martes, 22 de septiembre de 2009

"El Club"




Aquella noche era por demás especial, al menos para aquel grupito de buenos amigos, a los cuales era muy común ver tocar en jardines públicos, calles, plazas y por la alameda central. Siempre alegres, siempre unidos. Se hacían llamar así mismos “El club de los corazones solitarios”, y montaban un espectáculo de música digno de cualquier bar de la ciudad lleno de pasiones nocturnas.


La vida de este grupito era muy extraña a juicio de los extraños y muy buena a juicio de sus integrantes. No necesitaban del mundo más que lo esencial y su libertad de hacer e ir a donde quisieran disfrutando su juventud, sin añorar a la familia perdida o incluso el nunca haberla conocido, realmente sólo era vivir día con día al máximo y sin más preocupaciones que las que surgieran en el mismo día.


Y bien, como toda organización tenía un líder y esté grupo no era la excepción de la regla, el líder aquí no era otro que un chico de sonrisa presta en el rostro a la hora de confrontar cualquier situación, no importando lo desfavorable que está fuera. Sus amigos siempre contaban con él y él siempre con sus amigos. Él era de buena estatura, flaco, de mirada inteligente camuflajeada en el color negro de sus ojos, con el pelo enmarañado bajo una chistera negra y su fiel chaqueta de domador, con botoncitos con nombres de bandas de rock y leyendas curiosas, con sus pantalones de mezclilla y tenis blancos. El verlo vestido de tal manera era ya en sí mismo un espectáculo, siempre llevaba su vieja guitarra y su armónica. Sus amigos le llamaban Ren, y generalmente lo seguían sin contradecirlo a pesar de no ser el de mayor edad. El tipo de mayor edad en el grupo era muy amigo de Ren, respondía al apodo de “Lucky”, sin que los demás al parecer supieran su nombre verdadero.


Lucky tocaba el saxofón si bien no como un maestro, si de forma muy aceptable, siempre vestido un poco a lo “mala facha” con su pelo largo que le llegaba a los hombros, su barba que se olvidaba de rasurar hasta que su pareja le decía que ya le molestaba a la hora de besarlo, su vestimenta era de color negro y al parecer nadie del grupo y en la vida lo había observado antes con alguna otra ropa de diferente color, a veces le hacían burla diciéndole que estaba listo para el velorio o el cementerio. Él siempre contestaba sin enfado que lo segundo era cierto y nunca se vestiría con un color más “alegre” que su fiel negro, sus pantalones de mezclilla y unas viejas botas de motorista, aunque nunca se le había visto en uno de estos caballos de acero, su mirada era también de aspecto inteligente como de zorro o lobo antes de devorar a su presa, aunque su única presa era su pareja que como él, solo era conocida como “Crazy rose” y ella estaba tan unida a él que a veces los del grupo pensaban que si existía el verdadero amor.


Rose tocaba el acordeón con muy buen estilo y su presencia colorida siempre equilibraba la presencia oscura de Lucky, ella tenía unos diecinueve años, mientras Lucky le llevaba por diez, pero aunque le hubiera llevado por cuarenta años o toda una vida, Rose lo amaba como si fuera lo único en su vida y por vivir, y quizás en ese compacto grupo lo era.


Las demás almas ambulantes de aquel extraño club, si respondían a apelativos más comunes como Fernando al que todos llamaban “Fercho” de cariño, él era bueno para tocar el bajo, aunque en calle se conformaba con una vieja guitarra (había que ahorrar para comprar su instrumento), iba vestido de forma común, a la moda de cualquier joven de diecisiete años, era alegre y se juntaba mucho con Fito, quien era un año menor y tocaba unos bongós con buen “tumbao”. Siempre metiéndose en problemas como si sólo para eso fueran buenos los dos, aunque su existencia se basaba realmente en perseguir y competir por el amor de Tania a la que todos le decían “la güera”, y la güera tenía dieciocho años apenas cumplidos y se encargaba de los coros y el pandero, amigable con todos los que ella juzgaba de buena fe y un poco cansada de soportar a los mocosos Fercho y Fito como les llamaba cuando se burlaba de ellos, y les decía que se fueran a cambiar los pañales. Ellos no hacían caso de las burlas de Tania y continuaban incluso más con su fijación hacia ella.


Por último estaba Mauro de diecinueve con cara de pocos amigos y muy reservado para todo, tenía poco de haberse unido al club y como no sabía nada de tocar instrumento alguno. Ayudaba pasando el sombrero para juntar lo que les cooperará el distinguido público en la calle, después de cada interpretación. Esto no le agradaba del todo y se prometió así mismo, aunque tuviera que pagar con su sangre, el aprender a tocar algún instrumento.


