sábado, 29 de agosto de 2009

La experiencia de la radio en la vida cotidiana.

Con motivo de la celebración del día internacional de la radio les comparto un viejo escrito que tiene que ver con esto de la magia en las ondas hertzianas
El radio despertador sé encendió a las 06:00 am como de costumbre. La voz familiar del locutor del programa matutino sonó animosa dando los buenos días y expresando los mejores deseos para su audiencia.
Pedro se levantó con trabajos, él sueño le hacía añorar la cama y la bendita almohada, tan blanda y atrayente. Estuvo a punto de desvanecerse de nuevo entre las blancas sábanas, pero la voz del locutor quién no había parado de hablar exclamó un sonoro
¡Órale a levantarse amigos coooon... ganas!
Pedro recibió el mensaje y se apresuró a comenzar su día, mientras se bañaba y después almorzaba escuchó las noticias, después pensó que ya era demasiada información.
—En el camino será mejor escuchar música, de preferencia optimista —se dijo así mismo el buen Pedro.
A través del radio en su coche Pedro escucho la estación con la música que más le gustaba y de hecho evito un trayecto conflictivo gracias a un efectivo informe vial, así fue de su casa a la escuela y de la escuela al trabajo, siempre con la radio acompañándole e informándole de cosas de su interés personal, como aquel producto que tenía tantas ganas de comprar desde hace tiempo.
En la tarde, ahí a través de las ondas hertzianas, la voz sensual de una locutora le hechizaba, esa voz que le invitaba a soñar con ella, nunca la había visto en su vida, pero sólo con escuchar aquella irresistible voz la imaginaba toda una belleza, soñaba (vaya que soñaba) con algún día conocerla, y quien sabe, quizás con un poco de suerte su vida sería otra cosa.
Con el tiempo la vida le ofreció a Pedro una esposa amorosa e hijos (lástima nunca pudo conocer a la locutora). La radio lo siguió acompañando en el transcurso de su vida, como en aquella ocasión que le dedico una canción a su esposa por el aniversario cumplido, o aquella otra ocasión que hubo un temblor de una magnitud fuerte, se produjeron cortes de energía eléctrica y sólo con su radio de pilas supo lo que había que hacer para mantener a salvó a su familia.
Tiempo después gracias a la radio pudo encontrar a uno de sus chamacos (él muy canijo en plena etapa de rebeldía se había fugado de casa) Pedro logró que un locutor de alguna estación en un programa que a su hijo le gustaba le diera el mensaje de su padre en vivo para arreglar sus diferencias, su hijo tardó pero al final regresó a casa.
El tiempo siguió, Pedro ahora con más sabiduría y canas plateadas, gustaba todavía de escuchar en la radio la música que de joven le gustaba tanto.
Ahora que sus hijos ya habían hecho su vida, su esposa ya había partido, la radio era su mejor compañía. Esa noche Pedro soñó que escuchaba la voz sensual de la locutora, esa voz tan bella le invitaba a subir con ella a volar, y Pedro sentía que se elevaba, subía cada vez más y más, veía su casa desde las alturas, sintió que debía dejarla, viajaba a velocidad increíble, seguía el sonido de la voz de la locutora, a través de la ciudad, entraba en las casas, observo a sus hijos con sus familias, quiso despedirse de ellos pero se veían tan tranquilos, no quiso molestarlos, seguía viajando a través de aquello ¿Qué era? Y la respuesta vino a través de la voz sensual que le susurró
—¡Son las ondas hertzianas! ¡Las ondas de la radio! Ahora irás a un lugar mejor donde estarán los que amas, pero algo de ti quedara por siempre aquí, al final un poco de todos se queda flotando en el aire, en el espacio formando parte de la radio, Pedro sonrío y una parte de sí se fundió en aquello que lo había acompañado a través de su vida.

Salvador Méndez
29/08/09 ®



2do relato con temática hertziana

Benemérito Pérez esperaba con ansiedad escuchar por lo menos el resumen del partido de su equipo favorito, ese que sabía que no podría ir a presenciar y disfrutar en medio de la fanaticada. El consumo de bebidas embriagantes, el griterío y coros de la porra (para no hablar del sudor y el olor a chivo) con entonación de cantos de y sus respectivos abucheos y recordatorios para él árbitro, no le agradaban ni un poquito. Y además no se atrevía a faltar de nuevo al trabajo en tan poco tiempo, se cargó su radio de pilas y se apuró en la mañana para estar más desocupado por la tarde, encendió la radio a la hora predestinada para que sus héroes del balompié se esforzarán a salir y batirse por la victoria. En el preciso instante que ya empezaba el partido una mano tosca se le recargó en el hombro mientras una voz seria le preguntaba
—¿Qué hace Pérez, otra vez perdiendo el tiempo? —Benemérito solo pudo pensar que era el supervisor de su área y que le esperaba un regaño, se dio la vuelta resignado a ver al fustigador en persona y solo encontró la cara burlona de su compadre Murciano Sánchez quién empezó a reírse del susto metido hasta el fondo del alma del compadre—. ¡Vaya que eres un asustadizo en toda la extensión de la palabra!
Benemérito solo contesto
—Vamos a escuchar el primer tiempo mientras se termina nuestro turno, el segundo tiempo lo iremos escuchando en el camino.
Así lo hicieron mientras discutían sobre cuál equipo era mejor, cuál jugador era mejor esté o aquel, eran compadres pero rivales de afición. El conductor del microbús cansado de tanto alegato le prendió a su radio y le subió a las canciones de la Pelirroja Herrera que era una de sus cantautoras favoritas de canciones de aventuras y borrachos, con lo cual los compadres dejaron un poco la discusión y aumentaron la sed por una cerveza.
Al llegar a su casa después de despedirse del compadre con un sonoro silbido dedicado a la progenitora de su compadre para recordársela de forma “cariñosa”, Benemérito encontró a su esposa lavando los trastes mientras escuchaba en la radio su programa favorito de chismes (el cuál a Pérez le caía re gordo), en el fondo su hija adolescente reía y gritaba con enorme júbilo.
Benemérito se acercó y escucho que un radio estaba prendido y a través del aparato se escuchaban las risas de su hija y la voz de un locutor que la felicitaba por haber contestado muy bien la pregunta del concurso y ganarse un par de entradas al concierto del grupo que tanto le gustaba,
Benemérito pensó “Al menos así, a mí no me cuesta nada”.
Atrás en el patio en su silla mecedora el abuelo escuchaba a su inmortal cantautor preferido con aquellas canciones que le recordaban a la abuela y el olor de aquel tabaco que el matasanos le había prohibido hace tanto tiempo.
Benemérito decidió recostarse en el dormitorio y relajarse mientras escuchaba el análisis del partido y después las noticias más importantes del día, hasta que, para molestia de su hija (a quién en ese momento le dedicaban una canción por la radio de parte de algún admirador de la escuela), lo que más se escuchó fueron los ronquidos del mismo Benemérito.
El Domingo llegó, Benemérito y su compadre Murciano se acomodaban frente a la televisión para ver el enfrentamiento decisivo para sus equipos, las esposas ya habían acercado las botanas y el licor de los reyes más nobles de la creación, conocido simplemente como cerveza. Todo estaba listo y... ¡La energía eléctrica decidió ausentarse de tal reunión y con ello la trasmisión por televisión!
Después del coraje y berrinche inicial Benemérito saco el radio de pilas y concordó con su compadre en que a veces es mejor imaginar lo que se escucha que verlo.
Las ondas hertzianas les llevarían la gloria o la derrota a través de la señal en el aire, sería otro buen domingo más en el paraíso de un barrio cualquiera.

