martes, 26 de enero de 2010

Nocturnal

En la fría noche de mi vida triste, la pena y el dolor me invaden, la soledad me agobia, mis huesos se congelan, mi alma se marchita, mi corazón es cenizas que dejo el fuego de tu amor, el cuál todavía consume mi ser, poco a poco, a pesar del frío de la noche, a pesar del hueco de mi ser; Soy una sombra que habita sombras, aún a pesar de la pálida luz de la luna llena que me ha acompañado tanto, luz de luna tan hermosa como las caricias de los enamorados, sólo soy un recipiente que se llena con recuerdos de amores perdidos, sólo soy una sombra sin sustancia real y tangible para el mundo. Cuando se me permitió amar, ¡lastimé!, cuando me amaron, ¡olvidé! Cuando por fin en la soledad me vi, el dolor y la pena se hospedaron en mi alma, me embargaron, me devoraron.
 La noche sólo la noche me acompaña, ella y sólo ella es mi única amante, y al salir el sol, al anunciarse son su primer rayo, nos dejamos sin despedirnos del todo. Yo regresó al frío de la tierra, la noche se pierde en el tiempo muerto, la vida regresa al espacio.
 He vivido y sobrevivido, si es que a ésto se le puede llamar vida, soy en el mejor de los casos, un recuerdo de algo mejor y la promesa de lo que no será, en el mejor de los casos estoy muerto para el mundo, para la sociedad, en el mejor de los casos no existo, soy ficción, en el mejor de los casos no debería dolerme, pero la tierra que habito es fría igual que las sombras que me cobijan, abandonadas, muero en todos los amaneceres, “renazco” en todos los anocheceres, me pierdo en los caminos olvidados, polvorosos, cansados de sí como de mí. Vagó sin destino, me detengo por horas a observar el tiempo, tiempo que no pasa, ¡Para mí no! Rincones secos gélidos que lleno con mi pesar con mis despojos con mi dolor, por los siglos de los siglos, mi amor.

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