viernes, 8 de octubre de 2010

Anhelos

Entre constelaciones de anhelos circula la gente de esta vida, en esta ciudad, en este tiempo y espacio, van y vienen los anhelos como estrellas fugaces, van y vienen en infinito de pensamientos y de ideas. Somos mortales, somos finitos, pero nuestros deseos son inmortales, nuestros anhelos, no mueren fácil, van y vienen con nosotros, nosotros que atiborramos un hormiguero urbano, nadamos en anhelos, bebemos de ellos, nos hundimos, morimos por ellos. ¿Se puede vivir sin anhelos? ¿Se puede pasar por está existencia sin experimentar un deseo tenaz por “algo”, por realizar un proyecto? No conozco a nadie que pasé por este mundo sin pensar en una meta, aunque sea mínima, aunque sea algo prescindidle, algo material, algo pasajero. Todos estamos y vivimos por algo y ese algo nos mueve, nos impulsa. Todos deseamos, todos anhelamos, quizás unos más, quizás unos menos, pero aquí estamos ¡Y anhelamos!


José Francisco tomó tarde el camión, dirección su humilde hogar, lo tomó en avenida Reforma, cerca del viejo zoológico de Chapultepec. Como siempre, el camión iba repleto de gente estresada que había por fin conseguido escapar de los centros y edificios de trabajo, todos apretados, todos acalorados, todos resignados (El tiempo no pasa rápido cuando debe, muchas veces ni cuando puede, parece siempre volar cuando la gente está a gusto pero tardarse de más cuando cada minuto tortura).
 José Francisco (Panchito para los amigos) trataba de “pasarla”, lo mejor posible, aunque a veces sólo la “aguantaba” con un poco de alquitrán en los pulmones y alcohol del bueno, del que nubla la conciencia. José Francisco sentía irse la vida, sin que el logrará avanzar en sus metas, parecía una tortuga mítica, enorme, grandiosa, resistente… ¡pero totalmente lenta!, la vida lo rebasaba, lo dejaba muy atrás, se quedaba enterrado en una arena de cotidianeidad, en donde sólo de vez en cuando sacaba la cabeza para respirar y ver que el mundo era siniestro, salvaje, en constante cambio, pero para mal.
No se trataba de optimismo, no se trataba de salir cantando y creyendo en una felicidad intangible, se trataba de realizarse y realizar lo pendiente con el alma. Los esfuerzos eran realizados, los resultados eran nulos, no había a quién echarle la culpa, así es la vida así es la suerte, aunque está última realmente no tiene que ver. Colgando sus esperanzas como su mano de un tubo, de una agarradera del camión, colgándose de sus pensamientos, de sus anhelos, ahí iba José Francisco, observando la gente en las calles sobre paseo de la reforma, “gente bien” “gente bonita”, entrando en galerías, en los cafés, en los centros de diversión, en los grandes hoteles y restaurantes, se veían rebosantes, felices, -¿Acaso será que la felicidad es un simple sinónimo de dinero? José Francisco (Pepe Pancho pa los cuates) sólo observaba; él era tan igual a cualquier otro José Francisco de esta vida, yendo y viniendo, trabajando, comiendo, conociendo, rezongando, respirando, fumando, bebiendo, sufriendo, gozando, platicando, ligando, fajando, existiendo, no del todo convencido de que lo que ha hecho, en esta vida, este bien hecho, de que sus logros no sean tan excelsos, resignándose con el tiempo y con los años a cuestas, al final, después de tanto cuento, finalmente muriendo (no queda de otra), así era el buen José Francisco, agarrado al tubo del pasamanos del camión, con el cansancio castrando, observando a través del cristal a todo ese mosaico de almas danzando por las calles de la ciudad, todos por aquel rumbo, un rumbo de “gente bien” se veían felices, todos menos uno, uno que José observó detenidamente, mientras el camión se detenía al momento por la señal roja de un semáforo.
El tinaco (pa los cuates) era un niño de la calle, de 9 años, regordete –por lombrices-, al cuál siempre se le podía ver haciéndola de payasito, vende chicles, maguito y muy posiblemente futuro tragafuegos, a la vez que en intermedios cuando el río de autos seguía su curso, aquel niñito apodado el tinaco le hacía al astronauta o al aviador, esto por medio de una “mona” a la cual se aferraba, a la cual anhelaba, la única cosa que le permitía soñar y sentirse mejor, día con día, vida con vida, aspiración tras aspiración, sumergiéndose, cobijándose en los brazos de un psicodélico Morfeo.
Aquel chamaquito no tenía más anhelos en este vida, más que los del día a día, principalmente: tener algo para comer, “algo pa hacer diente”, después de eso tener “una buena venta”, un buen dinero para que cuando se junté con los demás a contar la ganancia del día, su padre no le de unos madrazos y su madre no le diga mil groserías. El buen Tinaco es acompañado casi a diario por un hermanito que esta por cumplir 6, esté hermanito cumple la función de “ablanda corazones”, se coloca junto a su hermano a la hora de ir de auto en auto pidiendo dinero. Así es la vida de Tinaco que apenas recuerda otra vida tiempo atrás, allá en provincia, en el pueblo natal, cuando vivían en una modesta pero toda suya, casa, vivían, quizás, también al día, pero recuerda que en esos tiempos tenía más tiempo para jugar, no tenía que esquivar coches, no tenía que aguantar calor, lluvia y frío a quemarropa. Su padre trabajaba en la milpa, su madre le ponía más atención a él y sus hermanos, quizás había regaños, quizás había algún maltrato, pero no se comparaban, para nada, con los que recibía en la actualidad. Quizás su único anhelo a futuro, sería el que su hermanito, ahí en el camellón jugando con unas ramas y un juguete barato, no tenga que seguir pidiendo dinero, ni haciéndole al payasito, vendiendo y mucho menos moneándose.
Por un momento el Tinaco detiene su mirada en un automóvil de lujo que se detiene en ese instante, no se puede ver al ocupante, pero es obvió para el pequeño Tinaco que es "alguien de mucho varo".

El Sr. Francisco Eduardo José, ha tenido siempre muy buena estrella, hijo de un industrial muy exitoso, con los medios necesarios dados desde nacimiento, con una educación en los mejores institutos, tanto nacionales como extranjeros, con un círculo social de lo más exclusivo. Sus anhelos, que más bien para él fueron sus metas, las llevó a cabo a los 28 años. Ahora a los 40, era reconocido en cualquier plaza financiera como un líder nato, nadie podía imaginar o concebir que hubiera alguna meta, algún anhelo, que todavía no se le cumpliera en esta vida, ¿Sería posible, acaso algo así en una vida como la de esté personaje? Desde hace ya bastante tiempo, este gran maestro en le arte de hacer dinero, este gran hombre de sociedad; se había dado cuenta de que no era y nunca lo fue un gran padre y un gran esposo. Su vida y dedicación había estado enfocada sólo a sus metas y con esto, olvido las de su familia, de vez en cuando le hacía al padre, de vez en cuando parecía un hombre de familia, pero realmente era ajeno a esto. De vez en vez camino a la oficina, no le quedaba más que anhelar el tener un mayor acercamiento con sus familiares, sus hijos, sólo se dedican a dilapidar y tener una vida de excesos terribles, se drogan, aunque se lo negaban, su esposa ya sólo lo es de nombre, ni todo el dinero del mundo le valdría para tener una mejor relación, pero el anhelo, ahí estaba en la caja fuerte de su corazón. Eso pensaba, eso creía, eso anhelaba, en aquel instante en que el chofer detuvo el auto, en aquella esquina de siempre para bajar por el periódico como todas las mañanas (una excéntrica costumbre de aquel hombre rico), un niño regordete, un niño de la calle se acercó a vender algo, el hombre del auto, apenas si lo notó.