Afortunadamente no fue necesaria la cuota sangrienta y Mauro sólo tuvo que poner una parte de lo que se ganaba en esa banda callejera para inscribirse a una pasable escuela de música en donde se inició en las clases de trompeta con entusiasmo.


Todos los integrantes de aquel club de los corazones solitarios se consideraban artistas y el no sería la excepción. Cabe mencionar que a pesar de que estos singulares personajes se consideraban cien por ciento callejeros no se cobijaban bajo las pocas estrellas que la contaminación dejaba apreciar todavía, al contrario, ya qué eran buenos en su arte recibían mejores propinas y se procuraban tener rentado siempre un techo aceptable para pasar las noches lluviosas y frías. Noches muy malas para su espectáculo pero buenas para el amor. Al menos esto último lo experimentaban en la piel y en todos sus sentidos Rose y Lucky quiénes siempre se procuraban un cuarto privado, aparte, sabihondos de no poder aguantar sus fuegos internos que los devoraban de forma seguida e imposible. Aquellos dos representaban lo erótico en el grupo. Los demás todavía no se inmiscuían en los placeres de la carne. Fercho y Fito obviamente fantaseaban fajar con una indiferente Tania y ella, quizás alguna vez había tenido cierta fijación con Ren pero después se había acostumbrado sólo a su amistad y Mauro se sumergía tanto en sus pensamientos que era imposible sentir alguna empatía con él.


Al final todos esperaban quizás algún amor o fantasma carnal ajeno al grupo que satisficiera sus deseos y llenará los envases que creían tener en el fondo del corazón, debido a esto, es que el nombre de su grupo callejero les quedaba también y les gustaba tanto: “El club de los corazones solitarios”.


El de la idea del nombre había sido Lucky ya que sentía aprecio desde niño por The Beatles, los demás quizás no tanto por su juventud, pero el sentimiento que producía lo “solitario” les amoldaba perfecto a sus vidas.


Aquella noche del mes patrio del año dos mil seis, el club estaba presto a deleitar al público con tonadas de covers al puro “estilo ranchero”, aunque a veces soltaban una que otra balada de rock que de repente mezclaba con las letras de canciones más tradicionales con lo cual no quebraban el espíritu de la fiesta.


Ren de hecho se había agenciado un sombrero de charro, a Fercho y a Fito les había resultado divertido vestirse con unos pantalones de charro y botas, Tania llevaba su pelo agarrado por dos trenzas, y su vestimenta si bien moderna llevaba motivos tricolores. Lucky no abandono su vestimentas oscuras y Crazy Rose llevaba una falda de noche mexicana que remató con unos tenis rosas. Todo iba bien, eligieron tocar otra vez en la alameda central, y a pesar de que la celebración principal se llevaba a cabo en el Zócalo de la ciudad, en aquel lugar no les falto público y al público no le falto espectáculo. Toda la ciudad era una fiesta, las monedas abundaban y Tania recogiéndolas le pregunto a Ren:


— ¿Sabes dónde se encuentra nuestra más reciente estrella?— refiriéndose a un faltante Mauro.


—No lo sé güera, creo que nuestro más fiel representante de lo “solitario” iba a ir a una clase especial de música— respondió Ren sin perder el ritmo y mucho menos el carisma.






— ¿Clase especial de música, en día festivo? A mí me parece que solo evade su responsabilidad de recoger lo que nos da nuestro amado público.






—No se puede evadir a la vida ni las penas, me temo que nuestro amigo no se escapa de lo primero y no puede con lo segundo— contestó Ren, mientras acababan su interpretación.






— ¡Es un pinche huevón!— soltó un burlón Lucky, quién sonreía con un poco de su malicia de lobo.






—No digas eso amor, recuerda que tú escapas de vez en cuándo de algunos recuerdos que te atormentan— le dijo Rose para despejar las penumbras del pensamiento de Lucky.






— ¡Quizás me atormenten! Pero no me impiden ganarme la vida ni amarte a ti, En cambio ese puto sólo es un tipo llorón.


— ¡Cálmate Lucky! ¡Somos una familia, la única que tenemos, recuerda eso! Aun él, con su forma de ser es ya parte de nuestra familia—, le dijo Ren con su sonrisa de siempre, ésa que calmaba hasta al diablo.






Fercho que en ocasiones le había tocado partir el pan con Mauro, apoyo lo dicho por Ren, y Tania por primera vez lo apoyo, lo cual hizo que un celoso Fito se apresurará a apoyar también aquellas razones a favor de un Mauro que ni le “iba ni le venía” y al final ni se aparecía.


Lucky al último solo sonrió y expreso una disculpa por comportarse de esa forma tan maldita y sugirió seguir con la música pues el público se estaba retirando a ver a unos mimos y eso sí sería algo “terrible”.