Salvador Méndez
29/08/09 ®


3er relato hertziano

Jacinto Peñalosa mejor conocido por el apodo del “conejo madrugero” en la estación de radio donde trabajaba como locutor del programa de “rock de medianoche”, al cual eran aficionadas todas las almas desveladas y penitentes que acompañaban la emisión desde las doce hasta las cinco de la mañana, todos los días, menos claro, el domingo que era el descanso obligado, el lunes que era el día que a Jacinto no le amanecía tan bien o en pocas palabras amanecía un poco indispuesto por culpa de alguna cruda (también moral), y el martes porque el gerente de la radiodifusora no creía que ese día hubiera tantos radioescuchas como en los otros días. Su vida no era complicada, o al menos eso creía él.
El buen Jacinto nunca se hubiera imaginado que tendría que dejar el programa cuando por fin había logrado tener el máximo rating de transmisión, hasta que el gerente el Sr. Caimito, como le decían de “cariño” los locutores, le hizo saber que su programa saldría del aire porque los ejecutivos de la estación habían decidido que era mejor transmitir a un doctor de lo oculto que daría recetas vegetarianas y metafísicas por medio de la sapiencia heredada por los espíritus concejales que tenía, y en fin para ese programa ya tenían algunos patrocinadores asegurados.
Así le llegaron las doce de la madrugada del miércoles para amanecer jueves al pobre Jacinto Peñalosa, alias el “conejo madrugero”, que para ese entonces más bien se sentía “conejo destazado”. Sin tener nada que hacer en casa y con un insomnio marcado por la costumbre de las trasmisiones y esperando con una esperanza desesperanzada a que por lo menos el gerente lo llamará para algún otro programa (aunque tuviera que trabajar los vengativos lunes), para algún buen espacio en la radio. Pero era una espera inútil, no habría llamada, en el fondo lo sabía. Algo parecido sufrieron las almas desveladas y penitentes que sintonizaron la frecuencia esperando encontrar la familiar voz del “conejo” y en su lugar encontraron la voz medio chillona de un tipo que decía curar por medios telepáticos a los desafortunados “hermanos de la creación”.
Para aquellas almas acostumbradas a desvelarse por trabajo o por simple gusto escuchando al conejo, no les pareció en nada aquel cambio y para nada se sentían hermanos de ninguna creación del tipo de voz chillona.
Los reclamos vía email, de forma telefónica y demás medios conocidos no se hizo esperar. Al poco tiempo el gerente de la radiodifusora tenía afuera de las instalaciones a un grupo bastante variado de esas almas de medianoche protestando por la salida de su máximo entretenimiento para aguantar la incertidumbre de la madrugada.
El gerente “caimito” de nombre real Carmelo pronto se dio cuenta de la mala publicidad que esto le acarreaba y trato de contentar a los radioescuchas con promesas de una nueva emisión quizás otro día como digamos domingo, lo cual no le agrado a las almas, ellas querían su dosis habitual de miércoles a sábado y nada más los haría cambiar de parecer.
Después de una semana de tantas recordadas de las que hieren al gerente, pedradas a su auto. No le quedo más de otra que contactar al “conejo” que para ese entonces ya no concebía que su vida girara en otro ámbito que no fuera la radio y le reestableció su emisión para el descanso de las almas madrugadoras y el descanso de la progenitora del Sr. Caimito.
Por su parte el “hermano de la creación” que hasta eso ya había logrado algo de audiencia en seres algo raros y de tipo esotérico como él, tuvo que conformarse con transmitir los domingos lunes y martes, y de parte de su audiencia no hubo quejas, si acaso nada más la del propio “hermano de la creación”, ya que el día lunes, decía sufrir por una “cruda de tipo telepático muy inexplicable”.

Salvador Méndez Z
29/08/09 (R)




viernes, 28 de agosto de 2009

El encarcelamiento de Maria Susana

María Susana fue aprendida una tarde de verano, en la que degustaba una congelada de rompope en el parquecito cercano a su casa, los encargados de apresar la atención de Susana, fueron los ojos color café claro de y sonrisa de diablillo de Tereso Fuentes, quién desde un columpio le mandaba órdenes de cateo para el corazón de Susana, todo ésto para buscar pruebas en lo profundo de los sentimientos de Susana, pruebas de que había secuestrado el corazón de Tereso.
Susana se resistió al arresto, trato de negar su participación en tal secuestro, trato de ampararse bajo la coartada de la indiferencia, pero sin querer o queriendo mucho, sus ojos y su ser acababan tarde o temprano por devolverle la mirada y la sonrisa a un emocionado Tereso, quien no espero más pruebas y arremetió con todos sus ímpetus en la morada del alma y sentimiento de Susana.
Tirando abajo la puerta de la prudencia para esposar por fin a una enamorada Susana, quién no tardo en los días siguientes en tratar de sobornar por medio de besos y abrazos a un fiscal al que nunca le saciaban tales sobornos, queriendo siempre más y más, por lo que la libertad de Susana no estaba ni medianamente cercana, cosa que a ella no le molestaba en lo más mínimo y más bien deseaba que se le dictara cadena perpetua de caricias, cosa que el joven Tereso Fuentes le apetecía sobremanera se llevara a cabo para castigar a la culpable de María Susana por tal afrenta de nublar su buen juicio y enviciar su mente con drogas alucinógenas que le hacían ver y desear a Susana por todos lados y a todas horas, el proceso de Susana fue un poco lento, a pesar de las presiones del fiscal llamado deseo que empujaba al denunciante y carcelero Tereso y a la confesa Susana a fundirse en uno solo dándose muerte mutuamente, aunque al fin se dieran vida, vida que en un principio Maria Sunana tuvo que cargar por ocho meses y medio, meses en los que cargo con su bolita de carne sin cadena y sin atarse al pie, solo estaba atada por medio de un cordoncito umbilical, pero cumplía con la misma función de la bola de hierro de alentar su paso y no permitirle el escape.
Tereso por su parte al principio trato de deslindarse de la responsabilidad pero el supremo juez de la vida de Susana llamado vulgarmente padre y nuevo suegro de Tereso, acabo por convencer al joven –no de muy buena manera- de aceptar el hecho que ya no podía ser deshecho.
Así fue como una tarde de un mes de Marzo, que ante un verdadero juez quedaron unidos ante la ley, María Susana quedo sentenciada a respetar y querer a un marido que con el tiempo dejo de respetarla y de quererla, aunque a pesar de esto ultimo parecía obsesionado con el hecho de llenarla de hijos para que ella tuviera cadena perpetua de lavar ropa, preparar comida, planchar y hacer aseo, que incluso en muchas ocasiones era de personas ajenas que le pagaban para que así María Susana completara su magro gasto, el cuál nunca le alcanzaba ya que Tereso prefería ocupar gran parte de su sueldo en gastarlo con sus amigos y nuevas conquistas de fin de semana, mientras una cansada Susana esperaba encerrada entre las paredes de una casa donde faltaba todo y sobraba el desamor, su carcelero llegaba en la madrugada pero ya no le repartía abrazos ni besos. Como dotación a Susana le tocaban ahora reclamos, groserías de todo tipo, desplantes y hasta golpes de un embrutecido que ya no deseaba vigilar y cuidar de su reclusa y más bien hubiera preferido enviarla a la silla eléctrica para no tener que verla ya.
María Susana pensó en varias ocasiones en amotinarse y escapar pero el pensar y recordar a sus hijos y presa de su educación retrograda religiosa que veía con malos ojos a una mujer que abandonaba a su marido, provocando que sus hijos estuvieran sin padre, más el hecho de que nunca había aprendido a ser del todo independiente y temía salir a buscar trabajo sin preparación, todo esto le cortaba las alas y la fuga se quedaba solo en sus sueños, por lo tanto los años pasaron para la pobre María Susana, educando a sus hijos lo mejor que podía, tratando de que sus hijas no acabaran repitiendo el circulo vicioso con la esperanza de si bien ella ya nunca sería libre, quizás podría serlo de alguna manera a través de la libertad que sus hijas se formaran al no aceptar cadenas de ningún hombre abusador, cadenas que al principio siempre estuvieran disfrazadas y forradas de terciopelo y rosas y acabaran siendo terribles cadenas aderezadas con sólo las espinas de las rosas, trató así mismo de formar a sus varones para qué imitarán a su padre, lo cuál logro de forma más o menos regular, a pesar de los regaños de su padre diciéndoles que se volverían maricas si seguían los consejos de la loca, como cariñosamente llamaba a Susana.
La libertad de aquel presidio le llego a Susana una tarde de invierno, después de toda una vida recluida en la cárcel del olvido y el maltrato, el único abogado que le consiguió su libertad fue la muerte, la muerte fue al final el único liberador de una condena y encarcelamiento que empezó con un simple secuestro del corazón.

lunes, 24 de agosto de 2009

"Suicidio a la carta"



Suicidio a la carta

¡Riiiinnnnnggg! (timbre de la puerta de entrada)



Abre la puerta el empleado —¡Buenas tardes! ¿En qué podemos ayudarle?



—¡Buenas tardes! Disculpe ¿Ustedes se dedican a lo de los suicidios, ustedes son los de la empresa “suicidio a la carta”?



—¡Sí señor! Nosotros somos y nos dedicamos a respaldar, asesorar y ejecutar suicidios, nuestro lema es: “Si usted no puede solo, nosotros le animamos y de hecho lo empujamos”, ¿Qué le parece?



—¡Muy bien! Porque yo quiero un servicio, necesito que me ayuden a finalizar esté desmadre de vida.



—¡Hombre caballero, desde luego! Para nosotros como empresa es un placer ayudar a los pobres desgraciados que necesitan escaparse por la puerta falsa.



