martes, 21 de julio de 2009

Ansiedad 4ta-parte



(4)



Mis dedos tecleaban y las palabras nacían en aquella pantalla, mi ser estaba presente en el mundo virtual, debo admitir que me tarde cinco horas en aprender lo más básico con la ayuda de la encargada de aquel café internet. Al principio, ella se me quedo viendo como si fuera un pervertido tratando de llegar a ella mediante una excusa tan pobre como lo es no saber usar el internet. Afortunadamente para mí, después de mostrarle la paga por su asesoramiento y por el servicio de la renta de aquel equipo que me intrigaba tanto, ella llegó a la conclusión de que yo representaba un buen cliente, así que al final decidió compartir su sabiduría conmigo. La verdad es que en menos de una hora se convenció de que yo era un total ignorante en el uso de tan necesaria herramienta de hoy día.



Empecé aquella lección a las cinco de tarde, para las nueve de la noche ya tenía dos cuentas de correo con las cuales experimentaba mandándome mensajes de una a otra, también me fascinó el hecho de poder buscar cualquier imagen que se me ocurriera, de hecho guarde bastantes imágenes de amaneceres, de ciudades, de la naturaleza y por último de personas en la computadora. Cualquier lección nueva sobre el uso de aquella maravilla me parecía tan fuera de mi realidad, que aquella máquina me era símil a una lámpara de Aladino moderna, de aquellas que encontraban en los cuentos de hadas, de tiempos más sombríos pero más ligados a mi memoria, mis viejos tiempos vividos bajo resplandores dorados y germinadores de mi felicidad olvidada.

Utilicé cada una de las herramientas que me mostraban una vía de conocimiento a la cuál acceder, me encontré encantado por aquella barrita del buscador en la que tecleaba cualquier cosa que me naciera conocer e inmediatamente el buscador me respondía con miles de opciones para saciar mi curiosidad, era realmente un mundo aparte del que yo conocía, todo era tan renovado ahí en esa pantallita. Afuera mi mundo estaba muerto pero aquí en éste mundo de ensueño había esperanza de resucitar mi ser, de volver a éste mundo al que me aferraba todavía como la muerte se aferra a esta ciudad, aquella vieja muerte era lo único que no cambiaba era perpetua, era lo único que todavía seguía tal y como lo recordaba de tiempo atrás.

La encargada no hizo plática conmigo más que de lo esencial, parapetándose detrás del profesionalismo y la frase no escrita en su contrato de “No socializar con los clientes”. Las demás personas en el local estaban sumergidas en su propio universo, nadie iba al lugar para buscar compañía al momento y de frente a frente, al contrario, preferían chatear, incluso con perfectos desconocidos, "chatear", otro de los términos nuevos que tuve que aprender.

Me resigne de nuevo y le pregunte a la encargada de aquel local que me indicara la mejor forma de lograr contactar con alguien. Ella armada de paciencia y quizás un poco de compasión, me enseñó a subir a internet un perfil con datos la mayoría falsos, ya que me decía aquella mujer que así era mejor.



—“Nunca se sabe con qué loco te comunicas a través de éste medio”— aunque cuando lo dijo me pareció verla aguantándose las ganas de reír.



Le pregunte cuanto tardaría alguien en comunicarse conmigo, respondió:



—Eso nunca se sabe, depende mucho del perfil y lo que se busqué, la mayoría solo busca ligar— dicho esto la encargada me mostró varias páginas de foros, y tras de registrarme en una de las mejores (según ella), me indico así mismo que era mejor iniciar o participar en un debate sobre algún tema, al final quizás conseguiría varios amigos y amigas.



Mi debut en aquel foro fue de lo más apesadumbrado y desalentador, los temas de los que se trataba al momento me eran desconocidos en su totalidad. Era tan vago lo que yo podía expresar, que la gente en ese foro que al principio se mostraba de buenos modales dándome bienvenidas, acabaron por ignorarme e incluso alguno que otro me rubricó insultos por “pendejo” y aún peores. Total que tuve que salir del foro, me disponía a ingresar a otro pero en ese instante la encargada del local me aviso que era hora de cerrar, le expresé mi gratitud con un poco más de dinero y salí a las viejas calles cubiertas de noche.