Por otro lado el Pepón, también conocido como Pancho Matadero, esperaba paciente, como lo había hecho todos los días desde hace un mes, observando siempre al objetivo, muy puntual, siempre en aquella esquina, hoy era el día elegido para llevar a cabo lo planeado por tanto tiempo. Esté sujeto, no tenía más anhelo que el cumplir con su misión, una misión de muerte, no tenía más deseos que los de vivir a costa de la sangre de sus semejantes, mataba extorsionaba, violaba, sin gota de remordimiento. Así lo había hecho desde los dieciséis cuando se escapó de un fracaso llamado hogar, al poco tiempo cayó en el tutelar por unos cargos de robo con violencia, al salir, se gradúo en muy "buenas" malas mañas, todas aprendidas en el centro de “readaptación”, después se afilió a una banda de traficantes, en donde con el tiempo, fue asignado a una célula de “finas” personas que se dedicaban al arte de llevarse a la gente en contra de su voluntad, dicho más claro, a secuestrar. Actualmente ya adiestrado con maestría en esos andares, por días se había dedicado a observar a su presa, lo siguió para cualquier lado, con mucha discreción, cambiaba de auto seguido para no ser reconocido, se familiarizo con su futuro “cliente” de maneras insospechadas, ya sabía a que horas salía siempre de su casa a la oficina, a que horas iba a comer, a que horas se retiraba, a que horas era más vulnerable, y por fin se dio cuenta que siempre en el transcurso de su casa al trabajo, su presa tenía la manía de ordenarle a su chofer detenerse en una conocida esquina de la avenida Reforma y comprar el periódico; a pesar de ser una avenida muy transcurrida con buena vigilancia, era en está, en donde se presentaba la mejor -si no es que la única- oportunidad, para cumplir sus anhelos, tan viscerales, tan animales, tan culeros, sólo pensaba en cumplir con su objetivo, sólo pensaba en huir rápido, aunque seguro tendría que mandar al otro mundo al chofer. Su acompañante malencarado, no importaba tanto, otro matón más, con ningún buen anhelo tampoco, quizás si acaso, el que le hagan un famoso corrido cuando sea un narco famoso. Anhelos de dinero fácil, anhelos de matar y salir sin castigo ¿Qué más se podría esperar de tal calaña?

José Francisco no se lo esperaba –realmente nadie, quizás sólo la muerte-, mientras observaba a la única persona que él veía infeliz en aquellas calles de “lujo”, persona la cual era un niño de la calle, quien en ese momento se acercaba a pedir en donde estaba estacionado un auto de lujo, mientras en unos de los camellones cercanos jugaba otro niño de menor edad que en la inocencia de su edad jugaba feliz a pesar de su entorno sin buen futuro, mientras otro auto arrancaba en la esquina opuesta y en instantes frenaba al lado del auto de lujo, dos sujetos salieron del auto, ¡dos sujetos que en instantes empuñaron terribles armas de fuego! y en escena terrible, ¡dispararon sin más en contra de alguien que se acercaba al auto de lujo! y en menos tiempo intentaban sacar a la persona que iba en el interior de dicho auto. El niño de la calle se aparto lo mejor que pudo del auto de lujo, en la cercanía una sirena estallo anunciando el extraño arribo oportuno de la policía –han de haber estado desayunando cerca-, los asesinos titubean sueltan una ráfaga de plomo caliente para adornar la carrocería del auto de lujo y si es posible la del ocupante al que nunca pudieron sacar, los dos corren a su auto y emprenden la huída de manera por demás frenética, no respetan personas delante, autos o lo que sea, chocan con otros, se suben a la banqueta o al camellón, se escapan, 5 minutos después llega la patrulla, los oficiales se bajan a revisar, reportan. Todo es confusión hay gente histérica, alguien tapa al balaceado en la banqueta, José Francisco esta atónito, no sabe que pensar, no lo intenta hasta que ve al pequeño niño de la calle correr.

El Tinaco esta mudo de miedo, apenas puede creer lo que vio, su cerebro infantil apenas le da un tenue entendimiento de lo ocurrido, tan cerca estaba, tan cerca vio a la muerte coser a balazos a un pobre tipo que bajo del auto por un periódico, el terror lo hizo reaccionar, se alejo y se escondió detrás de otro auto, después de minutos eternos, se escucha una sirena a lo lejos y los gritos de frustración de los hombres que no tardan en soltar más plomo y escapar en su auto haciendo destrozos aquí y allá, la gente grita, el siente sus propias lagrimas descender por sus mejillas, se atreve a salir de su improvisado parapeto y observa hacia donde esta el auto de lujo, ve que la patrulla va llegando y un hombre adentro del auto se asoma asustado, tan asustado como el buen Tinaco.

Don Francisco Eduardo, ya orinado, de tan terrible susto, apenas si conseguía asomarse por una rota ventanilla de su auto de lujo con nuevos orificios de ventilación hechos a plomo, estaba anhelando la cercanía familiar y más fue la cercanía de la muerte lo que experimento, petrificado en su asiento, observó el arribo funesto del otro auto, a los dos sujetos que sin remordimiento mataron a su chofer, después su intento por sacarlo se su auto, la sirena a lo lejos, la cara de odio de aquellos dos, odio que sacaron con plomo contra su auto y contra su persona, él se agacho buscando una seguridad que no era total, mientras por sus piernas se le escurría el miedo. Después, un arrancón anunciando la huída de aquellos dos, los gritos de la gente, escucha que alguien dice que llego la policía, eso le da el valor para salir, ve a su alrededor, alcanza a ver a un niño que sale de atrás de un coche cercano y corre a un camellón cercano, los policías le hablan, él no escucha y si escucha no entiende del todo, está aterrorizado.

José Francisco ve como el pequeño de la calle llega corriendo al camellón, se arrodilla y grita. Ahí José se acuerda con terror del niñito menor que jugaba por esa zona, se estremece, se baja del camión del que antes otros más morbosos ya se bajaron, se acerca y lo que ve lo deja sin aliento, se le humedecen los ojos, más policías han llegado, empiezan a pedir a los curioso que se alejen, José Francisco lo hace, con dolor seco en los labios y en lo que llaman corazón, nunca se quejará de anhelos no cumplidos, de fracasos o metas mal llevadas, hay gente más desafortunada que nunca podrá tener anhelos, hay anhelos, muchos anhelos como sal en el mar, hay anhelos, ¡hay anhelos! Hay anhelos…

Johana-El cine





viernes, 27 de agosto de 2010

Sólo con los pies por delante regresaria…



¡Sólo así regresaría! No hay de otra, ni para que pensar, ni para que desear.
La vida a veces es como el cauce de los ríos, no siempre se puede creer que el río seguirá eternamente el mismo curso, el mismo sino, no es así, cuando se le da la gana, se desborda y se lleva a padre, hijo, espíritu santo y medio pueblo con todo y fieles de por medio a un viaje líquido al olvido, o al recuerdo según sea el caso o la pena.
Y así se le había venido la vida encima al sujeto que juraba no regresar, o al menos así lo sintió y lo pensó, y ya nada volvió a ser lo mismo, pasó muy rápido, con furia y el llanto, con resentimiento y desazón (La vida no se lleva con nadie que no aguanté), todo se acabó y aquel sujeto lleno de culpas decidió moverse, retirarse, perderse, disolverse, evaporarse como agua. Tenía que escapar por que no quedaba otra, por que no había más que hacer, por que no quedaba más corazón para aguantar, mucho menos quedaba conciencia para razonar de la mejor forma, con el tiempo se arrancaría los recuerdos, con el tiempo se daría cuenta de lo inútil de hacerlo, los recuerdos vienen día a día, camuflados en olores, mimetizados en sabores, fumados, cantados, pintados, leídos, todos se funden con las emociones y vivencias de gente ajena, que por instantes recuerdan a otras personas también ya ajenas.
Sólo por la distancia que ha marcado el tiempo, se traza un mapa de abandono para los que no abandonan nunca, al final no se arranca nada de la memoria y del corazón, salvo las ganas de regresar, y con el tiempo hasta se convence, con el tiempo termina por escapar de la vista de aquellos que no pretendía dejar huérfanos de visitas, se aleja de aquellos pasos que lo llevaron por las calles de su infancia, en otros tiempos, bajo otro sol más amable.
¡No regresará! ¡No regresará! ¡Sólo con los pies por delante! Se decía así mismo, se lo creía, se lo trataba de grabar con fuego en la mente, bajo la piel, en el alma, era una negativa total a regresar. Tanto lo hizo, tanto lo afirmo en su ser, que con el tiempo, incluso el acercarse a las estaciones del tren que estaban cerca de aquel destino reprochado, le producían amargas reacciones y ganas de fundirse con cualquier viento que lo alejará de ahí de forma inmediata.
¿Qué era realmente aquello que le impedía el regresar? ¿Era el rencor? ¡Quizás alguna vez le hirvieron las venas por ese sentimiento! Pero actualmente, ya no guiaba su forma y su mundo.
¿Era acaso temor a enfrentar lo dejado, ver su estado actual, el presente de esas personas, de los sentimientos? De esto no sabía que pensar, si el estado actual, si ese presente era deplorable, él no podía hacer ya nada, pues su ser era ya más el de un desahuciado, de la vida nada quedaba del otrora vivaz joven, de las ganas de sobresalir y de navegar mundo, ahora parecía más un fantasma marchito, el cuajo agrio del recuerdo de un velorio, de una penumbra, no era sol ni luna, no era ni la sombra, ni la pasión ni el amor, nada bueno se podía esperar de aquel sujeto, nada en sí.
Andaba por su vida en plan de olvido, andaba por su vida en plan de escapé, perdía las emociones por doquier, perdía una humanidad que nunca estuvo seguro de poseer, perdía todo en una apuesta que de todos modos nunca quiso ganar, pero dolía tanto perder, a pesar de la amargura recabada en el granel de la desesperación, a pesar de oleadas de soledad constante en una playa de cansancio, a pesar del mismo pesar, del tiempo que come, de la noches que se clavan, de los días como perros, como lobos, como avaros, a pesar de por no tener origen, no tener identidad y ser una nada en una ciudad en la que en sí nadie es nada, sólo una cosa, una oración, un rezo, un mantra mantenía entre labios, en el corazón:
¡Sólo con los pies por delante regresaría…!

