domingo, 3 de enero de 2010

Jehyzel (2)

(2)

Las puertas se abrieron y esta vez ya no se desbordo el mar de gente, en cambio abordaron 2 siluetas jóvenes hombre y mujer que por su forma de vestir, parecían salidos de un circo, pero un circo extravagante, inusual, estrafalario de aquellos que no cuentan por carpa más que la de las estrellas y la luna. Estos dos nuevos pasajeros llamaron poderosamente la atención de una Jehyzel que no estaba acostumbrada a estar de fisgona con los demás, pero con estos dos la historia era y se veía diferente; él chico vestía unos pantalones de mezclilla de color negro, muy deslavados, una camisa de mezclilla muy al estilo ranchero y lo realmente llamativo de su atuendo era lo que consistía en un chaqueta que emulaba a la de un domador o a la del presentador del circo, completando el cuadro, una vieja chistera cubría su pelo negro, una sonrisa de aspecto franca en su rostro, su guitarra a la espalda, armónica y pandero; mientras la chica a su lado de ojos azules penetrantes y quisquillosos, pelo negro un poco enmarañado pero muy reluciente, boca fina de princesa de cuento, nariz respingada, un aparición de hada entre los fantasmas toscos de un vagón sucio, su  figura bella la cubrían unos pantalones de mezclilla azul claro, una blusa blanca con motivos coquetos, un chalequito de cuero negro, con variados botones y pins con leyendas con alusión a grupos de rock y frases de consigna anti-todo, calzaba botas negras y por último con un violín de acompañante en su mano derecha. Jehyzel detuvo su mirada en un botoncito color cielo en el que se leía “Si no tienes destino al cuál llegar, ¿Para que te presionas tanto?”. Jehyzel experimento una empatía que le susurraba al oído que aquello describía su vida y forma de actuar en el presente.
Sus meditaciones se escaparon con la sonrisa de aquel chico de chistera, quien a medio vagón expreso de forma un poco exagerada; -¡Respetable publico, amables caballeros, hermosas damas! -cruzó mirada con Jehyzel por un breve instante- Hágannos el favor de tornar sus sueños y fantasías hacía nosotros por unos breves y esperamos que emotivos momentos, mi bella compañera y su servidor haremos trueque con ustedes, en la forma de acariciar sus oídos con algunas notas musicales, a cambio de sus valiosos aplausos y alguna moneda que les sobre para que el espectáculo y magia musical llegué a otros viajeros, cualquier “cosita” aun mínima, para nosotros es un tesoro; dicho esto empezaremos nuestro show, ¡Que lo disfruten...!
Aquellos dos hicieron una reverencia para toda la gente del vagón, la chica se coloco en posición con el violín, y el chico se apresto con la guitarra, las primeras notas fueron emitidas por el violín con exquisita soltura y elegancia, la chica realmente desnudaba el alma de aquel violín y este sangraba hermosas notas, mientras el chico le seguía con la guitarra, en un acompañamiento que no sonó extraño, un viejo vals se escuchó en el vagón mientras que este era devuelto a la oscuridad del túnel, después de este vals conocido como “Alejandra”, siguió una muy libre interpretación de “Claro de luna” de Debussy, al cuál la chica doto de un encanto mágico, trágico y sensual, el chico la seguía, pero ella llevaba todo el peso de aquel viaje de notas y ritmos, el tren seguía en su andar eterno por las estaciones del tiempo y Jehyzel le permito a su mente viajar con las notas al infinito de su imaginación y ensoñación, se permitió volar a través de valles, por encima de montañas de picos escarchados, más arriba hasta sobrevolar las nubes, y rozar el bello firmamento, mientras la luz plateada de una luna le coronaba, y su cabello iba en su propio vuelo llevado por el viento de un invierno que era amable, nada frío, ella sonreía, no había ataduras, se elevaba sin restricciones, más y más, mientras las tonadas cambiaban y aquel chico y aquella chica tocaban “Dust in the wind”. Jehyzel seguía su vuelo y tocaba la luna que era tan blanda como su almohada, y su luz plateada la bañaba y ella suspiraba y renacía convertida en una joya más, perteneciendo a la misma luna.
