jueves, 25 de febrero de 2010

Telarañas de agua en el cristal

Lluvia de tarde noche, viejo caos vial de ciudad de siempre, náufragos de viaje en busca del hogar, las gotas del cielo suicidándose en las conchas de vidrio de los autos, de los autobuses, de cualquier animal motorizado, todos se ahogan en el trafico esperando la esperanza de llegar a casa, casados con la ansiedad, malhumorados por el retraso de todos los días y ahora con humedad, a la mayoría les molesta tanto camino y tanto tiempo desperdiciado, tiempo del bueno que la mayoría preferiría perder frente a sus pantallas inmersos en tele dramones muy simplones, lluvia y trafico enemigo de la asociación con el sofá, pero siendo justos miles también buscan el merecido descanso después de envejecer atados al sueldo que nunca los dejara descansar hasta ir a descansar al camposanto, miles maldicen el pesado camino, miles suspiran con los sueños futuristas de autos voladores que crucen el firmamento tan raudos como recuerdos, amores de lluvias frías que se tornan calidas con besos y abrazos tibios de saliva con deseo, todo bajo la protección ineficaz de un solitario paraguas, ricura húmeda de los cuerpos atados una noche de lluvia en una ciudad con vialidades hechas ríos desbordándose de peces de metal, humedad en el cuerpo, humedad de los rincones del placer, agua divina del cielo que se mezcla con agua divina del cuerpo, los amantes fluyen por los ríos de caricias, se unen al flujo de la noche mientras la mayoría gruñe, ellos disfrutan de una lluvia mas intima. Viejos recuerdos líquidos se estampan poco a poco en el parabrisas de mi alma, en las ventanas del transporte, observo a las pequeñas arañas kamikazes liquidas destrozarse en el parabrisas, se estrellan y forman pequeñas telarañas de agua, una tras otra, una telaraña aquí otra allá, tratan inútilmente de traspasar el cristal de indeferencia de la gente para enredar con su tela húmeda a su presa en la remembranza de los tiempos idos, de las noches con estrellas muertas, de lluvias de arañas de agua que tejen sus telarañas en parabrisas; un sujeto en el asiento cercano me observa me pregunta si me gusta mucho ver llover, le contesto que me encanta más cuando soy niño, me encanta más cuando soy de nuevo travieso, me hubiera gustado contarle de las pequeñas depredadoras liquidas que cazan recuerdos pero el individuo voltea su atención al mundo de Morfeo para engañar al cansancio, yo regreso a la ventana y al parabrisas, a las telarañas, a observar a los amantes de paraguas compartido, a los recuerdos que cruzan firmamentos de estrellas muertas, a viejas noches de trafico en ciudades que mal imitan a la Europea Venecia, aquí no hay góndolas solo navíos de metal y polímeros, drenajes que se ahogan, gente que maldice, telarañas de agua en los cristales.

martes, 16 de febrero de 2010

Dìa de San Valenguack

Johana ¡La cabròna!