Salvador Méndez Z
27/08/10 (R)



domingo, 18 de julio de 2010

Vuelo

miércoles, 26 de mayo de 2010

La briaga

Todo empezó con una deuda de honor, que sea como fuera tenía que ser pagada así fuera muerto, ¿Qué en que consistía tal deuda?, ¿Acaso sería una deuda de sangre, una deuda para lavar el honor familiar, acaso sería una deuda con alguna deidad de la predilección del pueblo?, ¡Bueno realmente no! Realmente aquella deuda consistía en invitar a unos buenos amigos, compañeros parroquianos y de trabajo una simple pero muy bondadosa y fresca cerveza, solo una, una nada más, tan simple como el despertar. Cortésmente les dijo a cada uno de aquellos compañeros de trabajo que lo esperaran a la salida, y aunque no faltó quién pensará que se trataba de la invitación a una pugna, después de la debida explicación quedaron todos conformes con la reunión, así lo hicieron en la salida y pronto cruzaron el paso a desnivel para salir a una tienda de veinticuatro, en donde no había latas de cerveza apetecibles, puras marcas extranjeras, desilusionados por tan mal sino pero aún sedientos con el calor abrazador de un día de trabajo a espaldas carcomidas por las horas, aquel cuarteto de valientes libadores decidieron seguir adelante caminando por avenida Reforma, mientras hacían política por saber y decidir a que buen puerto en forma de cantina arribar en aquel viernes con buenas ganas de cebar un cebada espumosa y helada como mano de muerto. Sus pasos continuaron, pensaron en tomar el metro en la estación Auditorio para ir a un barcillo por la zona de Tacubaya, pero al estar enfrente de dicho lugar todos al unísono dijeron ¡No!, y los cuatro cruzando Reforma tomaron un buen transporte conocido por todos como “Micro” destino manifiesto Chapultepec, pues el deudor recordó que allá había un buen lugar para degustar las heladas.


Llegaron a la añeja y buena zona de Chapultepec y se encaminaron al establecimiento del recuerdo, recuerdo que ayer fue tan fresco y ahora era una realidad abandonada, el local estaba cerrado de años, y ya no había más signo de lo que un día fue, más que el de una cortina de hierro oxidada y empolvada; Los reclamos de los tres caballeros al deudor no se hicieron esperar, las incógnitas regresaron a las mentes de todos ¿A dónde ir, qué lugar cercano recibiría sus viejas almas cansadas y sedientas?, no falto el falto de fe y fuerza de voluntad que quiso renunciar a tal empresa de buscar, pero al fin pudo más la razón –de beber obviamente- que la pereza y todos siguieron el camino en absoluta y devota peregrinación por un bello establecimiento de alcohol, preguntaron aquí y allá, más allá y más acá; -“¡Dicen que cerca del metro Sevilla”, -“¿Tan lejos?”, “¡Qué va tan cerca!”. Casi a punto de desfallecer aquellos héroes del tarro vieron venir por la calle una señal esperanzadora, un aliciente, un buen vaticinio, un buen indicio, un buen… par de borrachos que venían cantando o discutiendo algo –y es que ese bello idioma del que liba solo se comprende estando en las mismas circunstancias-, uno exclamo: “¡Cerca ha de haber!”, y los demás apoyaron: “¡Allá se ven letreros que anuncian lo que se busca en estos inicios de fin de semana!”. Cruzaron todos al otra acera, en donde se divisaban dos establecimientos uno más y de buen ver en forma de meseras y otro más intimo por no decir lúgubre pero con lugar para sentarse, así que se decidieron por este último, entraron vieron la carta ofrecida por un mesero, la ignoraron y solicitaron la primera ronda de cervezas, estás llegaron muertas y de buen modo el líquido resbalo por las secas gargantas y el espíritu cansado reanimo las fuerzas, a fumar un poco –en las afueras porque adentro está prohibido- el deudor degusto el tabaco después de algunos ayeres casi años de no fumar y aunque sea mal comentarlo, el humo del recuerdo estuvo exquisito. Otra ronda más limones: -¿Qué no dan botana? Todo bien todo bonito, todos corteses, todo animado por la platica púes el lugar estaba demasiado intimo para cuatro caballeros. ¿Alguna ronda más? -pregunto el mesero; -¿Aceptan tarjeta? ¿No? ¡Púes ahí muere, amonos!; Todavía con ganas pero sin el mentado efectivo, salieron y el de al lado, sí el del ambiente más animado, contaba ya con mesas disponibles, después de preguntar si aceptaban tarjetas de crédito más bien debito y recibir respuesta afirmativa, los tres ingresaron… ¿Qué no eran tres?, así los cuatro, creó que la memoria se vuelve selectiva o comienza a fallar –y eso que a penas iban dos rondas-. Bueno, ya instalados en una mesa y atendidos por una joven mesera, las cubetas de cerveza iban y venían –Aquí si había botana-, una rocola para seleccionar temas musicales, “Frente a frente”, canción renovada por Bunbury, no tardó en ser emitida y los cuatro a cantar desafinados pero con sentimiento, otra cubeta con cervezas y otra más; -¿Quién paga?, -¡El de la tarjeta de crédito más bien débito! –Que de hecho no era el deudor- ¡Hay después me pasan lo que les toque a cada uno de la cuenta!; Un domino para jugar cortesía de la casa trajo la mesera, otra ronda, otra cubeta, las horas pasan y ni se sienten, hay que ir al baño, hay que regresar a la mesa sin perderse en el corto camino, todos ríen, ya más entrada la noche algunos se animan a bailar con la mesera que ya con la cerveza en la conciencia no se ve de “tan mal ver”. ¡Que vida y que noche y que alma y que ganas! –“Sí me pierdo tantito, será por una buena causa, la causa del sentirse vivo y así que, bien perdido me encuentre la madrugada”-. Más juego de domino, más botana, que gané la partida el que paga, que baile el que sepa, que cante el que se animé, para todo hay tiempo, para todo hay sueño, para todo hay muerte pero antes gozó; al final de hecho no tan tarde como se hubiera esperado, púes se empezó temprano, nunca falta y menos sobra la hermosa tradición de “La última y nos vamos”, el de la tarjeta paga y con el poco efectivo que había se le da su merecida propina a la mesera, el 10 % aunque sea, otro día que sea planeado se pondrá mejor la cosa. Ya afuera en las inmediaciones del metro Sevilla, un chiste más uno menos, los cuatro ingresan, pasa la tarjeta, el mismo que pago,- que no es el deudor-, pero ahora la del acceso al metro, los cuatro se despiden, se abrazan como hermanos y se encargan al amigo que según su parecer es el más tomado con el menos ebrio que vaya por el mismo rumbo, aunque a estas alturas todos están igual de borrachos, todos se encomiendan todos se despiden, dos cruzan al andén contrario, cada cuál por su lado toma “el último tren de la noche”, se pierden y se alejan, el deudor que acompaña al otro igual de ebrio que él, cae en la cuenta que se ha equivocado de andén y que ahora se aleja más de su destino, ni modo se despide del acompañante un poco preocupado, y se cambia de andén, hay que ver, ojala que todavía alcance el otro tren del transborde, y que lo poco que trae en los bolsillos todavía le alcance para pagar el transporte que lo lleve a su casa.

