos —dijo Omar.


Fer se rasco la cabeza y asintió —Si mejor ni me comentes, ni hablar de “su victoria aplastante”, que todavía lo más fregado es que se regodean de eso, deberían ser sinceros y reconocer que hubo una mayoría aplastante de un 57% o más de los registrados que no votó por el desinterés y la hueva que producen ellos, todos ellos, los “ganadores” y los perdedores con sus campañas y promesas estúpidas, pero a estas alturas ya les vale, ya se merendaron el pastel.


—Deberían de dejarse de celebraciones y ponerse a trabajar, pero eso es un sueño guajiro ¿No amigo? —dijo con cierta ironía Omar.


— ¿Trabajar, políticos trabajando? ¿En qué dimensión crees que habitas wey?


— ¡Ah chingao, déjame soñar! —dijo sonriendo Omar.


Aquellos amigos caminan calle abajo cruzándose con dos amas de casa que caminan en sentido contrario mientras iban comantando:

— ¡Ya vio comadre, ganamos!


— ¿Ganamos, quiénes? Doña Cuca, yo apoye al candidato del pueblo, aquel que trabaja para todos nosotros y perdió.

-—Eso le pasa por no hacerme caso, ahora mi partido gano y va con mucha fuerza para las próximas elecciones, ese es mi partido.

— ¿Su partido, pues cuando lo compro?

—No sea burlona, además ya sabe lo que se dice de mi partido, “Ellos roban”…

—Cómo todos, ¿no?

— ¡No me interrumpa! “Ellos roban, pero te dejan robar también”, son más parejos con el pueblo, ¿no, Doña Rosa?

—Pues mi candidato no haría eso.

— ¿Su “candidato” pues cuando lo compró? ¿A poco ya corrió al compadre de la casa?


—No se burle el candidato que trabaja para el pueblo no hace eso, no roba.


— ¡No roba lo que no ve y si no roba no es político!


—Bueno Doña Cuca, a lo mejor es como aquella frase que dice que “En este país todos somos licenciados”.


— ¿Entonces que alega comadre? Mejor vengase, vamos a reclamar la despensa que me prometieron por los veinte acarreados que llevé, les voy a decir que le den una.

— ¡Ya estuvo pues, ya dijo!


— ¡Órale viejas mensas fíjense por donde andan! —les dijo un embotado, sombrerudo con chaqueta de piel, lentes negros, al que por poco tiran aquellas dos comadres.


— ¡Cuide el vocabulario señor Senador! No vayan a andar por ahí algunos reporteros, ya ve como son de amarillistas, lo vayan a ver a usted un distinguido político hablarle mal al pueblo, acuérdese son como paparazzos —le dijo el de atrás que era su compadrote.


—Tiene razón mi amigo diputado, somos personas públicas, casi tan famosos como estrellas de cine, la política y la farándula van de la mano, la gente nos adora, trabajamos para ellos, por lo tanto, cómo a estrellas que parecemos, les gusta a ellos seguir nuestros logros o nuestras derrotas, nuestros pasos, por eso están como buitres esos reporterillos, es el precio a pagar por andar en la política. Ya me veo yo en la sede del partido rodeado por mis seguidores: ¡El senador Jorge Nepucemo Cortés próximo candidato a presidente!


—No pues así es senador, no lo había pensado así, somos los que movemos al país, somos más que esenciales ya que forjamos el futuro de la nación, “reformar para el futuro”, ese será mi lema.

— ¡Claro compadre mi diputado! Mientras no ayudemos a la oposición a forjar ese futuro, porque así ya no nos conviene a nosotros ni al partido ¡Si no somos nosotros no será nadie!


—Eso que ni qué, a ver cómo nos va en las próximas elecciones, no quiero volver a ser oposición.

—No es tan malo, mientras cobremos algo, eso me recuerda mi nueva frase para una futura postulación será “¡Pobreza vete! ¡Quiero un bolsillo sano!”, sobre todo en lo que se refiere a mi bolsillo, digo porque estás frases pendejas ya ni el pueblo nos las cree, —dijo el sombrerudo haciendo gestos con mímica absurda— ¡Mientras llamen la atención con eso basta, mi compadre!