Mi semblante estaba parco, las expectativas que había imaginado al acceder a este medio se habían ido diluyendo de nuevo, aún con este peso en contra preferí encaminarme al “beso de Judas”, era preferible a tener que regresar al aposento todavía envuelto por la penumbra.



Al llegar fui recibido por el regordete cantinero que me reconoció al instante y de hecho le observé murmurarle algo a un cliente cercano bien vestido que sin fingir me volteó a ver y su boca dibujo una sonrisita burlona. El cantinero como siempre ante el arribo de un cliente se mostró cortés. Yo le solicité que se me enviará una botella de ron a una mesa que estaba a media luz por una lámpara rojiza fundida, por lo que sólo contaba con la luz amarillenta de la lámpara sobre la misma mesa, ya instalado en ese pequeño refugio me dispuse a embriagarme con las pláticas de aquellos noctámbulos que charlaban y reían mientras humedecían sus labios con licor.



Trascurrieron al menos diez minutos desde mi llegada cuando me percaté que aquel personaje bien vestido el de la sonrisita burlona se acercaba a mi mesa, debo de admitir que su presencia me resulto incomoda de inmediato.



—¿Puedo?— me inquirió señalando el banquillo.



—¡Adelante, sírvase!



-—¡Gracias! ¿Sabe mi amigo? No quiero parecer entrometido, pero vera, el cantinero me puso al tanto de su búsqueda de amistad o compañía, no la tome a mal con el buen cantinero, me puso al tanto porque pensó que yo su servidor podría efectivamente hacer eso, servirle.



—¡Siga!



—Mire yo represento a un grupo de chicos y chicas que ofrece sus atenciones a personas... bueno digamos un poco solitarias, a lo mejor como usted, ¡claro! todo esto a cambio de una módica suma. Pero eso sí, yo le aseguro que siempre los clientes quedan satisfechos.



Me le quede mirando, consternado por aquel ofrecimiento, me sentí más incómodo aún por lo que representaba al final todo esto, una clara invasión a mi privacidad por aquella facilidad con la que el cantinero me había expuesto en tan poco tiempo de realmente ni conocerme, me había ventilado como tema de platica en su negocio. Aunque en el fondo me tenía que haber esperado algo así, pues era obvio que mi actitud extraña de la última y primera vez que visite el lugar resultaría en un tema más de platica y licor.



El sujeto bien vestido frente a mí, se percató de mi alteración ante su comentario por lo que se prestó apresuradamente a depositar una tarjeta de presentación sobre la mesa mientras me daba las gracias por el trago y mencionaba que ahí estaban los teléfonos por si se me ofrecía y de hecho me menciono una página web donde podría checar a sus chicas y chicos.



Me quede observando la tarjetita por un rato y después regresé a mi exploración de las demás personas en el lugar.

¡De repente una sensación fue en ascenso desde lo profundo de mi esencia! ¡Experimente unas ganas desmesuradas de salir o pararme enfrente de lo demás! ¡Poco a poco algo iba emergiendo de las tinieblas que existían en mi ser, algo que necesitaba saciar, era como si me encontrará en medio del desierto con una sed abrumadora y terrible, apreté los puños sobre la mesa, empecé a sudar de forma copiosa, mi respiración se agitaba, el mareo empezó, apreté mis dientes para resistir aquel fuego interno que prometía estallar en llamas voraces, cerré mis ojos buscando la calma!

Poco a poco así como emergió esa maldita sensación, fue sucumbiendo y sumergiéndose al erebo de mi alma, mi respiración recupero la normalidad y abrí los ojos.



La gente seguía en lo suyo, nadie había notado mi exaltación, me levante, llamé al mesero solicitándole la cuenta, pagué con su respectiva propina y me dispuse a marcharme, antes de escapar de aquel recinto mi mirada regreso a la superficie de la mesa y ahí estaba la tarjetita, después de unos segundos mis dedos la tomaron, la guarde y salí a la noble noche...

Salvador Méndez Z 
México 21/07/2009 (R)


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