Así es y de hecho le sale barato veinte pesos nada más en la “combi” de madrugada, que a esas horas va con puros noctámbulos impregnados de alcohol y quién sabe que más –Hay que ver que es una muestra de civilidad extrema que en un espacio tan reducido, los borrachines se respeten y no se empiece una gresca de aquellas, por cualquier pequeño mal entendido-.

Unos de tantos ebrios empieza a cantar una de José Alfredo Jiménez –esto tampoco, nunca falta-, y después hasta una en “espaingles” de unos tales “Black eyed peas” o algo así; El transporte vomita a los noctámbulos uno aquí otro allá, todos acaban nadando en el asfalto de la noche y de la vida, tropezones y caídas, alguien de hecho grita “Jerónimo” al caer en un charco. Así el la vida, así es la noche, otro fin de semana más y mañana la tradicional cruda.

jueves, 29 de abril de 2010

Tres copas nada màs

Sólo tres copas, se dijo así mismo, mientras observaba su reflejo asqueado frente al viejo espejo de la familia, ¡Solo tres!-repitió en voz alta, él sabía que las necesitaba, aquél sujeto de mimbre había vuelto a vivir uno de esos días en los que la vida le recuerda que es solo un pedazo de carne que merece ser aventada al viejo asador, o en su defecto tan pésimo, al triturador de carne para después ser dado a los perros callejeros, con la certeza gris de que hasta los perros más hambreados lo dejarían de lado. Esta vidita de siempre, que se estira y se alenta, que se pone tan agria, que le gusta despedazar poco a poco, retazo de vida a retazo de alma, esta vidita que por espacios es tan burlona con los despojos que deja la marcha batiente de los malos momentos que van y vienen de forma tan cotidiana, que la vida misma es una suerte de momento de eterna chinga, por que la vida nunca se mantiene perpetua en una forma dulzona como la de un final tonto de felices por siempre, por que gracias a Dios la vida no es tan ñoña, ni tan sosa, pero también no es tan buena como debería, por que siempre falta algo o se espera algo que nunca llega y en el saco de la autosatisfacción por más placeres que se le echen, siempre será insuficiente, pues el saco está roto, son promesas de logros que aquel sujeto del espejo, que ahora se observa así mismo, logros que aquel nunca ve concretados por la maldita desidia, por ya no querer seguir en la marcha decadente de estos años que son ya tan vale madres, por las telarañas de tiempo que se han acumulado de forma cotidiana, por los deberes de siempre, por las necedades del todo, por seguir sin realmente seguir a nadie ni a nada. Con tanto de todo sin obtener realmente nada ¿Cómo podría a veces cuando todo estaba tan revuelto dentro de su cabeza, salir a lo cotidiano? Pasó bastante tiempo sin dilucidar una respuesta clara y una forma sencilla y al parecer efectiva, de hecho fue por error quizás por capricho, en la tarde simplemente, después de la hora de comida, cuando ya estaba listo para salir pero sin realmente quererlo, físicamente y mentalmente se sentía y veía así mismo de preferencia oculto en un baúl en algún sótano u armario, su mente estaba varada y con la pesadez del alama que eso conlleva, terminó por observar un limón partido que descansaba a su forma moribunda sobre la mesa del comedor, mientras atrás del cítrico, sirviéndole de escenografía maquiavélica, sobre la misma mesa se encontraba aquella botella de “recuerdo” de la fiesta de quién sabe quién, quizás del baile de quince años de la sobrina de algún familiar, pero en fin aquella botella estaba ahí, llena, rebosante, esplendida de un tono azulado en el vidrio soplado; Y fue por aquellos momentos cuando la cabeza más le pesaba, que se pregunto a sí mismo ¿Y por qué no?, vio su reflejo en el espejo se preguntó de nuevo y después con la decisión de los que se quedan cuando hay amor, apuro un vaso remedo de tequilero para poder irse, le quitó el corcho a la botella azulada, sirvió, se hizo dueño del limón mezclado con la magia de la sal y tiró matar con la primera copita, el sabor de la primera nunca es bueno, sintió que se le quemaba la garganta mientras resbalaba al erebo se su ser, para ablandar el pasó probó el limón, un calorcito se expandió desde su estomagó hasta sus mejillas, apuró la segunda copita, está vez el sabor no le pareció tan despreciable y el limón de nuevo acompaño y suavizó la tonada; -¡Otra más!-expresó para sí mismo, aunque el tono fue como si le ordenara a un cantinero de la taberna de la imaginación; la tercera fue la culminación necesaria del principio de una tarde más para ir a la gran ciudad. Dispuesto para por fin salir, le coloco el corcho a la botella azulada y ya con el calorcito producto del tequila circulando por su ser se enfrentó a la realidad, a la calle y al desmadre de la vida; al final sólo pensó que el tequila era como la gasolina necesaria para que arrancara el motor, un motor ya muy oxidado, tozudo y mañoso. ¡Allá vamos!, aunque no vayamos con ganas, pero allá vamos por que no queda de otra, y otra vez a subir al transporte, que bien podría ser una carreta fúnebre llena de cadáveres y al fin y al cabo poco le habría importado, y al fin y al cabo quizás le hubiera hasta gustado, que importa para esos momentos como o en donde se viaje, el chiste es que haya arrancado el motor, que jalé, que se llegué al mismo destino de siempre, aquel que ya harta, pero al que es necesario llegar aunque sea a costa de tres copas de tequila, tres golpecitos para que siga el corazón con su tum tum con su pam pam con su ¡Que chingados!, como se pueda o como se deba, a pesar de que no se coma ni esperanzas, ni comida real, a pesar de que se viva arrimado al pésimo “gusto de vivir” con una responsabilidad mal cumplida, con el honor ya empeñado, el amor cansado, el calor que arremete por las noches y fines de semana, lo antisocial de alguien que tiene que vivir en sociedad y peor aún trabajar así; Tres copas, pero si por el fuera se hubiera echado toda la maldita botella, sólo así, creía ser capaz de soportar otro día u otra noche, tres copas nada más y así fue esa tarde para que arrancara el motor, tres copas al tercer día cuando iba temprano a trabajar, a pesar de que fueran las cuatro y media de la mañana, no importaba que no desayunará nada, en esos días sólo se comían tacos de aire arrimados a la falda y el cobijo materno de la culpa, la maldita culpa de ver a los que le quedaban, tan dependientes de él y él tan dependiente de tres copas para poder salir a enfrentar la muerte lenta de las horas, el funeral de la vida, los viejos sueños del viento y del espacio, de la luz de las estrellas que al llegar a está bolita de lodo llamada tierra es la tarjeta de presentación de unas estrellas que ya murieron, en está vida nos guía la mano de los muertos, derechito a morir, lo cuál no tiene nada de malo, lo malo es que a veces nos morimos antes de ser sepultados, incluso años antes de que nos metan en nuestro féretro, la muerte nos va acostumbrando a su presencia día a día, noche a noche, va arrancando pétalos de la flor de la vida, mientras susurra canciones de cuna que duermen al más vivo para sacarle más muerte –ha de trabajar a destajo, ¡La muy ladina!- ¿Qué se puede hacer?, ha de ser por eso que el vino es la sangre de Cristo, con eso se reconforta el espíritu… santo y amén, diría mi abuela – si la hubiera conocido- A veces alguna alma, de aquellas muy dadas a ocupar su tiempo en ver lo que hace medio mundo, podría pensar que el sujeto de las tres copas era un alcohólico declarado de fin de semana largo, entre fiestas y reuniones para tomar, pero no era así, aquél sujeto de las tres copas siempre pensaba que beber y suicidarse, se tenía que hacer de forma correcta y esa era que si uno se suicidaba tenía que ser a solas de manera intima para despedirse de si mismo, y beber por lo tanto tenía que ser igual, había que beber sólo o mejor nada, así realmente se muere o se bebe de forma sincera. Las tres copas en cambio eran necesarias siempre, desde aquella tarde en que sintió que su motor ya no arrancaba al ver su reflejo cansado frente al espejo familiar, el de sala; Sólo eran tres copas para que arrancara el motor, solo tres copas nada más.

