lunes, 29 de junio de 2009

Ansiedad 1ra parte



ANSIEDAD

(1)

Es la medianoche lo sé, lo siento en los huesos. Desperté hace tres horas pero el sopor en el que estaba envuelto cubría mi cuerpo y no sentía la menor gana de empezar a movilizarme, me conformaba con escuchar los sonidos de la noche, los cuáles me llegaban de todas partes, al oírlos mi mente se llenaba de viejas sensaciones de recuerdos dulces. Afuera lloviznaba y observe a las sombras de aquella habitación retroceder ante el fulgor de los relámpagos y después venia el estruendo terrible que era la voz quejumbrosa de los rayos y de la noche que emergían de las nubes borrascosas. Desde afuera llegaban a mí, los pasos apresurados de la gente para guarecerse de las gotas de lluvia que los fusilaban sin piedad desde los oscuros cielos.

Y escuché y me deleité con esas sinfonías nocturnas de la ciudad, mi mente siguió inundándose de recuerdos lejanos, recordé que en otros días yo también había emprendido carreras para refugiarme de lloviznas similares y quizás «me imagino» las habré disfrutado un poco más con una buena compañía femenina que con seguridad me regalaba un beso bajo la refrescante lluvia.

Lluvias perfectas, pretextos húmedos para abrazar y cobijar un cuerpo de mujer, bebiendo las gotas del cielo mezcladas con el sabor de unos labios que de sobremanera excitan. Algunas otras noches esas lluvias habrán acompañado mis depresiones ¿y por qué no? También lavado mis culpas, con esa bendita llovizna se refrescaban las nostalgias, mis recuerdos eran de nuevo digeribles, eran tan cercanos otra vez.

Pero también “algo”, una sombra en la textura de los recuerdos en mi memoria me recordó a lo añejo, al olor y textura de los documentos y libros olvidados en las bibliotecas “oxidándose” con el paso del tiempo, como aquellos papiros guardados en un antiguo y milenario baúl que acababan amarillentos y quebradizos.

Tanta contradicción en la remembranza me confundía un poco y fue precisamente esa sensación a oxido en el olvido traspapelado lo que me empezó a provocar unas terribles ganas de escapar del lecho que resguardaba mis sueños, mi ser sintió el ímpetu de una fuerza arrolladora que me impulsaba, que me ordenaba salir y disfrutar de la noche, «las camas son para los enfermos, para los sueños, para el descanso, para un poco de amor carnal» pensé, pero en ese instante no deseaba casi nada de lo anterior. Mi deseo era ser una entidad libre bajo aquella llovizna bendita, las ganas aumentaban tanto, y si mi cuerpo hubiera estado constituido de materia etérea, para ese momento ya habría traspasado mi habitación y en un segundo mi alma acariciaría el firmamento, pero no era así, a pesar del tremendo deseo de abandonar mi lecho, en mi cuerpo, mis músculos no obedecían en nada a la orden dada por mis pensamientos y por esta razón poco a poco otra sensación se fue apoderando de mi corazón; era el miedo, el terror, el darme cuenta de que estaba atrapado en mi lecho y la libertad me había sido negada.

Mi desesperación no aminoro, estoy seguro que paso casi una hora, en la cual mis músculos empezaban a cooperar lentamente pero esto no quitaba la maldita ansiedad de sentirme sumergido en ese lecho maldito.

Me cansé, tenía que hacer algo y ese "algo" fue en solución arrastrar mi persona hasta alcanzar el frio piso con un golpe nada bueno, pero ese gélido abrazo me activo un poco más mis viejos miembros y después de varios humillantes intentos, me pude incorporar en una postura ridícula pero al final satisfactoria para poder empezar a gatear y después de varios intentos más fui capaz de caminar lentamente.

Afuera la lluvia disminuida pero constante, me animaba a unirme a la noche, en una ventana cercana una mariposa negra se posó, al verla le sonreí y le proferí unas palabras: — ¡Ya mi amiga, ya pronto! Soy un ridículo gusano que se arrastra y lucha para salir del capullo y volar libre, como tú y ya casi lo he logrado.



Eran las tres de la madrugada, la lluvia desbordándose sobre mi ser, me empapaba y recorría mi persona como una amante con experiencia. Esas gotas deliciosas se deslizaban por mi cara bajando por doquier, besaban mi cuerpo, me reanimaban, me daban fuerzas; y las demostré corriendo y chapoteando por aquí y por allá. Las luces artificiales de la ciudad fueron las únicas que atestiguaron mi alegría y mi danza frenética rodeado con el perfume fresco de la noche, excitado por la lluvia envolvía las calles de aquella ciudad.

Las calles por las cuáles deambulé observando todo, conociendo todo como si fuera la primera vez, me daban la mejor bienvenida, y camine por plazas, me entretuve en fuentes y jardines, todo era renovado por la lluvia, las farolas, los jardines, ¡todo! ¡Todos habíamos renacido y acabamos por ser bautizados de nuevo por aquella bendita lluvia!

Como era de esperarse a esas horas no me topé con algún ser vivo con el cuál intercambiar palabra; de lejos en algunos lugares observe a gente sin hogar, almas desventuradas guareciéndose debajo de un puente o bajo las cornisas de algún establecimiento, no intente comunicarme con ellos, estaban tratando de escapar del frío cobijados con cualquier cosa que les brindará un poco de calor, aún con el riesgo de acabar abrazados para siempre por la muerte.

Y la muerte no era algo ajeno a mí, la muerte era ese sentimiento que temía y tenía tan solo de pensar en regresar de nuevo al lecho, pero era necesario e innegable el tener que regresar al descanso, era necesario para tener fuerzas para otro día y otra noche, era necesario pero no deseado, pues el sólo recordar ese amargo lecho, me hacía cuestionar si me permitiría la vida el volver a levantarme de nuevo para volver a cenar con ella otra noche para degustar sus exquisitas viandas, su embriagante tacto. Era la noche la droga que me llevaba de la mano para enajenarme con todos los placeres de la ciudad y de la humanidad.



Sabía que no podría esperar mucho para volver a despertar, la intensidad del deseo de volver a caminar por esas calles era inmenso, quizás en mi siguiente escapada encontraría con quién hacer tertulia y hacer trueque de vivencias, eran tantas las ganas, mi sueño debía ser efímero y el tiempo debería diluirse tan pronto como lo hizo mi inocencia.



— ¡No puedo esperar más….!




2 comentarios:

  1. Noche, lluvia, andar por las calles, qué ansias por hacerlo! Espero que esta noche llueva y que los truenos me despierten para poder contemplar los rayos por mi ventana y entonces salir, mojarme, andar por algún camellón bajo las luces de los faroles...qué ansias!

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  2. Por cierto, genial la "Nuit étoilée" es mi favorita de Vincent...

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