—Tienes razón mi viejo, el chiste es tener el poder, poder y más poder, señor senador y no se nos olvide el mando, el guiar a este país.


— ¿Entonces que mi amigo diputado, nos vamos a tomar una copita?


—Tenemos reunión en la asamblea ¿no? Aunque pensándolo bien para las pendejadas que dicen, que me duermen, mejor la copita.


— ¡A un lado escuincles, no estorben!


— ¡Senador, la imagen!


— ¿Eh? ¡Asì sí, se me olvidaba! A un lado niñitos, jueguen en otro lado.



Un par de niños se quita del camino al pasar aquellas dos “finísimas personas”


— ¡Disculpe señor!


— ¡Viste lombriz! ¡Qué par de tipos tan bien vestidos! ¿Quiénes serán?


—Pos alcancé a escuchar que hablaban de poder mucho poder.


— ¿Eh? ¡Órale! Yo de grande quiero ser como esos distinguidos caballeros y tener mucho poder ¿Tendré que estudiar mucho?


—No, no creo, mi tío no acabo ni la secundaría y hoy tiene una casota, varios carros, gente a su servicio y hasta varias novias ¿Cómo te quedo el ojo?


— ¿En serio?

— ¡Claro!


—Y a todo esto ¿Qué son tu tío y esas personas? ¿Son policías, espías secretos, gente del gobierno?


— ¡Nooo! Mejor que eso, mi tío y de seguro esos señores son; ¡Narcos! Gente valiente a la que les componen corridos y toda la cosa.


— ¡Que padre! ¿Jugamos a los narcos!

— ¡Juguemos!


Lamentablemente no puedo poner “fin”, la historia es por demás eterna y continúa y continúa.


¡Viva la política!


09/07/09 Salvador Méndez Z (R)



lunes, 6 de julio de 2009

Encarcelado



Permanecí resguardado por tanto tiempo bajo las sombras del tiempo que realmente nunca supe que hacer cuando otra vez obtuve mi libertad, fue de manera tan imprevista, tan fuera de lugar, todo ha sido producto de un orgasmo de la madre tierra, el terreno sobre mi se desquebrajo, mi prisión se abrió como nuez y a la vez se convirtió en la sepultura de mi celador, la luminosidad del exterior lastimo mis ojos tanto que tuve que permanecer en el interior de lo que quedaba de celda hasta que me acostumbre a ver en esa nuevo exterior, en ese instante me di cuenta que la luminosidad que había fustigado mis ojos no era del todo producto de la gema radiante del llamado sol. Era de echo producto de una perla plateada colgada en el firmamento, la luna llena brillaba de tal manera que se podía observar la campiña a mí alrededor, todo esa magnitud bañada por la luz mágica de la linterna plateada de los poetas, allá arriba en el firmamento.

Empecé a caminar, pero mi deseo verdadero era imitar al ave oscura que en ese momento surco el cielo plagado de luces azules como diamantes, estrellas lejanas. Era yo tan pequeño ante toda esa creación, los ruidos de la noche me cubrieron me hicieron darme cuenta que yo nunca podría alcanzar el firmamento ni siquiera emprender el vuelo para viajar como las aves, estaba casado con la tierra y por más que intentara enamorar incluso enviar mi alma hasta el cuerpo plateado que orbitaba encima de mi ser, mi alma estaba atrapada en mi carne.

El mundo era enorme, quizás las posibilidades infinitas, pero para mi alma que quería ser una con el infinito, con aquella luna, todo aquello era insuficiente, me di cuenta que a pesar de haber escapado de la fría, húmeda y lúgubre prisión, de aquel subterráneo erebo de obscuridad, nunca escaparía realmente, ansiaba ser totalmente libre, flotar y escapar de esta tierra, cosa imposible,

Por ende mis pasos me regresaron poco a poco a la fría morada de lo que quedaba de mi celda, de mi tumba, donde me resigne a permanecer hasta idear una forma de ser libre y ser uno con ese firmamento, unirme con esa joya plateada y preciosa para siempre.