miércoles, 21 de abril de 2010

viernes, 12 de marzo de 2010

Johana





La evolución del cerdo

Aquellas creaturas que respiran comen y aman de forma tan encantadora, como quién tiene un mundo para desperdiciar, aquellas creaturas que observan a sus semejantes en busca de oportunidades para joder, que un día te tratan como su igual (¡Gracias a Dios que no es uno su igual!) y que otro día te atacan a bocajarro echando en cara todo lo mal que has obrado o lo que ellos consideran atroz en tu persona, aquellos que están esperando cualquier oportunidad de lobo para morder a la yugular y no parar hasta que se este inerte y desangrado, hijos buenos de Dios que lo nombran cuando fingen pureza de corazón, que incluso se duelen de los males de aquellos a los que azota una tragedia, que se creen llenos de buenos deseos por el solo hecho de creerse tan gentiles, aquellos que obran en contra de otros con acciones que se miden dentro lo establecido, dentro las normas de “Yo tengo el poder y por eso la razón”, esas “razones” que solo salen a relucir cuando a estos seres les conviene, cuando es a su favor, cuando tienen el juego a su favor, seres de naturaleza inmadura disfrazados con la sabiduría “de esa que dicen, se obtiene con el puesto”, asesinos de voluntades, destructores de confianza, confianza que se ganan con sonrisas, sonrisas de aquellas que me parecen ver en un perro antes dar la dentellada, traicioneras, malas intenciones que se llevan a cabo de manera tan natural como el respirar, llenos de odio contra aquellos que no han podido controlar, contra lo que nunca pueden controlar, por que al final no son amos de nada realmente, solo cerdos al servicio quizás de cerdos de mayor tamaño, fingen tener sentimientos, de tener fe. De tener la razón, de ser trabajadores y ordenados, de ser buenos padres, de ser buenos esposos, buenos amantes, buenos compañeros, buenos hijos, buenos amigos, fieles, buenos patrones, buenos empleados, buenos humanos, la tierra se desquebraja, se quema, se vuelve un ser asmático, tantos fantasmas grises que salen de las chimeneas de las empresas que funden porquería y media de cerdos, bosque que se acaban, fauna que se muere, ni los mismos cerdos se salvan de matarse así mismos, ni los mismos cerdos se salvan de morir por su estupidez y su necedad, los cerdos evolucionaron, llegaron a ser hombres, evolucionaron hasta ser humanos y quizás muchos humanos acabaron involucionando en cerdos, aunque esto quizás sea injusto para los cerdos, pues ellos son animales que no tienen la culpa de llamarse cerdos y de ser comparados con estos cerdos humanos.

Al final yo soy un cerdo evolucionado a partir de una rata, rata que muerde en las entrañas de mi cuerpo de cerdo, quizás yo también finjo ser humano…me gustaría mejor fingir ser una piedra, una estatua, algo inanimado, algo muerto, ya si no es mucho anhelar, sería mejor un pedazo de roca espacial, flotando en el infinito sin saber nada de humanidad ni de nada, eso pensare antes de dormir, aunque nunca sueñe, o casi nunca, mañana despertare y viviré en el chiquero.

Me gustaría besarte

Aquel deseo, para muchos profano, para otros audaz, para mi era irresistible, ¿Cómo negar que lo deseaba con todo mi ser?, simplemente fue lo primero que se me ocurrió al verte, tan dueña de ti misma, tan seria, tan infinitamente alejada de todos nosotros para siempre y por siempre… recuerdo la primera vez que te observé, aquí mismo en tu lugar de siempre, era un joven taciturno de vida negra y conciencia peor. Te observé por largo rato, ¡Me encantaste tanto! Recuerdo que en varias ocasiones me escapé de la vieja escuela para venir a verte hasta horas tan nocturnas, con el tiempo me apena decir que las visitas disminuyeron, pero no así el deseo, eras tan gris y tan perfecta, tan sólida, tan a tono con tu alrededor, eras la imagen ideal de los que se van, un bello ángel de piedra en la cabecera de un frío sepulcro…hoy regreso a ti, la vida en carro desenfrenado me pasó por encima sin ninguna consideración, estoy hecho una ruina, pero estoy aquí, ¡deseo tanto!, realmente me gustaría besarte, me gustaría besar tanto tus fríos labios de piedra…

jueves, 25 de febrero de 2010

Telarañas de agua en el cristal

Lluvia de tarde noche, viejo caos vial de ciudad de siempre, náufragos de viaje en busca del hogar, las gotas del cielo suicidándose en las conchas de vidrio de los autos, de los autobuses, de cualquier animal motorizado, todos se ahogan en el trafico esperando la esperanza de llegar a casa, casados con la ansiedad, malhumorados por el retraso de todos los días y ahora con humedad, a la mayoría les molesta tanto camino y tanto tiempo desperdiciado, tiempo del bueno que la mayoría preferiría perder frente a sus pantallas inmersos en tele dramones muy simplones, lluvia y trafico enemigo de la asociación con el sofá, pero siendo justos miles también buscan el merecido descanso después de envejecer atados al sueldo que nunca los dejara descansar hasta ir a descansar al camposanto, miles maldicen el pesado camino, miles suspiran con los sueños futuristas de autos voladores que crucen el firmamento tan raudos como recuerdos, amores de lluvias frías que se tornan calidas con besos y abrazos tibios de saliva con deseo, todo bajo la protección ineficaz de un solitario paraguas, ricura húmeda de los cuerpos atados una noche de lluvia en una ciudad con vialidades hechas ríos desbordándose de peces de metal, humedad en el cuerpo, humedad de los rincones del placer, agua divina del cielo que se mezcla con agua divina del cuerpo, los amantes fluyen por los ríos de caricias, se unen al flujo de la noche mientras la mayoría gruñe, ellos disfrutan de una lluvia mas intima. Viejos recuerdos líquidos se estampan poco a poco en el parabrisas de mi alma, en las ventanas del transporte, observo a las pequeñas arañas kamikazes liquidas destrozarse en el parabrisas, se estrellan y forman pequeñas telarañas de agua, una tras otra, una telaraña aquí otra allá, tratan inútilmente de traspasar el cristal de indeferencia de la gente para enredar con su tela húmeda a su presa en la remembranza de los tiempos idos, de las noches con estrellas muertas, de lluvias de arañas de agua que tejen sus telarañas en parabrisas; un sujeto en el asiento cercano me observa me pregunta si me gusta mucho ver llover, le contesto que me encanta más cuando soy niño, me encanta más cuando soy de nuevo travieso, me hubiera gustado contarle de las pequeñas depredadoras liquidas que cazan recuerdos pero el individuo voltea su atención al mundo de Morfeo para engañar al cansancio, yo regreso a la ventana y al parabrisas, a las telarañas, a observar a los amantes de paraguas compartido, a los recuerdos que cruzan firmamentos de estrellas muertas, a viejas noches de trafico en ciudades que mal imitan a la Europea Venecia, aquí no hay góndolas solo navíos de metal y polímeros, drenajes que se ahogan, gente que maldice, telarañas de agua en los cristales.

martes, 16 de febrero de 2010

Dìa de San Valenguack

Johana ¡La cabròna!

viernes, 29 de enero de 2010

Soy Monstruo

Soy monstruo terrible, detestable, deleznable, deje todo lo bueno que alguna vez tuve, deje aquello que llaman amor, familia, amistad, traiciono al por mayor y me encanta el crujir de los huesos, de las pieles, de las almas, de los sueños, de las ilusiones; Soy terrible, una ruina, y dejo en condiciones iguales a lo que toco, a quiénes me han conocido, me doy asco, soy funesto, pero no puedo siquiera pensar en cambiar, “en ser mejor”, un “buen muchacho”, “un buen hijo”, “un buen padre”, “un buen amante, esposo lo que sea”, ¿Qué me queda?, ¿Qué más me da, que más me viene?, si vivo como un monstruo, si pienso como tal, si habito en oscuridades insondables de mi cabeza, de mi negra conciencia, de mis desamores, de mi alma puerca, ¿Qué, si me dices que me amas?, ¿Qué, si me dices que me odias?, el peor enemigo de mi ser es mi propio ser, la peor barrera que no venceré es mi propia maldad, mi propio andar a la nada, a ser hueco, a ser lo negro, lo fatal, a seguir a un cuervo negro de entierro, del propio entierro.


Ayer te observé largo rato, tan frágil como mis buenos modales, tan buena como lo fácil, tan irreal como mi bondad, me hubiera gustado ser realmente algo mejor para tu camino y no el estorbo, no la zarpa que te desgarra, no el beso de Judas, no el dolor de tus entrañas, no la amargura de tu corazón. Me has visto a los ojos, no creo que hayas visto algo digno, menos hermoso, nunca me transformare en algo bello, no será con un beso que quite maldiciones, mucho menos con un deseo, es inútil, soy terrible, una bajeza, calamidad lame esperanzas, me da asco mirarme con mi disfraz de humano, me da risa el que mis “semejantes” me consideren su igual, me da pena verte tan frágil y pensar tan mal… porque soy un monstruo y no puedo cambiar.

