viernes, 12 de marzo de 2010

Johana





La evolución del cerdo

Aquellas creaturas que respiran comen y aman de forma tan encantadora, como quién tiene un mundo para desperdiciar, aquellas creaturas que observan a sus semejantes en busca de oportunidades para joder, que un día te tratan como su igual (¡Gracias a Dios que no es uno su igual!) y que otro día te atacan a bocajarro echando en cara todo lo mal que has obrado o lo que ellos consideran atroz en tu persona, aquellos que están esperando cualquier oportunidad de lobo para morder a la yugular y no parar hasta que se este inerte y desangrado, hijos buenos de Dios que lo nombran cuando fingen pureza de corazón, que incluso se duelen de los males de aquellos a los que azota una tragedia, que se creen llenos de buenos deseos por el solo hecho de creerse tan gentiles, aquellos que obran en contra de otros con acciones que se miden dentro lo establecido, dentro las normas de “Yo tengo el poder y por eso la razón”, esas “razones” que solo salen a relucir cuando a estos seres les conviene, cuando es a su favor, cuando tienen el juego a su favor, seres de naturaleza inmadura disfrazados con la sabiduría “de esa que dicen, se obtiene con el puesto”, asesinos de voluntades, destructores de confianza, confianza que se ganan con sonrisas, sonrisas de aquellas que me parecen ver en un perro antes dar la dentellada, traicioneras, malas intenciones que se llevan a cabo de manera tan natural como el respirar, llenos de odio contra aquellos que no han podido controlar, contra lo que nunca pueden controlar, por que al final no son amos de nada realmente, solo cerdos al servicio quizás de cerdos de mayor tamaño, fingen tener sentimientos, de tener fe. De tener la razón, de ser trabajadores y ordenados, de ser buenos padres, de ser buenos esposos, buenos amantes, buenos compañeros, buenos hijos, buenos amigos, fieles, buenos patrones, buenos empleados, buenos humanos, la tierra se desquebraja, se quema, se vuelve un ser asmático, tantos fantasmas grises que salen de las chimeneas de las empresas que funden porquería y media de cerdos, bosque que se acaban, fauna que se muere, ni los mismos cerdos se salvan de matarse así mismos, ni los mismos cerdos se salvan de morir por su estupidez y su necedad, los cerdos evolucionaron, llegaron a ser hombres, evolucionaron hasta ser humanos y quizás muchos humanos acabaron involucionando en cerdos, aunque esto quizás sea injusto para los cerdos, pues ellos son animales que no tienen la culpa de llamarse cerdos y de ser comparados con estos cerdos humanos.

Al final yo soy un cerdo evolucionado a partir de una rata, rata que muerde en las entrañas de mi cuerpo de cerdo, quizás yo también finjo ser humano…me gustaría mejor fingir ser una piedra, una estatua, algo inanimado, algo muerto, ya si no es mucho anhelar, sería mejor un pedazo de roca espacial, flotando en el infinito sin saber nada de humanidad ni de nada, eso pensare antes de dormir, aunque nunca sueñe, o casi nunca, mañana despertare y viviré en el chiquero.

Me gustaría besarte

Aquel deseo, para muchos profano, para otros audaz, para mi era irresistible, ¿Cómo negar que lo deseaba con todo mi ser?, simplemente fue lo primero que se me ocurrió al verte, tan dueña de ti misma, tan seria, tan infinitamente alejada de todos nosotros para siempre y por siempre… recuerdo la primera vez que te observé, aquí mismo en tu lugar de siempre, era un joven taciturno de vida negra y conciencia peor. Te observé por largo rato, ¡Me encantaste tanto! Recuerdo que en varias ocasiones me escapé de la vieja escuela para venir a verte hasta horas tan nocturnas, con el tiempo me apena decir que las visitas disminuyeron, pero no así el deseo, eras tan gris y tan perfecta, tan sólida, tan a tono con tu alrededor, eras la imagen ideal de los que se van, un bello ángel de piedra en la cabecera de un frío sepulcro…hoy regreso a ti, la vida en carro desenfrenado me pasó por encima sin ninguna consideración, estoy hecho una ruina, pero estoy aquí, ¡deseo tanto!, realmente me gustaría besarte, me gustaría besar tanto tus fríos labios de piedra…