—¡Oiga! ¿Cómo que pobre desgraciado? ¡No! ¿yo? ¡Para nada! Si he decidido dar este paso es porque estoy profundamente convencido de que la única forma de darle sentido a esta vida, bueno, es con mi muerte, y ultimadamente no creo que tenga que darle explicaciones de mis decisiones a usted, que es un perfecto desconocido.



—¡Sí, sí, tiene razón señor! ¡Disculpe mi atrevimiento! Aquí en la empresa, los empleados somos cien por ciento profesionales.



—¡Pues demuéstrelo y atiéndame como se debe!



—¡Okay caballero, ok! ¿Cómo le gustaría que se efectuará su suicidio? Tenemos varias formas de llevar a cabo tan importante hecho.



—¿Cómo cuáles? Digo, porque yo había pensado en un suicidio muy común, algo así como morir envenenado.



—¡Huy! No se lo recomiendo, luego no se mueren a la primera, luego quedan vivos, a veces como plantas si poder mover el cuerpo y lo peor es que así nosotros no podemos ayudarles a realizar otro intento porque ya no pueden dar su consentimiento.



—Entonces, díganme ¿Qué es lo que me recomiendan?



—Mire como le decía hay varias formas muy buenas, está por ejemplo el suicidio clásico en bañera ¿Ha escuchado la canción de “la tina”, la versión que canta Ximena Sariñana?



—Creo que sí.



—¡Pues es buenísima, queda perfecta! Y nosotros podemos tocarla de fondo mientras usted se desangra en la tina de su casa.



—¡Pues no sé! Yo no tengo tina en casa para empezar...



—Bueno en un buen hotel se podría hasta en el jacuzzi, a menos que prefiera un hotel de “mala muerte” para hacerse el “interesante”.



—No, mejor no yo prefiero consumar el acto en mi casa.



— ¿En su casa? Bueno podríamos rentarle una tina.



—¡Olvidé la tina! ¿Cree que sea buena idea el ahorcamiento?



—Pues cumple con los requisitos y es algo tradicional, aunque ahora que si quiere algo más tradicional, pues le ayudamos a que se haga un HariKiri, para que se despanzurre como lo manda la tradición japonesa, aparte que su familiares y conocidos, pensarán que su muerte se debió a una cuestión de honor.



—¿Oiga pero eso es muy doloroso, no?



—A lo mejor, pero de que se ve fregón, se ve fregón, pero si me permite la pregunta ¿Por qué desprecia el irse de forma más espectacular, digamos como aventarse desde lo alto de un edificio o aventarse al metro o incluso electrocutarse?



—Bueno, lo del edificio, cómo que no me agrada eso de quedar hecho mierda, si ya de por sí en vida a veces fui una mierda y luego reafirmar eso en la muerte. Pues no, no me agrada, en cuanto a lo de aventarse a las vías del subterráneo, fíjese que ya lo intente y falle miserablemente, cuando estaba listo y el metro se acercaba, primero otro idiota antes de mi ¡Se quiso aventar y yo lo detuve pero con tan mala suerte que caí a las vías por el forcejeo!



—¿Mala suerte? ¿Pues qué no quería éso?



—Es que la mala suerte radica en el hecho, de qué en ese preciso instante se interrumpió la corriente eléctrica por un maldito apagón y el conductor del subterráneo al percatarse instantes antes del forcejeo había detenido el tren y pues a la mera hora ni electrocutado ni aplastado.



—¡Aplastado, como mierda! ¿No?



—¡Sí! Y por eso también ya no lo intente de nuevo, de hecho lo más absurdo es que cuando se dio a conocer que detuve al otro idiota, yo quede como héroe por impedirle, lo que yo deseaba.



—¿Así que usted es un inútil a la hora de quitarse la vida?



—¡Oiga, no me insulte!



— ¡Este, sí perdone de nuevo! ¿Y su esposa?



—¿Qué tiene mi esposa?



—¿A ella no le interesaría acompañarlo al otro mundo? Tenemos unos paquetes interesantes: “Váyanse dos, pagué solo uno y medio”, ya ve que está de moda, es muy romántico, piense en ¡Romeo y Julieta, en Bonnie y Clyde!



—A ésos últimos los mataron por forajidos, no fue suicidio.



—¿Romeo y Julieta? ¡No lo sabía! ¿Y cómo fue?



—¡Olvídelo!



—¡Pues le recomiendo que invite gente, es lindo el suicidio en masa! Ya ve los japoneses hasta se ponen de acuerdo para irse a alimentar gusanos al mismo tiempo, con sus amigos y novia, de hecho hay unos videos, buenísimos en internet que....



—¡No, no, no, déjelo así! Yo quiero irme solo, yo solo sin nadie más, vine solo al mundo, solo me voy.



—¿En serio? ¡Están bien padres los paquetes! ¡Invite a un amigo, aun viejo amor, a cualquier familiar! Le conviene, yo sé lo que le digo.



—No mejor dígame cuál otro tipo de suicidio tiene.



—Bueno ahí está el suicidio político.



—¿Suicidio político? ¿Cuál es ese?



—¡Uy! ¿A poco no lo conoce? Si aquí en México a cada rato lo realizan los políticos, es cuando algún político dice o hace algo enfrente de los demás, a oídos de la sociedad y esto le cuesta su carrera política, en términos más sencillos el muy...político hace o dice alguna pendejada.



—Pero éso realmente no mata al individuo y yo si me quiero morir.



—¡Caray! Pues de hecho tiene razón, en otras partes del mundo efectivamente, habría una carrera política terminada después de la pendejada, pero cómo estamos en México, pues aquí se les perdona, se le olvida al pueblo o incluso a muchos les cusa gracia.



- ¡Pues sí! Pero ¿Qué no, nos desviamos de lo que me interesa?



—¡Perdón de nuevo caballero! ¿Y qué piensa de un arma?



—Pues no tengo ¿No sé si ustedes me la facilitasen?



—¡Claro! Ya le dije que en esta empresa somos cien por ciento profesionales ¿Y cómo para cuando le interesaría volarse la bóveda celeste de su cerebro?



—¡Entre más pronto mejor! ¡Me urge escapar de esta vida que no me parece ya vida!



—Bueno pues lo más cercano, la fecha más cercana sería el jueves al mediodía ¿Qué le parece?



—Pues muy lejana, pero si no hay de otra, pues acepto.



—¡Bien! ¿Y va a hacer en efectivo o con tarjeta?



—En efectivo, pero no me ha dicho cuanto va a costar mi fin.



—Pues esto no es barato, barato sería si usted lo pudiera realizar, pero como no puede, pues nosotros nos encargamos de que lo efectué, de manejar el acto de manera que no acarreé broncas legales para nosotros y para sus familiares, de hecho por unos cuantos miles más hasta nos encargamos de su entierro o incineración y es que acabamos de inaugurar un negocio hermano de pompas fúnebres ¡Que viera como nos funciona! Según mis datos le costaría la módica suma de unos..... ¡Sesenta mil pesitos IVA aparte!



—¿Tanto?



—Señor, somos los mejores, nueve de cada diez difuntos nos recomendaban.



-¡Újule, pues no me alcanza! ¿No tiene algo más barato, no sé cómo de unos cinco mil?



-¿Cinco mil? Oiga pues ni para solo asesorarlo, no pues si no tiene ¡Olvídelo, siga viviendo su vida tediosa y sin chiste!

—¿Alguna rebajita?

—No estamos en un tianguis señor, no insista, mejor trate de asaltar un banco del ejército y quizás le peguen unos tiros a la primera o miénteles la madre a unos guaruras o policías, quizás así lo logre, ¡Gente inútil que no sabe como morirse!

—¡Pues disculpe con permiso!

—Pasé ¡Cuidado al cruzar la avenida no lo vayan a atropellar!

—Me temo que no tengo tanta suerte.


Y así fue y por eso tuve que seguir….

Salvador Méndez Z

24/08/09 ®






*Lo anterior fue escrito inspirado en una frase de la canción del grupo “Los odio”, de su canción llamada "El último" Que va más o menos así:
“Está mañana me pensaba suicidar, pero el teléfono no deja de sonar (se escucha el timbre del aparato), ya es la cuarta o quinta vez que me interrumpen este mes, yo ya no tengo tiempo para mí”-
Aunque la primera vez que la escuche me pareció oír que decía al final: “este es el colmo, así no se puede vivir” , bueno el hecho es que me gusto y de ahí salió esto y claro también utilicé la versión de la tina cantada por Ximena S.

sábado, 22 de agosto de 2009

¡Asalto!