Johana ¡La cabròna!

martes, 26 de enero de 2010

Nocturnal

En la fría noche de mi vida triste, la pena y el dolor me invaden, la soledad me agobia, mis huesos se congelan, mi alma se marchita, mi corazón es cenizas que dejo el fuego de tu amor, el cuál todavía consume mi ser, poco a poco, a pesar del frío de la noche, a pesar del hueco de mi ser; Soy una sombra que habita sombras, aún a pesar de la pálida luz de la luna llena que me ha acompañado tanto, luz de luna tan hermosa como las caricias de los enamorados, sólo soy un recipiente que se llena con recuerdos de amores perdidos, sólo soy una sombra sin sustancia real y tangible para el mundo. Cuando se me permitió amar, ¡lastimé!, cuando me amaron, ¡olvidé! Cuando por fin en la soledad me vi, el dolor y la pena se hospedaron en mi alma, me embargaron, me devoraron.
 La noche sólo la noche me acompaña, ella y sólo ella es mi única amante, y al salir el sol, al anunciarse son su primer rayo, nos dejamos sin despedirnos del todo. Yo regresó al frío de la tierra, la noche se pierde en el tiempo muerto, la vida regresa al espacio.
 He vivido y sobrevivido, si es que a ésto se le puede llamar vida, soy en el mejor de los casos, un recuerdo de algo mejor y la promesa de lo que no será, en el mejor de los casos estoy muerto para el mundo, para la sociedad, en el mejor de los casos no existo, soy ficción, en el mejor de los casos no debería dolerme, pero la tierra que habito es fría igual que las sombras que me cobijan, abandonadas, muero en todos los amaneceres, “renazco” en todos los anocheceres, me pierdo en los caminos olvidados, polvorosos, cansados de sí como de mí. Vagó sin destino, me detengo por horas a observar el tiempo, tiempo que no pasa, ¡Para mí no! Rincones secos gélidos que lleno con mi pesar con mis despojos con mi dolor, por los siglos de los siglos, mi amor.

jueves, 14 de enero de 2010

¡Ayuda!

En muchas ocasiones, cualquiera se siente alejado, distante, ajeno a sentir cualquier simpatía o empatía con nuestro propio género, nos volvemos insensibles, amargos, nos abandonamos en espacios oscuros, jugamos a ser autosuficientes y dioses de nuestro propio mundo, somos egoístas y consumistas, buenas maquinas… Aun así quizás en el fondo ansiamos un poco de fraternidad, queremos volver a ser humanos y cercanos; Si tú o alguien haya afuera siente necesidad de mostrar su humanidad y que sigue entre los vivos, está es la ocasión y la gran oportunidad de hacerlo, no hay mejor forma de sentirse humano en está vida que tenderle la mano al hermano caído, coopera y vuelve a ser aunque sea por un día, un poco más humano:


•Embajada de Haití en México (Ciudad de México) Presa Don Martín No. 53, Col. Irrigación Delegación Miguel Hidalgo Teléfonos: (0155) 5557-2065 y 5580-2487/2259
•Sede de la Cruz Roja en Polanco (Ciudad de México) Juan Luis Vives #200. Col. Los Morales Polanco Teléfono: (0155) 108449000

•Cuenta para depósitos de efectivo: Protección Civil de Haití. Banco HSBC Número: 4042482604

•Consulado de Haití en Jalisco Corona 211, Colonia Centro Teléfono: (0133) 3837-2231

•Consulado de República Dominicana en Guadalajara Calle Colón 632, Sector Juárez Teléfonos: (0133) 36145008, 36135478, 36143735

•DIF Jalisco Avenida Alcalde
Comisiòn de Derechos Humanos del Distrito Federal
La sede de la CDHDF está ubicada en avenida Universidad 1449, Pueblo de Axotla, a un costado de la estación del Metro Viveros-Derechos Humanos (Línea 3).


La recepción de materiales en la CDHDF será durante las 24 horas del día.

Recuerda checar que sea un centro autorizado y regulado, para que asì tu ayuda lleguè a su destino.

martes, 5 de enero de 2010

Jehyzel (3)

(3)
Aquel joven llamado por su compañera solo como "Ren", río un poco y contestó;
-¿Ladrones?, ¡ja!,¡somos artistas, de los mejores!
La chica violinista apuro y reclamo al chico;
-¡Oh!, deja de tratar de impresionar a la tipa. Ren, y ¡ya vámonos!
Jehyzel comprendió en ese instante que no planeaban maldades en su contra y se disculpo por la comparación tan denigrante;
-No era mi intención ofenderlos de esa manera. ¡Gracias por ayudarme!, a los dos, lo que pasa es que todo fue tan rápido, me tomo por sorpresa, eso de huir y los de seguridad gritando.
-¡Ah!, realmente no es tan sorprendente ni fuera de lo común en nuestras vidas, ¿No es así Denya?
-¿Realmente crees que le importa a esta nenita?- contesto la ya visiblemente fastidiada Denya- tenemos cosas por hacer, y tú sólo piensas en buscar a quién coger.

El muchacho, con el comentario de la chica, empezó a convertirse en un jitomate humano, al menos de la cara, roja su faz, apenado frente a los verdes ojos relucientes de la pelirroja que lo miraban fijamente, no le quedo más que tragarse el regaño y aceptar el irse ya;
-¡Esta bien!, tú ganas, pero no seas tan agria Denya, tan joven y con ese humorcito a cuestas, no vas a llegar a vieja. ¿O acaso son celos los que emergen por tu boca?
El comentario acabo por matar la paciencia de la violinista;
-¿Agria y celos?, ¡Estás pendejo!, agria tu abuela y solo una tarada podría sentir celos por ti y por esta chamaca, me largo a buscar a los demás y a trabajar, algo que tú nunca harás bien. La chica se alejo a grandes zancadas, como queriendo atravesar la ciudad en dos pasos y el mundo en uno solo.
Jehyzel solo atino decir una disculpa entre dientes, aquel era un día tan rara, púes un "artista" le salvo de la mordida de un leviatán anaranjado. -No era mi intención hacer que tú novia se enojara, ahora me despido para que puedas alcanzar a tu novia.
-¡Oye! No te preocupes, ella no es mi novia, ella es una buena amiga, con el único defecto de que se encabrona de inmediato, como chispa. Pero olvida eso, ¡Ven! Te invito un refresco y un postrecito, para que se te pase el susto. ¿Qué dices?, ¿Bueno y a todo esto cuál es tu nombre?
-Me llamo Jehyzel e insisto en que deberías de alcanzar a tu amiga, no es bueno mantener a una amistad enojada.
-Denya siempre parece encabronada, ella es buena onda, pero desde que la conozco se amarga la vida y se encabrona por todo y por nada. Cambiemos de tema, Jehyzel es un nombre poco común, al menos no recuerdo haberlo escuchado antes de ver tus bellos ojos, te hace justicia es un buen nombre – comento un zalamero Ren-

-Si a ti te parece así, no te pondré objeción, este es un país en su mayoría libre. ¿Y que hay de tu nombre, que significa Ren?- una curiosa y muy extraña sonrisa en la cara de una chica que había olvidado sonreír acompaño la cuestión  -No se me hace un nombre conocido.
Fusilado más por la sonrisa que por la cuestión, Ren solo atino a contestar nervioso y apresurado; -¡Renato!, ese es mi nombre de humano común, pero lo deje hace mucho en Ren, mi nombre artístico, el de mi alma callejera e hija de las estrellas. Pero dime, ¿Aceptas mi invitación? Te juro que no intentaré nada malo en tu contra y sin tu permiso.
-¿Qué?
-¡Nada nada! Me encantaría tu compañía.
Jehyzel realmente tenía las mismas ganas de llegar a la escuela, que las ganas tendría un condenado andar por el corredor de la muerte hacia su inevitable ejecución, así que no le fue difícil aceptar tan oportuna invitación para eludir lo que siempre buscaba eludir, ¡El futuro y la rutina!.
Un día más para saber, un día menos para besar, una noche bailamos, alguna otra dormimos, pero al final todos morimos, ya sea de viejos, ya sea por necios, por accidente o por incidente, por amargura o por amor, por ser alfa por ser omega, todo empieza, todo acaba, ¡bendito sea Dios por que no se es eterno!, pues sería un eterno sufrimiento y un eterno andar si llegar a descansar…

-¿Conoces algún lugar por aquí?- le atizó de nuevo Jehyzel, más con el verde de los ojos que con la cuestión en cuestión -Cualquier lugar es bueno para un refresco, pero sentarse me iría mejor, chico artista.
-¡Varios!, así que si me permite mademoiselle Jehyzel, le invito a caminar púes mi carruaje fue retirado por unos nobles caballeros de azul y mucho diente, con placa y todo, aunque siendo sincero realmente soy tan excéntrico, que no tengo ningún carruaje porque me gusta más la melodía de mis zapatos contra el pavimento.
Jehyzel se río tantas veces y seguidas en un día era un acto más de milagro que de costumbre y el milagro era por obra de un San Ren. -No importa, vamos, también me gusta deambular por está ciudad.