Todos tomaron sus posiciones listos a sangrarle música a sus instrumentos, cuando la voz de Rose les advirtió de un ensangrentado Mauro quién a duras penas llegaba al lugar, acompañado de una muchachita de unos diecisiete años de cuerpo bello, pelo negro reluciente, ojos azules y una mirada de asustada que expresaba un temor hondo y profundo como abismo infernal.


Todos los buenos amigos del club se prestaron a la ayuda de la pareja de recién llegados, Fercho y Fito trataban de cargar a Mauro mientras le hacían mil preguntas, Ren y Lucky los quitaron y simplemente se dedicaron a llevarlo a una banca cercana. Por su parte Rose y Tania trataban de calmar a la chica que no salía de su cara de temor, la llevaron hasta la banca junto a Mauro y le preguntaron su nombre, la chica estaba ida y no respondió ni hizo seña alguna de querer hacerlo.


— ¡Se llama Denya! Sabe tocar violín... de la escuela a la que voy... ahora ya es parte del club...— un agotado Mauro les susurro antes de sumergirse en unas tinieblas que no le reconfortarían.






Noches después Mauro despertó, de inmediato quiso saber de la chica. Ren le informo que estaba más repuesta e incluso hablaba ya con Rose y Tania y un poco con los hombres del grupo. A veces se le veía triste pero al parecer se estaba recuperando. Ren quiso saber lo que había pasado esa noche pero no obtuvo gran respuesta de Mauro, solo le contesto algo ambiguo:


—Esa noche ella perdió una parte de su corazón, para su familia está muerta, ella está sola, ya es parte de nosotros, de mí, no necesitas saber más.






Ren dejo descansar a Mauro y Mauro soñó con Denya, algo le decía que ya no se sentiría solo, ya no sería una alma sola entre tanta gente.






Los días pasaron como gacelas y efectivamente Denya se repuso poco a poco, el hecho de saber tocar el violín ayudo en demasía a que ella se integrara al club, aportando mucho con su manera de acariciar tan bello instrumento, ya conversaba con los demás e incluso se le veía reír, las nubes de tristeza de su alma se disipaban como malos sueños, el cuento de la vida se narraba bien para ella...


¿Y para mauro? Para Mauro seguía igual, si bien Denya le hablaba, no era más que en forma amistosa como un amigo pero ni siquiera cercano. Mauro estaba deprimido aunque no permitía nunca que Denya lo llegara a vislumbrar en ese estado, para ella siempre estaba perfecto, pero para su soledad siempre se encontraba tan humano y tan cansado. En las noches de lluvia cuando no salía la banda a tocar, se acurrucaba como un niñito cerca de una ventana y observaba por horas y horas.






Fue en una de esas tantas noches, cuando estando contemplando por la ventana cómo los automóviles “navegaban” en las calles donde se desataba el diluvio, qué se le acerco Lucky, fumando ya su treceavo cigarrillo en el día, (pocos para él de hecho) y sonriendo como el lobo que era le pregunto a Mauro:






— ¿Solo todavía a pesar de la amiga?


— ¿Te importa?— contestó de forma seca Mauro.


—Ella realmente acabó siendo una excelente miembro de este club, es tan solitaria a su manera, tan solitaria como debe estar el mismo cielo o el paraíso, como le gustes llamar, con tanto pecador acá abajo es imposible que se encuentre alguien allá arriba, el lugar debe de estar abandonado. ¿Y ella? así está ella, tan abandonada y sola como nosotros, nunca hubiera sido una buena compañía para ti, un enfermo no puede sanar a otro enfermo.


— ¡Gracias por el comentario! ¿Te molesta si sigo observando como nadan los carros?— dijo un naufragado Mauro.






— ¡No para nada! Te dejo, ella es un buen “corazón solitario”, digna representante del nombre, al igual que tú, todos los somos, por eso estamos aquí en este circo musical.


— ¡Tú por lo menos tienes a Rose!


—Nadie tiene a nadie en esta vida, ni siquiera el buen Dios, si “nos tuviera nos haría ser mejores personas”, si ya sé, que el ser mejor es cuestión de cada uno, pero hay veces que parece que ni esa elección tenemos, por eso hay tantos infelices por ahí. Pero bueno me retiro… ¡Que tengas una buena noche!— dijo Lucky mientras apagaba la colilla de cigarro y se retiraba.






Mauro regreso a su vigilancia de ver nadar a los coches entre mares de lluvia de nubes envueltas con una oscuridad terrible, una oscuridad tan cruel casi como la de su corazón.


Suspirando por amores solitarios, dignos de clubes, solitarios como los locos y los desamparados. Quizás al final, sonrió por unos segundos, por fin en ese estado, en ésa miseria de alma oscura y profunda, él había conseguido por fin una digna membresía en aquel club de los corazones solitarios.






22/09/09 ®

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