Espero equivocarme pero como van las cosas en Mèxico, mucho me temo que en el futuro cercano (aunque ya se ve y se siente, desde hace años) medio Mèxico va a robar al otro medio Mèxico para sobrevivir.
*¡uh? Creo que el comentario està por demàs sobrado.
*Esto (el dibujito) es resultado de estar mucho tiempo en el trabajo encerrado, sin realmente trabajar.
*¿Alguièn podrìa pasarme la càpsula con cianuro, con sabor mentolado?
*Es sàbado, es tarde ( de hecho ya es domingo), deberìa estar ebrio -o en casa finjiendo ser un buen tipo y "normal" y no un engendro maldito-.

jueves, 20 de agosto de 2009

Ansiedad final


(9)


Son las doce de la madrugada, desperté hace tres horas y las ganas de escapar de este pequeño infierno oscuro y cruel son avasalladoras, tengo escalofríos, mi cuerpo tiembla incontrolablemente por instantes, la fiebre me transforma, “algo” ruge en mi alma, quiere que le dé al cuerpo “lo que necesita” para seguir la rutina macabra noche tras noche, sin piedad ni para mí mismo.

Casi no puedo resistir y me he rasgado mi propia piel con mis uñas que buscan liberar al preso dentro de mi ser, he probado lo anhelado por mi naturaleza maldita y no ha sido suficiente ¡Deseo más, con todo mi ser, deseo más! Hace dos noches a costa de mi pobre Jehyzel, me deje llevar por el ansía de poseer aquello que es lo más valioso, traicione su amistad y su naciente amor y ahora lo necesito, deseo, lo anhelo más y más. Sé que no podré resistir mucho tiempo este sufrimiento inmisericorde.


Jehyzel accedió a conocer mi pobre y oscura morada en aquella vieja casona, se sorprendió un poco al observar el austero lugar, que ya era más apto para vagabundos que para una persona vestida con ropa recién comprada como yo; le dije que en ese lugar siempre había residido, según lo que podría desentrañar en mis memorias, le dije que realmente ese lugar no representaba más que mi morada de descanso y muchas veces me parecía más bien mi prisión.

Me preguntó por el lugar donde dormitaba y yo la guie por el lugar hasta llegar a una de las habitaciones principales, llena de telarañas y polvorienta. Jehyzel se sorprendió aún más y creyó que estaba bromeando.

—¿Cómo es posible que alguien viva en tan terrible lugar? —pregunto, yo le contesté señalando una abertura en la pared de cemento, una grieta por donde escapaba una pequeña y débil luz.

Jehyzel se acercó extrañada, quizás todavía pensaba que era una broma, pero la seriedad reflejada en mi cara le mostraron que no era así, la ayude a pasar con cuidado y ella por fin presencio mi fría recamara, entre muros más antiguos que los de la casona. Encendí las velas para que sus ojos verdes examinaran y se familiarizaran con el lugar, realmente no había mucho en esa habitación, mi lecho era antiguo, hecho de concreto cubierto con remedos de cobijas y sueños eternos; los pocos muebles eran de madera ya vencidos por el tiempo, un poco de luz del exterior llegaba por unas ventanas protegidas con barrotes, realmente no había forma de salir de la habitación más que por la grieta de la pared.


Jehyzel no entendía porque usaba aquel lugar en vez de las otras habitaciones de la casa que posiblemente estarían más cómodas. Yo le hice saber que en esa lúgubre habitación había despertado y no me sentía a gusto en ninguna de las demás habitaciones. Jehyzel era la que ahora demostraba no estar a gusto con el lugar y para tratar de no inquietarla más la invite a salir al patio de aquella casona, patio que yacía descuidado pero que a la luz de la luna se veía fantasmagórico y mágico a la vez, con su pequeña fuente seca, adornada con ángeles carcomidos, con sus árboles con raíces que ya no respetaban e invadían por doquier.

Había banquitas de metal ya oxidado, yo limpié de la hojarasca y el polvo lo mejor que pude una de ellas y se la ofrecí a Jehyzel, pero ella prefirió estar de pie admirando la luna llena y respirando el airecito nocturno. Yo la contemplaba ensimismado con su figura como ella lo estaba de la luna, a mí me parecía que la luz plateada la cubría desde la cabeza hasta la punta de los pies otorgándole un resplandor de diosa nocturna, ella pronuncio entonces las siguientes palabras con las que me sacó momentáneamente del hechizo lunar:

—No sé cómo puedes vivir en esa habitación parece más una prisión que un lugar para dormir, no entiendo porque de hecho esta casa no está invadida por los vagos, o como puedes dormir sin el peligro de que alguien llegue a meterse a esta casona mientras descansas.


—No sé de las razones de la gente para eso o aquello, pero a fin de cuentas creo que a la gente le parece que el lugar está embrujado y la mayoría lo elude, como tú que prefieres estar aquí afuera que allá en ese lugar muerto.

—Bueno no es para tanto, he estado en lugares más “embrujados” que este, además junto a ti, ésto no está tan mal.

—¿Junto a mí? Mis ojos se fijaron en los verdes de ella y su boca sonriente se fue acercando a la mía mientras, la sonrisa su sonrisa se transformó en una invitación al beso, un beso desbordante de amor y pasión. La sujeté de la cintura con una mano y con la otra acaricié su espalda hasta juguetear con su pelo, mientras nuestras lenguas se trenzaban y las caricias aumentaban de tono. Los dos estábamos listos para poseernos mutuamente sin dar ni pedir cuartel.

Y fue de esa forma en medio de aquella pasión desgarradora que emergió de mi ser aquella familiar sensación maldita que termino anulando todo lo demás, y esta vez ya no me opuse y dejé que todo fluyera como un río, acabando y deshaciendo todo lo puro en aquella relación.

El ansía de saciarme me dominó por completo y la vida de mí Jehyzel llegó a su fin por medio de un ósculo maldito, desgarrador, lleno de dolor a su cuello, a su artería, mientras la luna fantasmal se ocultaba tras nubes borrascosas, mientras sus manos arañaban mi espalda con fuerza al principio, para después desvanecerse toda chispa de voluntad. 




El ansía había sido saciada al menos por esa noche y para cuando me percaté de lo realizado, era ya tarde para remediar el acto atroz.

Cuando desperté del trance maldito, Jehyzel era una vela que se apagaba totalmente pronunciando sus últimas palabras, murmullos, murmullos que acababan diciendo “Ya voy amigos, soy luz”.

Aterrorizado grité como un loco y desgarré mis prendas y mi carne, llorando lágrimas negras amargamente por el resto de aquella maldita noche.


                                             

Anoche sepulte a Jehyzel en el patio, y una tormenta dificultaba tan horrenda labor, convirtiendo la fosa en un pantano en donde acabe sumergiendo el baúl antiguo y grande que acabó como ataúd de la belleza marchita por mi sed profana.

La tarea de sepulturero y la culpa terrible apenas si mermaban un poco las ganas de salir a la noche y buscar ese elixir prohibido que ahora me resultaba intoxicante y necesario para quitarme está ansiedad terrible. Toda la noche luche contra el impulso maldito que me devoraba incitándome a saciarme.


Hoy estoy recostado en mi lecho de siempre, ahora ya pasan de las doce de la madrugada y las fuerzas oscuras que me rigen me torturan con un posible escape en medio de esta madrugada maldita que no quiere avanzar y rendirse al alba pronto. ¡Quiero salir y saciarme, quiero degustar y matar para alimentarme! Sé que no aguantaré otra noche más, por lo tanto mientras tengo un poco de voluntad, he preparado mi final, he quemado los documentos y la contraseña que me hacían dueño de la cuenta del banco, una identificación de hace veinte años, todo aquello que me facilitó el disfrazarme de oveja siendo un lobo, un depredador terrible e hipócrita hasta conmigo mismo.

Por último he afilado una madera de roble, he hecho su punta aguda, tanto que estoy seguro que no se necesitara de ayuda ni mucho esfuerzo para que penetre mi podrido corazón «si es que lo tengo», por tradición esto debería de servir para acabar con mi infame existencia.

No, no tengo colmillos, mi boca es por demás normal, literalmente mordí y desgarre el cuello de mi bella Jehyzel para después beber su preciosa sangre, pero a fin de cuentas lo horrendo de mi ser, mi esencia es la misma que la de aquel ser envuelto en leyendas de noches idas.



Ya no puedo soportar más, él ansía, está ansiedad terrible me consume, quiero escapar, rezo a un Dios que no conozco para que mi solución basté. Pues no quiero despertar dentro de veinte años con la memoria pérdida en brumas, con ansía falsa de relacionarme con mis “semejantes”, de “socializar” para al final acabar con la vida de otra criatura bella como mi ángel.


Empujó fuerte la madera, siento un calor emerger de mí, pero sé que ese calor no me pertenece, le pertenecía a ella, su recuerdo me da valor y empujo más fuerte contra mi pecho, la oscuridad me envuelve......