Dos flamas azules atrapadas en un cara hermosa, a la distancia, observaban retirarse a los dos que apenas se habían conocido, Denya sintió un calor emergiendo desde lo más frío de su corazón, corazón frío que solo se calentaba al estar cerca de Ren, y ahora por primera vez un fuego nuevo y distinto al que le provocaba estar cerca de aquél de la chistera, le quemaba desde lo profundo, Denya conocía ahora el fuego ardiente y triste de rencor, un rencor hacia una mujer a la que ni siquiera conocía por nombre. -¡Maldita tipa y maldito Ren! ¿Dónde quedaron las ganas y la voluntad para juntar lo de la renta?, siempre se deja llevar por las emociones y por sus antojos y nunca se percata del antojo de quién lo rodea, ¡A la mierda contigo y con la tipa. No acaba de pensar, cuando un jalón en su chaleco la aparto del mundo de la amargura, y una voz conocida y hasta molesta acompaño al jalón;
-¿Todo bien Denya? ¿Dónde está Ren, que no le tocó juntar el dinero contigo?
- No tengo porque contestar tus preguntas y en todo caso, ¿Tú no deberías estar haciendo precisamente éso con Mauro?. Denya estaba profundamente molesta, con sus ojos azules como flamas de butano y su voz carraspeando le pregunto a un recién llegado Fernando llamado por toda la palomilla sólo como Fercho.
-¿Dónde esta Mauro?
-¡Caray!, ¿Qué no tenemos derecho de tomarnos un “break” un desayunito?
Un poco de comida es necesario y Mauro y tú servidor nos disponíamos a realizar esa maniobra. Pero hablando de otra cosa, mi sexto sentido me indica que tu enojo fue producido por alguna tontería que hizo Ren, ¿No es así?, te ha de haber jodido y eso de hacer coraje sin haber desayunado primero es muy malo para la bilis.

Denya, cansada de todo, sólo libero tanta mala energía en forma de un cañonazo futbolero a la pobre espinilla de un más desdichado Fercho, al mismo tiempo que le gritaba;

-¡Yo soy la que te va a joder a ti y te voy a dar un malestar peor para tu bilis idiota, al final tú y Mauro se pueden ir al demonio!

Denya se alejo y esta vez sus zancadas la pudieron llevar hasta la luna en tres pasos. Mientras un adolorido Fercho se sobaba la espinilla con la mano derecha mientras que con la izquierda le dedicaba una señita a la que se retiraba. El dolor producido por la patada de la chica fue tal que el pobre Fercho se tuvo que sentar en la orilla de la banqueta a seguir con la sobada mientras resoplaba dos que tres groserías entrecortadas, después de no poco rato el dolor disminuyo y se dio tiempo de sacar una goma de mascar de su bolsillo y la disfruto rumiándola como vaca, haciendo tanto ruido con la boca abierta, tanto que no escucho a la persona que se acercaba por detrás y que acabo propinándole una buena patada en donde la espalda pierde su buen nombre a la vez que le gritaban:
-¡Hola pinché huevón!, deja de estar holgazaneando! ¿Qué no habíamos quedado en desayunar? Y mira como te encuentro en vez de encargar el desayuno en algún puesto del mercado cercano, te encuentro echado aquí sin pendiente tragando tu chicle como una vaca aunque al final más bien eres un buey.
Ahora si un muy adolorido Fercho sólo pudo rezongar ya cansado de tanta mala suerte con sus supuestos amigos.
-¡Maldición! ¿Qué le pasa a todo el mundo?, todos desquitan sus traumas conmigo, y tú que supuestamente eres mi amigo, me apuñalas por la espalda mientras me retorcía del dolor provocado por una dizque amiga.

Como respuesta Fercho solo recibió otro golpe en la nuca con la palma de la mano, un golpe de aquellos conocido en el bajo mundo como soplamocos o aplaca pendejos mientras un Mauro impaciente le regañaba con un: -¡Cállate!, deja de decir estupideces y mejor explícate eso “del dolor provocado por tu amiga”, aunque mejor me lo explicas mientras desayunamos en aquel puesto de comida, así que mejor mueves esas patas de burro.

El olor de las fritangas de chicharrón como las gorditas, las quesadillas, los tacos dorados, sopes, huaraches, pambazos y demás platillos preparados en todo el mercado en cocinas económicas y puestos de colores con motivos vivos casi siempre anaranjados amarillos y rojos, para provocar más antojo, llenaban el ambiente provocando suspiros de hambre a más de uno, la comida y el degustarla producían un cuadro lleno de vitalidad que solo en tales ocasiones se puede observar, no es lo mismo ver al ser humano llenando feliz el huacal a ver velorio sin tragar mas que penas.

Mauro y Fercho ordenaron un para de huevos estrellados como soles encima de un arroz blanco (el cuál se les había quemado poquito), pero como "con hambre todo es bueno".
Mauro fue el que comenzó a interrogar a un atragantado Fercho.
-¿Entonces? Baboso, ¿Me vas a contar lo que te ocurrió con esa amiga que te golpeo?

-Nada más por que tú pagas, de otra forma te mandaba al carajo con tus preguntitas. Bueno en fin, me tope con esa preciosura que tú uniste al grupo, aquella chica ojo azul, esa preciosidad que toca el violín de forma tan profesional, tu ilusión, Denya, metida en sus pantalones de mezclilla que le quedan como si se los hubieran pintado, delineando tan bien su hermosa figura y sobre todo le delinean tan bien el …

Otro golpe en la nuca de parte de Mauro, despejo la mente de Fercho de malos pensamientos;
-¡Basta de ser tan cerdo!, sólo cuéntame el por qué de ese golpe que te dio.

-¡Caray compadre!, que mal genio tienes, lástima que ella no te haga caso, harían muy buena pareja. -Dijo sonriendo malicioso Fercho-.  bueno total yo creo que el canijo ojo alegre de Ren, la hizo enojar, se debe de haber ido de perro tras algunas faldas y dejo colgada con lo de la renta a la buena de Denya ¡Que desperdicio!.
-Denya no aprende – dijo apesadumbrado Mauro, perdiendo el apetito- No se por que le ruega tanto a ese pendejo, nunca le va hacer caso.
-Que es lo mismo que pasa contigo, mira nada más tu ruegue y ruegue como si ella fuera la virgen y tú en búsqueda de un milagrito que nunca va a llegar – dijo un confiado Fercho-, es una nena tonta, pero cómo te encanta,¿No Mauro?.

Mauro se puso serio, sus cejas se arquearon y su mirada se fijo en el comelón Fercho, mientras carraspeaba secamente. -Me caes mal Fercho, me caes muy mal, cuando empiezas a sacar palabras a lo pendejo de tu hocico de perro, siempre tienes que sacar una sarta de tonterías, pura basura, no tienes fin, una vez que comienzas, a menos que uno te ponga quieto…

-¡Cálmate hermano!, el amor te pervierte, te vuelve loco, esa chiquita te va a matar de desilusión, eso sí le reconozco que tiene muy buena forma, pero es de esas que matan poco a poquito. El amor no tiene lógica, no atiende razones, pierde la mente de los hombres al grado de dejarlos inservibles, incluso nubla la mente de los más centrados, todos se abandonan por los labios que los atraen y cometen miles de actos insanos que en su vida cuerda no harían jamás, ese veneno tan dulce, es el peor de todos las cicutas, hermano un veneno bueno mata rápido y el veneno llamado amor solo empalaga y ataranta, mata de forma lenta y con tanto sufrimiento en el alma, que prefiero la bendita cápsula de cianuro.

domingo, 3 de enero de 2010

Jehyzel (2)

(2)