La melodía termino, Jehyzel regreso del  mundo de ensueño, mientras aquel chico agradecía de nueva cuenta y recorría el vagón junto con la chica, para recaudar las monedas ofrecidas por el respetable, mientras el tren se acercaba a la siguiente estación en donde se abrierón las puertas del levitán moderno y los chicos se apresuraron a bajar por la puerta cercana a Jehyzel quien les obsequio varias monedas. El pitido anunciando el cierre de puertas y la partida de aquella estación no tardo en escucharse en todos los vagones y Jehyzel termino de despertar de la fantasía y más aun cundo cayó en cuenta que ya se había pasado varias estaciones de aquella en la que se debía de bajar, no le quedo otra a la mujercita de pelo rojo, que escapar de aquel gusano anaranjado en el preciso momento que este cerraba puertas, con la buena fortuna de que todo su cuerpo libro de forma esplendida las fauces del gusano, todo su bello cuerpo, menos su ¡chamarra azul! que se quedo atrapada por aquellas malditas puertas mientras ella misma era retenida por su chamarra y el tren empezaba a reanudar su marcha, Jehyzel empezó a sentir un escalofrío, y su imaginación ahora le regalo una postal instantánea con ella de protagonista arrastrada y estampada en el final del andén, adentro del vagón la gente no reaccionaba para jalar la palanca de emergencia, atosigados hasta el cuello de obligaciones, pudiera ser que sus reacciones y reflejos eran ya los de una tortuga, eran una masa aletargada de por vida. Jehyzel misma se habría podido quitar de forma fácil su chamarra, pero sus nervios le ataron más que la misma chamarra a las puertas; fue en ese momento que sintió una mano firme sujetarle del brazo, mientras otra le agarraba de la cintura, y después un fuerte jalón que la pudo haber arrancado de los mismos brazos del diablo, aunque en está ocasión fue de los flácidos brazos de la muerte; el viejo metro, empezó a detener también su marcha, pues una alma por fin despertó del letargo adentro del tren y jalo la necesaria palanca salvadora, se abrieron las puertas, y varias cabezas curiosas incluyendo la del conductor se asomaron casi al unísono como imitando a un gran monstruo mitológico, mientras la misma Jehyzel alzaba su cabeza para ver a su salvador, y se sorprendió un poco al ver al chico de la sonrisa, la chistera y el vestir estrafalario y junto a él  a la chica de ojos azules y su violín melancólico, él le sonrió con la franqueza de los que viven sin prejuicios y ella a su forma regreso la sonrisa que mejor ejecutaría en todo ese tiempo de días grises, él chico empezó a abrir su boca para entonar algunas palabras que no llegaron nunca a producirse realmente ya que en ese momento se escuchó en el equipo de audio, la llamada a los elementos de seguridad para que se presentaran al andén, y la chica del violín le jalo de la chaqueta al chico a la vez que le apuraba, -¡Vámonos, Ren, ya vienen los cabrones de seguridad y está vez no van a creer que nosotros, no jalamos la palanca y que todo este desmadre fue por una buena causa!
-¡Ok!, pero ella –señalando a Jehyzel- viene con nosotros.
Jehyzel, sólo abría más los ojos preguntándose ¿Qué diablos pasaba ahora?. El chico levanto a la sorprendida Jehyzel y los tres emprendieron la no graciosa huida a la salida más cercana, atrás de ellos los policías les daban despedidas basadas en maldiciones de todos colores y sabores para llevar a casa. Aquellos tres no detuvieron su carrera hasta que doblaron en la esquina más alejada de la entrada de aquel subterráneo, en donde por fin le permitieron a sus pulmones recuperarse, eso si después de verificar que no hubo quién siguiera sus fugitivos pasos. Jehyzel muy extrañada, recuperando apenas el aliento pregunto desconfiada - ¿Por que la carrera y por que me jalaron con ustedes?-, sus ojos verdes se clavaron en los del chico y el atendió sus cuestiones de forma tranquilizadora o al menos eso creyó él,
-¡Disculpa chica bella!, después de lo mal que lo pasaste con la mordida que le dieron las puertas a tu chamarra, todavía te hacemos correr, bueno eso ayuda a tener una condición física de envidia, ¿No crees?, tu corazoncito debe de andar en estos momentos con un tun tun muy alocado-.
 Él seguía con su sonrisa y Jehyzel fruncía el seño mientras preguntaba
 -¿Por qué le temieron ustedes a los polis? ¿Acaso son ladrones?- en ese momento Jehyzel se arrepintió de hacer tan mala y quizás última pregunta, al recordarse sola con aquellos dos extraños.

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