¡Solo quiero descansar!...... ¡No puedo esperar más!

終わり 
FIN
*Este remedo de historia, esté relato maldito, está dedicado con amor y añoranza a todas esas historias, películas, visiones, versiones y perversiones llenas de seres oscuros profanos y malditos con los que se entretuvieron mis ansías de llenar con fantasías mi imaginación en aquellas noches lejanas de mi niñez.

México ® 20/08/2009 Salvador Méndez Z







lunes, 17 de agosto de 2009

¡Banzai!




Todos los fines de semana, todas las noches de esos fines, se alista, siguiendo todo un proceso, como si realizara un ritual ancestral. Se baña, se afeita, se viste con su viejo pero eso sí muy cuidado traje, se cepilla el pelo sin cambiar nunca su estilo bien peinado como para foto de escuela, se coloca su viejo reloj imitación de chapa de oro, se calza los zapatos de “baila mi rey” (que nunca han sido utilizados para esa acción), se planta frente al espejo, sacando pecho con pose de matador listo para partir plaza. Muy conforme con su fisonomía, sale de su refugio del tiempo para encaminarse al templo del dios Baco, el que quede más cercano, para rendir su tributo de libación, como ya es costumbre y hasta de sentimiento obligado, saca un solitario cigarrillo de la cajetilla (la segunda en el día), saca su buen encendedor con el relieve de la cara de un mítico Ché (el cuál le parece ahora, más un héroe de Hollywood, que un guerrillero defensor de los pueblos, pero eso sí, le pareció fantástico a la hora de comprar el encendedor), y

hace que la llama del encendedor acaricie al cigarrillo con su lengua ardiente, coloca el cigarro entre sus labios ya demacrados, lo besa, aspira ese fantasmita grisáceo que emana del cigarro con promesas de acabar con el deseo, pero obvio el efecto placebo, solo dura mientras vive el cigarrillo, de todos modos lo saborea. El humo invade, su cuerpo a través del sistema respiratorio y a pesar de las protestas crecientes a grito ronco de sus pulmones, a él le complacería que invadiera incluso su alma, siente como se funde en su organismo, lo atesora y lo deja ir llevándose una parte de él en ese humo que sale ahora por su nariz, dejando mucho del tabaco atrás.



Por fin llega al lugar, al templo de sus oraciones, oraciones embotelladas como mensajes de náufragos en mares sedientos de sangre, de sangre de Cristo, vino que ahora se vende para lavar pecados aunque sea por una sola noche.

Los conocidos de siempre en el lugar lo miran llegar, algunos saludan con la voz, otros con un ademán y no falta quien desde un rincón lejano emita un clásico silbido en conmemoración y remembranza a la que engendro a tal engendro con disfraz humano.

No se toma nada a mal, ni siquiera ese último saludo, lo malo sería el ser ignorado y no pertenecer ni siquiera a ese gremio de distinguidos caballeros, héroes de mil batallas libradas contra la razón y la abstinencia.

Ya en la barra, solicita que se le acerque el veneno embotellado con el que de costumbre se mata poco a poco, con el sabor ansiado que ya es amante de su paladar.

El cantinero le comenta lo raro que se le hace el hecho de que prefiera ese velatorio de pobres diablos a estar en un antro con el ambiente y música de moda.

Él toma su vaso y antes de que el alcohol toque sus labios le da la siguiente contestación: —En esos lugares hay mucha gente, mucho ruido y así me es imposible escuchar los gritos agónicos de mi hígado, soy un poco sádico y me gusta escuchar a mi victima cuando lo estoy matando.



La noche avanza, adquiere su segunda botella y su tercera cajetilla, se retira al área de los fumadores para no molestar a los borrachos que no fuman pero que parece ya hace mucho tiempo se hicieron humo. Repite el mismo ritual para el cigarro, después para seguir bebiendo, después para seguir muriendo.

Ya para la madrugada decide tirarse a matar entre los muslos de una desconocida bien conocida y saciar la sed del cuerpo, otra vez se le olvido el condón, pero el alcohol le hace creer, otra vez, que esta templado por el fuego del erebo y que no hay más mal más que la vida misma, de la que ya no puede esperar más daño, que el simple hecho de vivir.



Despierta al otro día, ya de tarde y se retira a su vieja morada de olvido, para seguir en sueños la travesía de viejos recuerdos, el lunes regresara al trabajo a fingirse entre los vivos, pero siempre con ganas del arribo del siguiente fin de semana (aunque últimamente hay veces en que se le da naturalmente entre semana) para repetir el ritual consagrado de una muerte que no llega del todo, pero que nunca se ha ido. Su mismo ritual de siempre, sus cigarros que nunca le abandonan, su botella que siempre trae una compañera, sus relaciones de amor sin amor con aves de paso que ya pasaron tanto, sus recuerdos que ya no recuerda tanto y su lejanía para con los demás que ya le es muy cercana y constante.

A veces algo parecido a la conciencia dentro de él, le fustiga con reflexiones en contra de una vida tal cual lleva, pero cada fin de semana hace oídos y pensamiento sordos a tales señalamientos, se aferra al vaso de vino, al cigarro, a sus pasiones, al ser como es y se confiesa consigo mismo, que muchas veces a deseado, al enfilarse a empuñar tales vicios, gritar un gustoso y merecido: ¡Banzai! Con todo las fuerzas que le permita su aliento funesto y sus moribundos y desgastados pulmones.



Nota. “Banzai” en el japón moderno se usa para celebrar, un acierto, una victoria, o en medio de un festejo, sería como un “bravo” un “hurra”.
El “Banzai” aquí utilizado en el relato está considerado desde la connotación negativa de nosotros los occidentales, que lo asimilamos a un grito de guerra emitido por los Kamikazes y soldados japoneses en la segunda guerra antes de matarse, gritando “TennouheikaBanzai”, una forma de decir “larga vida al emperador”, como una forma de aceptar morir por el emperador.
La palabra Hara-kiri estaría más correcta en este relato, ya que el personaje se ofrenda en cierto modo a morir aunque sea a través de los vicios, rechazando cualquier muerte natural a largo tiempo, pero debo de admitir que el gritar ¡Banzai! Al enfrentar la muerte aunque sea de esta forma es más atrayente.


17/08/2009 Salvador Méndez Z ®

Ansiedad 8tava-parte



(8)



He tenido que apresurar mis pasos al irremediable fin. La experiencia en los últimos días fue placentera, hermosa y gratificante en toda la extensión de la palabra.....y el desenlace fue por lo tanto inesperado y trágico.

Me creí vencedor ante la naturaleza oscura de mi destino y de forma estúpida acabé siendo derrotado, desterrado a las penumbras del alma de un demonio que vagaba por mis instintos y creaba desesperación en mi mente.

Anhelos falsos y dudas constantes, la pasión no era en sí pasión, la necesidad de comunicación, de acercamiento, solo era un disfraz para buscar la saciedad malsana de un espíritu arcano, todo sólo fue una trampa orquestada por mi propia naturaleza, por mi terrible forma de sobrevivir al olvido.



Ella era hermosa, juguetona, coqueta e irradiaba una vitalidad que me atraía con terrible necesidad de su ser, de tener toda su bella y mágica forma. Era joven, apenas si llegaba a los veintidós años y su cuerpo tallado en piel de diosa esbelto, balanceado, ágil y desafiante, era una bella pantera urbana evolucionada para sobrevivir en la ciudad. Sus ojos verdes dominantes, capaces de incentivar el ímpetu de cualquier amante atrabancado, su boquita capaz de doblegar con una sonrisa hasta al más fiero ejemplar de la ira, su cabello escarlata que cuando no lo llevaba atado, lo traía libre al soplo de un viento de atardecer, que le daba formas curiosas como de lenguas de fuego con brillos, destellos de polvo de hada, que me provocaban ensoñaciones de reinos perdidos bajo sombras del tiempo que no sería recorrido ya jamás bajo ningún sol, bajo ninguna luna y por ninguna alma.


Pero así era estar al lado de tan hermosa niña, niña a la que le encantaba el juego de ser una mujer fatal y sexy, era la carnada más deseada, para atraer a los depredadores en busca de cuerpos capaces de emitir sensualidad y provocar un calor sofocante en noches eternas llenas de libido proyectado para saciar, para acariciar, para unos besos llenos de antojo por tomar y poseer.