Salvador Méndez Z

06/07/09 (R)





Ansiedad 2da-parte

Ansiedad

(2)



A la siguiente noche afortunadamente mi despertar ya no me represento un tormento al levantarme de mi viejo lecho. Serían las nueve de la noche y yo estaba más que preparado para escapar de mi recinto para por fin ver cumplido mi deseo de intercambiar “vivencias” con otra alma dispuesta a recibirlas. Mi inquietud hacia está cuestión me gobernaba, realmente mi ser lo necesitaba, sudaba y mi cuerpo temblaba, necesitaba salir ya, me era tan imprescindible como el respirar.

Tuve una caminata inicial para sumergirme en ese mar de gente y lograr empaparme de esa sociedad a la que hace ya tiempo no me acercaba, pero de forma lamentable no produjo los resultados requeridos por mi inquietud, no hubo ni un dejo de reacciones que esperaba encontrar y mucho menos una cercanía con otras almas afines. En vez de eso las personas de esa ciudad hiperactiva, reaccionaban de formas variadas ante mi persona, algunas personas se alejaban rápido, quizás para evitar algún robo o abuso, me demostraban desconfianza y repulsión. En cambio otras no dudaron en demostrarme su “compasión” en forma de monedas brillantes que depositaban en la palma de mi mano, y de esa forma tan extraña se me presento la que sería la reacción más interesante que pesqué en las primeras horas de aquella noche. Un caballero al depositar su limosna sobre mi mano, observó en ella la limpieza, lo libre que estaba de maltrato y ofendido ante el engaño perpetrado (por un malviviente abusador más), profesó su queja gritándome que era “un pinché huevón”, y me lo recalco arrojándome sus monedas a la cara.



Es necesario confesar que los únicos culpables de esta reacción tan equivocada, eran mi mal juicio y la falta de atención a mi propia persona, sobre todo en mi forma de vestir, la cuál era la perfecta representación de las ropas de un desahuciado, mi apariencia era la de otra manzana podrida de esta ciudad, otro ser “innecesario” que sobraba, una sombra más de las que no se disipaban ni en la total brillantez del día. No era nada “bueno” sobre todo para la gente “útil” de esta ciudad.



Decepcionado por este primer paso que acabo en tropiezo, no me quedo más opción que recorrer esas calles de nuevo pero ahora sin buscar a nadie, mi búsqueda ahora era más sencilla y de tipo materialista, sólo hasta estar frente a un aparador de una tiendecilla de ropa y después de observar un poco lo que exhibían, por fin me decidí a ingresar. La intercepción de un empleado avispado que me vio llegar al lugar no se hizo esperar, rápidamente me abordo y comenzó a decirme de forma “cortés” que aquel no era lugar para gente como yo, que sólo clientes “exclusivos y conocidos” podían pasar. Yo le expresé mi necesidad de ropa para vestirme y el empleado me contesto que ahí no era beneficencia, perdiendo de hecho sus modales me grito: — ¡Aquí solo los que pagan pasan!— Me quede mirando fijamente a los pequeños ojos cafés de aquel hombrecito moreno y delgado, él prefirió desviar la mirada al suelo y expresar con fingida valentía que llamaría a la policía si insistía. Yo, depositando en su mano un fajo de billetes de nominación grande le dije con voz firme: —¡Pagaré cualquier cosa que me agrade, yo soy otro cliente más!— una trasformación se activó en las facciones de aquel empleado, las cuales pasaron de franco desagrado a hipócrita aceptación no sin que antes se le escapará de sus labios un: —¡Ah cabrón!— seguido de un: —¡Disculpe usted, pase adelante caballero!



La elección de ropa no fue difícil, como era de suponer la conversación con el empleado fue de lo más superficial, como si hubiera charlado con un muerto o la pared. Al final salí vestido como quería y me encaminé calle abajo donde unas letras rojas indicaban la presencia de un burdel o bar lo cual me presentó la oportunidad de tener una buena charla con algún parroquiano, la noche todavía era joven y mi caza por palabras podría ser aún muy fructífera.