Las puertas se abrieron y esta vez ya no se desbordo el mar de gente, en cambio abordaron 2 siluetas jóvenes hombre y mujer que por su forma de vestir, parecían salidos de un circo, pero un circo extravagante, inusual, estrafalario de aquellos que no cuentan por carpa más que la de las estrellas y la luna. Estos dos nuevos pasajeros llamaron poderosamente la atención de una Jehyzel que no estaba acostumbrada a estar de fisgona con los demás, pero con estos dos la historia era y se veía diferente; él chico vestía unos pantalones de mezclilla de color negro, muy deslavados, una camisa de mezclilla muy al estilo ranchero y lo realmente llamativo de su atuendo era lo que consistía en un chaqueta que emulaba a la de un domador o a la del presentador del circo, completando el cuadro, una vieja chistera cubría su pelo negro, una sonrisa de aspecto franca en su rostro, su guitarra a la espalda, armónica y pandero; mientras la chica a su lado de ojos azules penetrantes y quisquillosos, pelo negro un poco enmarañado pero muy reluciente, boca fina de princesa de cuento, nariz respingada, un aparición de hada entre los fantasmas toscos de un vagón sucio, su  figura bella la cubrían unos pantalones de mezclilla azul claro, una blusa blanca con motivos coquetos, un chalequito de cuero negro, con variados botones y pins con leyendas con alusión a grupos de rock y frases de consigna anti-todo, calzaba botas negras y por último con un violín de acompañante en su mano derecha. Jehyzel detuvo su mirada en un botoncito color cielo en el que se leía “Si no tienes destino al cuál llegar, ¿Para que te presionas tanto?”. Jehyzel experimento una empatía que le susurraba al oído que aquello describía su vida y forma de actuar en el presente.
Sus meditaciones se escaparon con la sonrisa de aquel chico de chistera, quien a medio vagón expreso de forma un poco exagerada; -¡Respetable publico, amables caballeros, hermosas damas! -cruzó mirada con Jehyzel por un breve instante- Hágannos el favor de tornar sus sueños y fantasías hacía nosotros por unos breves y esperamos que emotivos momentos, mi bella compañera y su servidor haremos trueque con ustedes, en la forma de acariciar sus oídos con algunas notas musicales, a cambio de sus valiosos aplausos y alguna moneda que les sobre para que el espectáculo y magia musical llegué a otros viajeros, cualquier “cosita” aun mínima, para nosotros es un tesoro; dicho esto empezaremos nuestro show, ¡Que lo disfruten...!
Aquellos dos hicieron una reverencia para toda la gente del vagón, la chica se coloco en posición con el violín, y el chico se apresto con la guitarra, las primeras notas fueron emitidas por el violín con exquisita soltura y elegancia, la chica realmente desnudaba el alma de aquel violín y este sangraba hermosas notas, mientras el chico le seguía con la guitarra, en un acompañamiento que no sonó extraño, un viejo vals se escuchó en el vagón mientras que este era devuelto a la oscuridad del túnel, después de este vals conocido como “Alejandra”, siguió una muy libre interpretación de “Claro de luna” de Debussy, al cuál la chica doto de un encanto mágico, trágico y sensual, el chico la seguía, pero ella llevaba todo el peso de aquel viaje de notas y ritmos, el tren seguía en su andar eterno por las estaciones del tiempo y Jehyzel le permito a su mente viajar con las notas al infinito de su imaginación y ensoñación, se permitió volar a través de valles, por encima de montañas de picos escarchados, más arriba hasta sobrevolar las nubes, y rozar el bello firmamento, mientras la luz plateada de una luna le coronaba, y su cabello iba en su propio vuelo llevado por el viento de un invierno que era amable, nada frío, ella sonreía, no había ataduras, se elevaba sin restricciones, más y más, mientras las tonadas cambiaban y aquel chico y aquella chica tocaban “Dust in the wind”. Jehyzel seguía su vuelo y tocaba la luna que era tan blanda como su almohada, y su luz plateada la bañaba y ella suspiraba y renacía convertida en una joya más, perteneciendo a la misma luna.
La melodía termino, Jehyzel regreso del  mundo de ensueño, mientras aquel chico agradecía de nueva cuenta y recorría el vagón junto con la chica, para recaudar las monedas ofrecidas por el respetable, mientras el tren se acercaba a la siguiente estación en donde se abrierón las puertas del levitán moderno y los chicos se apresuraron a bajar por la puerta cercana a Jehyzel quien les obsequio varias monedas. El pitido anunciando el cierre de puertas y la partida de aquella estación no tardo en escucharse en todos los vagones y Jehyzel termino de despertar de la fantasía y más aun cundo cayó en cuenta que ya se había pasado varias estaciones de aquella en la que se debía de bajar, no le quedo otra a la mujercita de pelo rojo, que escapar de aquel gusano anaranjado en el preciso momento que este cerraba puertas, con la buena fortuna de que todo su cuerpo libro de forma esplendida las fauces del gusano, todo su bello cuerpo, menos su ¡chamarra azul! que se quedo atrapada por aquellas malditas puertas mientras ella misma era retenida por su chamarra y el tren empezaba a reanudar su marcha, Jehyzel empezó a sentir un escalofrío, y su imaginación ahora le regalo una postal instantánea con ella de protagonista arrastrada y estampada en el final del andén, adentro del vagón la gente no reaccionaba para jalar la palanca de emergencia, atosigados hasta el cuello de obligaciones, pudiera ser que sus reacciones y reflejos eran ya los de una tortuga, eran una masa aletargada de por vida. Jehyzel misma se habría podido quitar de forma fácil su chamarra, pero sus nervios le ataron más que la misma chamarra a las puertas; fue en ese momento que sintió una mano firme sujetarle del brazo, mientras otra le agarraba de la cintura, y después un fuerte jalón que la pudo haber arrancado de los mismos brazos del diablo, aunque en está ocasión fue de los flácidos brazos de la muerte; el viejo metro, empezó a detener también su marcha, pues una alma por fin despertó del letargo adentro del tren y jalo la necesaria palanca salvadora, se abrieron las puertas, y varias cabezas curiosas incluyendo la del conductor se asomaron casi al unísono como imitando a un gran monstruo mitológico, mientras la misma Jehyzel alzaba su cabeza para ver a su salvador, y se sorprendió un poco al ver al chico de la sonrisa, la chistera y el vestir estrafalario y junto a él  a la chica de ojos azules y su violín melancólico, él le sonrió con la franqueza de los que viven sin prejuicios y ella a su forma regreso la sonrisa que mejor ejecutaría en todo ese tiempo de días grises, él chico empezó a abrir su boca para entonar algunas palabras que no llegaron nunca a producirse realmente ya que en ese momento se escuchó en el equipo de audio, la llamada a los elementos de seguridad para que se presentaran al andén, y la chica del violín le jalo de la chaqueta al chico a la vez que le apuraba, -¡Vámonos, Ren, ya vienen los cabrones de seguridad y está vez no van a creer que nosotros, no jalamos la palanca y que todo este desmadre fue por una buena causa!
-¡Ok!, pero ella –señalando a Jehyzel- viene con nosotros.
Jehyzel, sólo abría más los ojos preguntándose ¿Qué diablos pasaba ahora?. El chico levanto a la sorprendida Jehyzel y los tres emprendieron la no graciosa huida a la salida más cercana, atrás de ellos los policías les daban despedidas basadas en maldiciones de todos colores y sabores para llevar a casa. Aquellos tres no detuvieron su carrera hasta que doblaron en la esquina más alejada de la entrada de aquel subterráneo, en donde por fin le permitieron a sus pulmones recuperarse, eso si después de verificar que no hubo quién siguiera sus fugitivos pasos. Jehyzel muy extrañada, recuperando apenas el aliento pregunto desconfiada - ¿Por que la carrera y por que me jalaron con ustedes?-, sus ojos verdes se clavaron en los del chico y el atendió sus cuestiones de forma tranquilizadora o al menos eso creyó él,
-¡Disculpa chica bella!, después de lo mal que lo pasaste con la mordida que le dieron las puertas a tu chamarra, todavía te hacemos correr, bueno eso ayuda a tener una condición física de envidia, ¿No crees?, tu corazoncito debe de andar en estos momentos con un tun tun muy alocado-.
 Él seguía con su sonrisa y Jehyzel fruncía el seño mientras preguntaba
 -¿Por qué le temieron ustedes a los polis? ¿Acaso son ladrones?- en ese momento Jehyzel se arrepintió de hacer tan mala y quizás última pregunta, al recordarse sola con aquellos dos extraños.