Esa era Jehyzel, envuelta en unos jeans ajustadísimos, una blusa que la mayoría de las veces era generosa al espectador, una chamarra vieja de mezclilla con parches cosidos de ídolos pasados y actuales de la música de rock y otros géneros afines. Un alma por demás aventurera, a veces con un sombrero, una chistera típica de principios del siglo pasado o como la de los presentadores del circo, Jehyzel tenía una vivacidad y energía tremenda que de alguna forma rara combinaba con mi sequedad de espíritu y mi melancolía, la cual inútilmente trataba de ocultarle. Ella, cada vez que vislumbraba la tristeza en mi persona, me recordaba lo tonto que era tratar de engañarla con un truco simple a una “prestidigitadora experta”, y es que la misma Jehyzel a veces revelaba en instantes fugaces una melancolía profunda que opacaba la luz de la llama que emitían sus ganas de comerse la vida. A veces la sorprendí sumergida en los recuerdos envueltos de niebla que le provocaba el contemplar su vieja chistera, la cual siempre cuidaba más que su vida. En alguna ocasión en una noche de las que compartíamos bailando cerca de la fuente de un parquecito, le arrebaté jugando, la vieja chistera y la mantuve en lo alto lejos de sus saltos de bailarina de ballet, mientras le decía de forma maliciosa que se la iba a birlar para que hiciera juego con mi destartalada alma. Jehyzel después de varios intentos infructuosos por alcanzarla, no tomó mi juego tonto a bien y acabó lavando sus mejillas con lágrimas de sus verdes y tiernos ojos, que como otras veces terminaron por doblegar y terminar mi travesura al instante. La abracé y sequé sus lágrimas y terminé por colocarle la maltratada chistera como si le colocara la corona a la princesa. Pues para mí era ella mi princesa Jehyzel.

Casi nula fue la información que me soltó acerca de su pasado o de la fijación por su chistera, algunas contadas ocasiones se le llegó a escapar que compartió escenario callejero con la tropa artística y aventurera de los “corazones solitarios” y que su vida no estaba regida por reglas convencionales, y que su papá (por remordimientos) le tenía una cuenta con la que ella cubría sus pocas necesidades y qué a pesar de que los miembros del espectáculo mágico callejero, estaban perdidos en las penumbras de un lugar cansado; ella, Jehyzel, volvería por ellos vestida de luz para mostrarles el camino de regreso a su vieja y querida ciudad.

Después de soltar éso, tan extraño incluso para mí, me sonría y me pedía disculpas por ser tan rara, yo le decía que lo raro le sentaba bien y le acomodaba tan bien como la luna a nuestro cielo y espacio de amantes de la noche. Reír y bailar, era gozar las noches, era gozar la vida que yo ya había olvidado.


No sabía, Jehyzel realmente no sabía, qué era lo que le atraía de mi persona, sólo sabía que algo le había impulsado a escoger de entre tantos perfiles el de aquél que era el más ignorado. Quizás por cansarse ella misma de vagar y ser ignorada, aunque a fin de cuentas lo más acertado sería decir qué, el ser clienta frecuente del mismo local de Internet al que yo acudía y los comentarios sobre mi persona que compartió con ella la encargada del local, fue lo que realmente produjo el encuentro y posterior amistad de dos seres perdidos.


Amistad maldita que llevaría a Jehyzel, hace menos de dos noches a meterse a la boca del león, o más bien dicho a la guarida de la muerte.


つづく

Continuará…

Salvador Mèndez Z El bohemio

Mèxico ® 17/08/2009


martes, 11 de agosto de 2009

"The blue way"

Sus pasos eran veloces cuál Hermes con destino a llevar un mensaje de los dioses, su fuerza la sacaba de la necesidad de llegar por lo menos cinco minutos antes de la hora fijada por su jefe, el que ya hastiado de tantos retardos, le sentencio cuál magistrado de la suprema corte con la condena de llegar temprano a partir del presente turno a menos que prefiriera la horca o más bien dicho engrosar las filas de los valientes...¡valientes y desempleados!, los olvidados de Dios, del gobierno y de la democracia moribunda de un país fusilado y fustigado por la indiferencia, la ignorancia y la avaricia de la clase gobernante mejor conocida con el nombre de políticos, gente que era recordada por la mayoría del pueblo con nombres innobles y peyorativos, aderezados con saludos no muy cordiales a su progenitora, Pero en fin la precaución y la preocupación por la posible falta de ingresos de dinero a su casa, por la advertencia de su jefe, le hacían sus pies etéreos cuál espíritu, -si es que los espíritus tienen pies-, the blue way era el destino al cual arribar, aunque a Natalia le parecía tan pesado el llegar al blue way como a Dorothy le debió parecer recorrer el yellow way para llegar a ver al mítico mago de oz, al final el regresar a casa no consistía en desearlo como lo hiciera la pequeña Dorothy, sino en surfear a través de las olas del tiempo durante las siguientes nueve horas, quizás once si le tocaba “hacer caja” y eso ¡claro! en caso de que si consiguiera llegar a la hora, si no, ni las golondrinas le iban a tocar y en vez blue way, le esperaría el temido black way de su futuro inmediato, Natalia acelero más su carrera, faltaban diez minutos y los nervios explotaban, tanta era su prisa que por poco no esquiva al tipo malencarado que doblo la esquina y que solo atino a vociferar un regaño a modo de: -¡Órale chamaca pendeja! ¡Fijate por donde andas!, ¡pendeja!. Natalia se puso roja de la cara tanto como lo estaban sus orejas después de escuchar tales señalamientos para el buen andar por la ciudad, solo atino a decir un ¡disculpe usted!, para enmendar su desatino, el cuál fue acallado por el rechinido de llantas que gimieron como perros del infierno al saber de otra alma que partía, sumado este ruido horrible al golpe seco y el grito del hombre que le había regañado, el cuál al prestar atención para el regaño se olvido de la atención adecuada y necesaria para cruzar calles ahora yacía en el pavimento boca abajo mientras un red way brotaba de su boca en abundancia, la gente se arremolino para poder observar mejor tan terrible infortunio mientras Natalia se persignaba sin volver la mirada hacia aquella escena que trascurría bajo la guía del experto director que era la muerte, Natalia seguía su carrera mientras imploraba con el pensamiento por el pobre hombre, a su vez que intentaba cerrar oidos a los comentarios que todavía le llegaban desde el accidente, solo un comentario más le llego y fue el siguiente al parecer dicho por un guardian del orden: -¡Huy pobre guey!, ¡mira nada más donde fue a terminar!, aunque a decir verdad yo observe la escena desde la otra esquina y vi como el tipo se distrajo con una muchacha de muy buenas carnes, de seguro se voltio a decirle alguna leperada y mira como acabo, ¡pobre pendejo!.
Natalia seguía y seguía, por más que trataba de borrar de su mente aquel tremendo incidente, no le era posible, son esa clase de vivencias que no cicatrizaban pronto, memorias con las que se construía el grey way de la infelicidad y el remordimiento. Ya faltaba poco, ahí se vislumbraba ya la puerta de ingreso de los empleados, Natalia derrapo un poco al frenar su loca carrera, falto un mísero espacio para que su físico se estampara en la puerta, la cuál se abrió de pronto como la bocaza de un drogadicto que se disponía a ingerir una pastillita de viaje al cosmos, a Natalia le pareció ver emerger la lengua ansiosa de aquella boca, la cuál resulto ser solo la fisonomía de su jefe en todo su esquelético esplendor trajeado, quién le dijo -¡Vaya!, otros dos minutos y estabas fuera del olimpo, de ¡mi olimpo!, ¡checa tu entrada y manos a la obra!.
-¡A la orden!- aunque en el fondo de sus pensamientos, aparecía la frase completa jamás pronunciada de ¡ a la orden maldito esclavista culero!,-
Con su uniforme ya listo para dar el noble servicio de mesera, sumado al ridículo y pasado de moda corbatín que les hacían usar en vez de algo más moderno como había visto en otros antros, todo ya enfundando su bello cuerpo, tal armadura y agarrando su charola como si fuera su escudo para cubrirse de las flamas terribles del dragón en forma de los ya varios clientes que se preparan para disfrutar la velada, salió Natalia valerosa- aunque sin la fe de San Jorge- y no tardo la respetable clientela en ver su preciada presencia y como si se hubieran puesto de acuerdo y en emboscada al grito de ¡disparen al verles el blanco de los ojos!, que en fusilarla a ella y compañeros con múltiples solicitudes de bebida para llenar el buche y hasta las neuronas, -que al parecer era creencia y fe de aquellos jóvenes de que el alcohol era muy bueno para las neuronas-pues libaban como cosacos sin dar ni pedir cuartel mientras la sinfonías estridentes trepidantes de los grupos del momento retumbaban el lugar como si estuvieran las paredes siendo cañoneadas tal Bastilla en plena revolución francesa, aunque para ser más justos era tal alhóndiga de granaditas y Natalia cuál pípila iba y venía con su charola llena de vasos llenos de líquidos embriagantes de mil colores y sabores para después a la inversa transportar vasos llenos de puro aliento y restos de baba de los jóvenes alegres, una y otra vez sin descanso, hasta en que en determinado momento de aquella velada los ojos de Natalia descansaron en los ojos de verde mirar que la transportaban por el green way de una pradera al paraíso de los sentimientos despertados por aquel chico el cuàl desde hace ya varias noches al mes, en el que en sus visitas y asaltos para embriagarse y bailar en el antro, poco a poco fueron robando la atención de la mesera, él le sonrío y después de un ¡hola!, le solicito dos bebidas, Natalia, quizás cansada después de tanta carrera y ajetreo del trabajo le dijo que si con la cabeza, pero sus pies seguían pegados frente a él y sus ojos estaban peor, totalmente fijos al verde hipnotizante de aquella mirada de vivora antes de engullir a su próxima victima, Natalia sentía su corazón latir fuertemente brotando de él un pink way que le subía al cerebro nublándolo para después caer en picada más debajo de su vientre gozándolo, ella parecía petrificada destinada a permanecer en ese hechizo perpetuo toda una eternidad, hasta que el hechizo fue roto por la fría mirada de una güera en pos de guerra, de mirada fría de ojos azules, azul pupilente, que con la mirada más penetrante y cruel le decía sin decir nada -¡Pierderte!, mandándola a un seguro way to hell, para inmediatamente tomar al chico del brazo y apartarlo de la facilota de la mesera-según la güera-.
Natalia tuvo que regresar del mundo de la fantasía al real mundo del trabajo de cuál no escapó más que cuándo aprovecho diez minutos libres para salir a fumar un cigarro mientras observaba la luna plateada e imaginaba que de aquella esfera mágica emergía un silver way que descendía y la secuestraba para librarla de las faenas que la acababan noche tras noche en aquel “blue way” que cada noche tenía menos de blue y más de brown. Las horas por fin dieron tregua aquella noche de caminos multicolores. Natalia por fin escapó de aquél maldito blue way a las seis de la mañana- pues le tocó la caja-, camino dirección al transporte mientras la oscuridad cedía poco a poco en el firmamento a un bello y real Sky Blue que se extendía como la capa tendida del caballero ante el paso de una emperatriz Natalia que encendía un cigarrillo para portarlo en la mano y colocarlos entre sus labios que aspiraban el humo gris con el cansancio y resignación característico de una alma cansada de seguir en el camino.

