lunes, 27 de julio de 2009

Ansiedad 5ta-parte



(5)


El dinero del que disponía existía en una cuenta creada hace ya veinte años, al principio fue un poco problemático reclamarla pero presentando los documentos adecuados no hubo más oposición ni reclamo por parte del banco, así que el dinero ahí estaba para el uso que yo deseara darle y la tarjetita de presentación del tipo bien vestido, con sus teléfonos y sitios web también, pero ¿comprar compañía?, eso no era lo que yo quería, sabía que resultaría poco gratificante. Lamentablemente tanto en mi correo como en el sitio de encuentros, solo había obtenido respuesta de gente que radicaba en lugares distantes, casi como si en esta ciudad no hubiera nadie disponible para conocer, al aparecer estaba negado para encontrar a mis “semejantes”.



Existía además la remembranza en mi mente y cuerpo de aquella sensación experimentada, aquella sensación por demás maldita, aquella noche en el bar, aquellas ganas de... ¿de qué? ¿Qué significaban todas esas sensaciones que me abrumaban? Desde la siete de la noche estaba despierto, pero estás inquietudes no me dejaban levantar, estaba ahí postrado en mi viejo lecho, en medio de las penumbras sin una respuesta concisa, ¡Claro! Las fuerzas en mi interior me devoraban, querían escapar a la calle, me hostigaban y clamaban por unirse a la ciudad, a la noche.

Para las diez y media la necesidad de espacio abierto era tan innegable que ya andaba deambulando entre la poca gente que regresaba del trabajo a sus hogares, iba y venía, sin destino a ningún lado, no había ganas de ir al bar y era muy tarde para el internet, no había mucho de donde escoger pero me decidí por la opción de tomar el tren subterráneo y ver otras zonas de la ciudad. Después de viajar por algunas estaciones me encamine a la salida del subterráneo, era una estación de la más conocida y cercana a los lugares de entretenimiento. Mis pasos me llevaron a un gran parque al que adornaban varias y variadas fuentes, estatuas de héroes antiguos, árboles majestuosos, donde había mucho que observar, había puestos de vendimias, actores callejeros, música, poetas recitando por monedas; la gente en el lugar no andaba con prisas. Caminé un poco más y llegué al bulevar de los centros de espectáculos y teatros, había función en varios, observé en todos y escogí el de la función de las once de la noche, no conocía la obra ni al autor, pero me pareció una buena opción, se llamaba “El ansía”, trataba sobre un drogadicto y una terrible adicción a las drogas, las cuáles le provocaban experiencias fantásticas y alucinantes, prácticamente se “iba de viaje por otros mundos y realidades” dentro de su cabeza, todo iba bien mientras el personaje estaba en esos lugares, pero cuando el efecto de las sustancias acababa, regresaba a su destrozada realidad y no le era factible soportarla; ansiaba sus estupefacientes, los necesitaba tanto como el oxigeno, el final de la obra no fue bueno para su protagonista, acababa en un coma profundo, su ser, su mente estaba atrapada por siempre en alguno de sus mundos fantásticos del que seguro no habría vuelta jamás.



Salí del teatro satisfecho por la velada de arte y tome el camión especial de ronda nocturna que me indicaron que pasaba cuando el tren subterráneo dejaba de dar servicio. Aquel camión se lleno con la misma gente que salía de la función, todos hablaban de la obra, la oportunidad de unirme a la tertulia estaba ahí, era palpable, era un tema del que yo al igual que ellos había sido espectador y fue en ese preciso instante cuando me disponía a empezar con el intercambio de ideas buscando socializar; que un hormigueo y una sudoración que bajaba por mi rostro me anunciaron el arribo de aquella sensación maldita ¡La misma que me atosigo la noche anterior en el bar!

Me sujeté fuertemente al tubo de apoyo del asiento de enfrente y busque con mi mirada el suelo y mis pies, cerré mis ojos y apreté mis dientes. El sujeto a mi lado me pregunto si me encontraba bien, le respondí de forma un poco hosca que sí, el sujeto siguió en lo suyo, mientras un retorcijón en la base de mi estomago me hizo alzar la mirada, ante mis ojos aquellas personas ahora estaban hechas de una sustancia por demás apetecible, insinuante a todos mis sentidos, como si fuera uno de tantos comedores compulsivos y aquellas personas estuvieran hechas de confitería, chocolate y algodón de azúcar. Me imagine a mi mismo devorándolos con glotonería, arrancándoles partes de dulce de sus cuerpos, las mujeres me resultaban más apetecibles, casi puedo jurar que sentí en mi lengua el sabor de sus manos, las que les lamía con terribles ganas, para después subir lamiendo de esa forma por un brazo hasta llegar al cuello, donde pasaba y saboreaba sus labios frescos, perdiéndome en sus pieles, mordiendo el dulce delicioso de sus formas, bajando y retorciéndome como un animal, sòlo pensaba en devorar...

— ¿Está usted bien?— me preguntaba el sujeto de al lado quebrando la ilusión maldita.




Temblando, le conteste que sí, las demás personas en el camión me observaban perplejos e incluso tuve ganas de reír de forma desesperada. Al escuchar un comentario de alguno de ellos, comentando acerca de mi posible adicción a las drogas, así como lo fuera el personaje de la obra teatral. Yo me paré como pude y presione el botón para indicar la parada, todavía no hacía el alto total el transporte, cuando mis pies ya tocaban suelo, temeroso quizás de mi propia persona, me sumergí entre las sombras de una calle mal iluminada.




つづく
Continuará…

Salvador Mèndez Z El bohemio 
Mèxico ® 27/07/09.



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