domingo, 20 de febrero de 2011

Opaco

Se cansó... simplemente un día de estar muerto, así que se levantó, caminó y tosió y volvió a caminar con el paso inseguro (de siempre). El aire no le sentaba muy bien que digamos, el sol no ayudaba a sus ojos sensibles, porque casi siempre con los rayos de aquella yema amarillenta, allá arriba en el cielo, sus ojos se humedecían, se enrojecían y acababan soltando una que otra lagrimita incomoda, eso imprimía más melancolía a su seca estampa, era seca a fuerza de ingerir tanto desgano, tenía la voluntad hueca y era hueca para que pasaran miles de peces de hora sin picar, minutos muertos, ojos miles, pasiones débiles, miseria de pan de vida y sueño, ahora cualquier muerto anda por ahí, ya cualquier esperpento imita la vida.
 Así era él, un andante sin trecho, sin sendero, sin pasaje. Había que ver que lengua tan simple, escuchar que ojos tan hundidos, respirar en unas ideas de conexión censurada, caminar sin paso firme pero con peso muy aferrado en aquello que muchos tienen la manía de llamar alma, deambular por la gran ciudad, en sus calles y avenidas, las cosas que se hacen sin saber que se hacen, lo que se navega sin almirante y lo que se naufraga a diario en las coladeras, en las visiones de plasma de los que se devoran así mismos, patrañas y atardeceres de comunión con la espera, con la llegada de los meses indecisos y más opacos según pasan los años, pero inevitables, lo inevitable de la misma vida que a todos nos lleva al mismo fin, al de los muebles de aparador, de los escondrijos y oquedades, de los que andan muertos, de los muertos que no andan, de los simples, de lo que lleva a un infinito de Moebius, muerte y nacimiento de lo infinito que al final es lo mismo: ¡Bin Ban blues, cataplum! y todo se acaba pero empieza de nuevo. Y ahí va él, caminando, con el desgano de los que ganan pérdidas absolutas, de olas de tiempo, tose y observa el horizonte plagado de grises titanes, cajones llenos de vivos demasiados muertos, todos juntos en una fosa de ideas comunes, de vida arraigada a lo mismo, al dejar nada fuera de lo establecido, en cualquier época y lugar, dando a un singular de huecos de materia negra, de la que los que saben... hay a montones en el universo, en lo inalcanzable, más allá allende lo destinado a conocer, lo destinado sentir y amar, hoyos negros de pensamiento en universos huecos de corazón, todos somos sombras de un tiempo muerto.
El caminante sigue, es una máquina de movimiento perpetuo, aunque no camine, se mueve entre lo seco; Allá afuera en otros lares lejanos, quizás alguien mire hacía éste sol amarillento, hacía esta tierra que quiere imitar lo azul y piense inevitablemente que ya es finita y muerta.


La vida en andar a paso muerto.

Ashley conmigo