Ansiedad 7ma-parte

(7)



La esencia, el sabor y el erotismo provocado por aquella fugaz ave de paso, con la que intercambie palabras y sentimientos forjados con saliva, pasión y la lucha de nuestras lenguas que buscaban ganar lo mejor de la noche en medio de aquel arrebato de pasión, todavía vivía en mi piel. Todo eso permanecía en mi paladar, todavía persistía en mi olfato el perfume de un sexo femenino en la cúspide del deseo y me volvía loco.

A pesar de calarme el recuerdo de mi huida provocada por engendrarse en mí, un deseo horrible que tuve que abortar súbitamente, y con mi conciencia que me hacía notar que no iba a lograr controlar aquellas sensaciones malditas que hacían erupción cuando me encontraba cerca de las personas, sobre todo de sexo femenino, me desperdigue en la noche y no importaba a qué lugar fuera, irremediablemente era preso de esta ansiedad. 

Me dominaba en las calles, en las plazas, en los lugares de reunión en donde yo no me reunía con nada más que el deseo. Creía sentir un hormigueo bajo la piel cuando más cerca me encontraba de las bellas flores de mi deseo. No importaba en donde estuviera o el tiempo que tratará de controlar aquella necesidad profana, tarde o temprano emergía de mí cuál onda expansiva generada por la explosión de mi insatisfacción y locura, no había descanso bajo la sombra protectora de algún refugio del corazón para sobrevivir al temporal agrio de la desesperanza.



Recuerdo que después de vagar varias noches seguidas tratando de no sentir tan oscura necesidad, una noche del mes de octubre en que la luna llena libraba batalla contra algunas nubes egoístas y celosas que querían para ellas solas el firmamento nocturno adornado con estrellas tristes. Mis pasos me guiaron al establecimiento en donde aprendí el arte de charlar con un humano a través de la inexpresiva pantalla de una maquina ajena a considerar y estimar el tacto frente a frente y piel a piel. La encargada me reconoció al instante de cruzar el umbral de entrada a su negocio, me sonrío y me señalo la máquina de siempre, tomé asiento y me adentre en el infinito de información que representaba el internet.

—Hace mucho que no venías por aquí —me comento la encargada a mi espalda.

—¡Sí! Estaba ocupado y algo inquieto sumergido en otras necesidades.

—¿Ya superaste la inquietud de conocer a alguien a través del internet?

—En realidad no, pero en este momento me interesa más encontrar información de temas.... algo extraños.

—¿Temas extraños? ¿Qué tan extraños y acerca de qué?

—Hay alguna...explicación por así decirlo, de por qué alguna persona se sentiría con la necesidad avasalladora de...bueno cuando está cerca una persona sobre todo del sexo opuesto, tener la necesidad y un deseo profano y terrible, una pasión oscura de querer digamos.... poseer a esa persona y no sólo a esa sino a todas las que llegará a observar de cerca, como si el diablo le tentará constantemente o incluso todo esto fuera una necesidad de su ser.

—¿Una necesidad profana, como producida por la tentación del diablo, un deseo terrible hacia el sexo opuesto?¡Mmmhhh, me suena como los demonios del deseo.

—¿Demonios del deseo?

—Algo así, lo leí en Internet, en un portal de esoterismo y fantasmas, de esos de los que les gustan a los que no tienen nada que hacer luego, como tu servidora.

—¿Pero cuáles demonios del deseo son esos?

—Creo que se llaman Íncubos o Súcubo, unos se fajan a las mujeres y otros a los hombres, pero no me preguntes cuál se faja a cuál porque no recuerdo.

—¿Y después de ese “faje” qué sigue?

—¿Qué sigue? Pues... ¡se han de casar y tener ìncubitos o sùcubitos! ¡Ja,ja,ja, perdón, bromeo! Mira que yo sepa nada, su función es fajarse a sus víctimas y ya, sòlo son, yo creo, como la representación de los pecados carnales, me imagino que los inventaron para asustar a las mujeres y hombres en el pasado para que tuvieran cuidado con sus modales y forma de ser, para que no anduvieran de lujuriosos y mal pensados y así no provocar el ataque de uno de estos demonios ¡Ya ve lo que inventan los mismos seres humanos para joderle la felicidad a los demás! Bueno te dejo para que sigas investigando, además ahí viene otro cliente.

—¡Gracias!— «Los demonios de la carne» pensé, pero “solo se dedican a..fajarse a sus víctimas y ya”, quizás tanta caminata por la ciudad me hacían buscar soluciones o explicaciones fantásticas para mis experiencias agobiantes, quizás existía alguna enfermedad totalmente analizada por la ciencia y yo solo estaba divagando y naufragando entre falsedades, además yo estaba seguro de que no eran solo las ganas de tener sexo lo que me inquietaba de aquella forma cuando me encontraba frente al sexo femenino, no, no lo eran, yo esperaba algo más, algo más que no me atrevía a considerar.

Me dediqué a buscar la mencionada “enfermedad” por medio del internet, pero mis búsquedas en la mayoría de los casos me llevaron a páginas cargadas de pornografía por lo que desistí y mejor me dedique a revisar mi correo electrónico, encontrando sólo mensajes basura que suprimí de inmediato. Estaba a punto de cerrar mi correo cuando un nuevo mensaje hizo acto de presencia en la bandeja de “recibidos”, el cuál al lado de la dirección de: mailto:tuya.jehyzel@.com, se leía como etiqueta del mensaje la leyenda “Dispuesta a conocerte”.

Extrañado abrí ese correo y las palabras desfilaron poco a poco como si las degustará con la mirada, el texto entregaba el siguiente mensaje:

“¡Hola, me llamó la atención tu perfil en la página de contactos! ¿Por qué? Porque eres de los pocos que no tienen tantas visitas a su perfil, me imagino que es porque estás en la sección de los que no han subido imágenes o video para que los conozcan, tu perfil es interesante y bueno el hecho de no conocer cómo eres me parece más atractivo, le da un saborcito a misterio, dice en tu perfil que buscas amigos o amigas para platicar e intercambiar experiencias de vida, bueno pues yo estoy dispuesta, así que si te interesa ¡escríbeme!

Tuya (amistosamente) Jehyzel

PD.

No soy para nada fea (aunque esté mal que yo te lo diga)”


Profundamente consternado ante la recepción de aquel mensaje, tan esperado pero nunca recibido en noches anteriores de meses ya muertos y a pesar de mi maldición, después de reflexionar mucho tal cuita, decidí contestar aquel correo con un:

“Me encantaría, cuándo tú quieras y dispongas, ahí estaré, aunque el tiempo me devore poco a poco, con sus días y noches unidos cuál eslabones de una cadena de eternidad”.

A tus órdenes (amistosamente) Lucas Donar

PD.

No importa tu aspecto, busco un alma afín y una relación más allá de lo material.

Mis dedos oprimieron y el mensaje fue enviado...... junto a mi último bastión de esperanza.”


Me encontré de inmediato inmerso en una gran felicidad ¡No puedo esperar más!



Continuará…

Salvador Mèndez Z El bohemio

Mèxico ® 11/08/2009





miércoles, 5 de agosto de 2009

El escapista




Marcos despertó aquél día con el ánimo que emulaba al del enterrador que tenía que levantarse, agarrar la pala y cavar sus acostumbradas fosas para los fríos muertos que nunca se querían quedarse en su nueva morada y parecían uno tras otro aferrarse a la espalda del enterrador para salvarse de naufragar en los mares del olvido.



Marcos estaba cansado de seguir sus mismos pasos de siempre a la cocina, tomar su vaso de leche de siempre para que su estómago no retuviera de más el emparedado que devoraría con su café de las ocho en su trabajo. Su vestimenta estaba lista desde la noche anterior, era su uniforme de pelea, con el que libraba arduas batallas contra las horas de monotonía y hastió que se escudaban tras los argumentos de los deberes y obligaciones y las responsabilidades para con los suyos y para consigo mismo.



Así en el horizonte se vislumbraban sus futura horas del día, enclaustrado en aquel edificio gris en donde sus ganas se colapsan bajo las asignaciones de costumbre, sepultadas minuto a minuto bajo toneladas de cotidianidad.

Las esperanzas de un cambio en tal rutina habían sido dadas en trueque hace ya muchos ayeres por un cheque que apestaba a costumbrismo y resignación, no había de otra más que mendigar aquella “dadiva” girada cada quincena con la cual, como un ilusionista de circo barato, les hacía fantasear a su familia por dos días o tres (nunca por una semana completa) que eran gente sin dolencias económicas y por lo tanto se daban vida y comían bien únicamente los pocos días mencionados, teniendo en cambio durante el resto del acto circense de la vida el menú de siempre con la sopa de papa, el arroz, los frijoles y cualquier guiso que no demandara buena liquidez del bolsillo.

Aunque a decir verdad siempre cualquier “lujo” exigía cada vez más, igual que los acreedores y demás deudas que se arrastraban rechinando por la conciencia de Marcos como las mismísimas cadenas arrastradas por el fantasma de Canterville.

Él no maldecía su suerte o al destino, porque al final era totalmente honesto en reconocer que su existencia tan problemática y sobre todo tan extenuante y rutinaria, no eran más que resultado de sus decisiones de las que estaba seguro nunca había elegido una que realmente ayudara a prevenir contra el regreso tan funesto del cometa que traía la maldición de la rutina a su vida diaria.



A las dos de la tarde escapaba un poco de aquel sin sabor de sabor a infierno laboral solo para caer por cuarenta y cinco minutos en el absurdo de un repetitivo más. Los empleados famélicos se amontonaban frente a los puestos de comida, como los lobos o más bien como los cerdos ante el granjero, todos apilándose uno tras otro para llamar la atención del despachador para que atendiera sus pedidos sin tanta demora, y el buen despachador atendía las solicitudes de cada uno como mejor podía sin perder tanto el hilo de lo que cada hambriento quería y así como él, todos los demás despachadores atendían a su tan siempre corta de tiempo clientela, era un comedor aceptable para una parca devoradora de tiempo, esparciendo las sobras a la triste vida.



Marcos se iba a sentar a una banca a fumar después de comer cualquier cosa, y se quedaba con sus ojos tan fijos en una mirada de insatisfacción, observaba a toda esa gente tan parecida, tan símil en esos instantes, tan al acecho de la comida, a los perros o a los cerdos que se aprestaban al escuchar a sus cuidadores esparcir el ansiado alimento y él era de forma irremediable otro más de ellos. Él encendía un cigarrillo y volteaba al infinito engalanado de nubes turbias como esperando ver caer una migaja que le tiraría algún “cuidador divino del infinito” para él, un cerdo más de la granja urbana.

Y al final sólo aspiraba el agrio humo gris y decía para sí «¡Nada! Bueno, no te preocupes, está bocanada cigarro me apetece mejor que todo el maná que les diste a tus seguidores en aquel desierto, ¡disculpa si me atasco de este suspiro grisáceo! Tengo gula tremenda para degustar este humo»



Terminándose el tiempo de comida Marcos regresa a la cárcel de concreto gris para ver como danzan los minutos y las horas un vals eterno inmisericorde, mientras todos los empleados a su alrededor se consumían igual que él frente a la pantalla de sus equipos de cómputo.



Él resiste y persiste en aguantar el paso del tiempo que avanza como caracol dejando tras de sí rastros babeantes de segundos muertos, todo esto mientras se atrinchera como puede para el embate persistente de su jefa o de su jefe que busca de cualquier oportunidad para recordarle a sus vasallos el por qué es él o ella la que manda.

Por fin el tiempo le da la tregua a un desabrido Marcos, al que sin embargo la ironía le recalca que con el azúcar tan alto en sus venas más bien debería de ser un Marcos dulce, pero en fin la hora de la salida por fin coqueta con él quién se apresura para escapar dentro de un apretado elevador, para qué en la calle pueda subirse a un más apretado camión y sumergirse después en un más apretado tren subterráneo para llegar a su morada en donde nada más cruzar el umbral Marcos se siente como un intruso, saluda a su parentela con desgano y pasa rápidamente para no taparles con su agrio aspecto de trabajador carcomido, al reluciente galán de moda que enarbola la pantalla.

Marcos se da cuenta de que ¡la hipnosis existe, es real! pero no es un don de los seres humanos, es un don que le pertenece a esa caja negra de ojo emisor de colores brillantes, tal cíclope futurista llamada televisión, que mantiene a su mujer, su suegra, hijos e incluso a un pequeñito de menos de cinco con la vista perdida en aquella pantalla (a veces hasta el perro se queda hipnotizado).



Marcos suspira con resignación y se pregunta si se darán cuenta alguna vez, aquellas pobrecillas almas, de que les cuentan una y otra vez la misma historia tipo cenicienta, en diferentes matices quizá, pero al fin al cabo es el mismo cuento “teledramón” de siempre desde las tres de la tarde hasta altas horas de la noche. La respuesta es un no rotundo, ya que ellas y ellos están tan encadenados y esclavizados como el mismo Marcos lo está a sus gustos, a sus vicios, a sus insípidos deberes y la vida que es un cliché absurdo de la vida misma, un continuo déjá vu que siempre deja el sabor a un “lo mismo, al ya lo hice, a esto ya lo viví”, porque en efecto ya se ha vivido.





Marcos da las buenas noches al televisor sin dirigirse a su familia y la familia dirigiéndose al buen Marcos, que podría ser tan etéreo para ellas como el mismo Dios, le contesta con un “buenas” al unísono sin quitar la vista de la pantalla.



Él prepara su ropa para el siguiente día y se ducha para refrescar lo irrefrescable. Su vida y la de los demás es tan añeja por repetitiva casi como si siguiera un ritual todos los días con la obstinación de los frailes, todos los días volver al continuo espacio-tiempo de lo mismo.

Marcos soñaba con escapar algún día, alguna vez se lo contó a un amigo que viendo la franqueza con que Marcos se lo confesaba, le pregunto: —Mi buen Marcos, ¿No pensaras escapar por la puerta falsa, o sí?



Marcos le contestó contestaba más franqueza con un “¡No! Aunque el libro me parece aburrido y repetitivo, lo leeré hasta el final, por compromiso con el autor que soy yo mismo. No hay escape a estas penumbras por más que se les busqué una salida, una claridad”.

Así Marcos, a veces se veía a él mismo y a los demás como pequeños “Houdinis”, magos, ilusionistas, escapistas atados con sus cadenas de vicios y responsabilidades impuestas, heredadas o adquiridas, pequeños Houdinis atados en el interior del baúl, buscando la llave, la ganzúa, lo que abriría los candados para zafarse de esas cadenas absurdas de un destino efímero y consumar por fin el escape.

Pero al igual que le paso al gran Houdini, tal escape no existía y Marcos se veía a sí mismo hundirse entre las aguas de un triste desanimo con rumbo a los abismos insondables de una oscura desesperanza.





05/08/09 ® Salvador Méndez Z