sábado, 13 de junio de 2009

Las virtudes de olvidar.

Hace mucho que aprendí a olvidar, hace mucho que dejé de soñar, tengo recuerdos dispersos de días perdidos hace ya muchas lunas, hace ya muchos soles.
 Vienen y van las horas en la memoria que se a vuelto traidora y selectiva, a veces me llega el olor de los recuerdos y veo colores del pasado mezclados con nostalgia y añoranza, extraño las noches mágicas bajo el resplandor de la luna o bajo las luces amarillentas de las farolas que derrotaban un poco a la oscuridad, extraño deambular por esas calles antiguas y más aun extraño lo que fui un día hace ya tantos recuerdos, recuerdos que pierdo cada día, me los devora el olvido, a veces se atraganta de ellos y me deja solo los retazos.
 Debo confesar que yo, muchas veces yo, he tenido la culpa ya que al ser asaltado por el olvido, no he prestado batalla alguna contra éste saqueador, he permanecido estoico y resignado, deje que se llevara partes de mi alma por pura conveniencia, era mejor esto a lidiar con recuerdos que infringían dolor, me he refugiado en el olvido, le he pedido que me acepté en su morada, a la vez que mi ser naufragaba en el mar de tinieblas que envolvía la memoria de los que me amaron, de los que compartieron conmigo, de los que me siguieron, de los que rezaron por mi.

Al final la virtud del olvido me convenció tanto como para embriagarme con ella y dejar de lado todo lo que forjaba mi ser; al final tuve que ser reconstruido y transmutado en un nuevo ser, sin la bondad que algún día permeó mi voluntad, en futuras remembranzas de mi violada memoria, quizás los recuerdos me parezcan tan ajenos como los sueños que ya no llenan mis noches de un descanso, un descanso parecido al de los olvidados.

Salvador Méndez Zarza El bohemio (R)




2 comentarios:

  1. Me gusto tu trabajo, en especial éste de "las virtudes de olvidar"; me recordo -vaya que no me ha dominado por completo ese maldito olvido- ese paso a la falsa madurez que tienes que dar - o que das, o supones dar, o fínges dar- cuando te lo solicita la sociedad. Cuando pienso en mi conformidad con la vida y el orden de las cosas, no hago otra cosa que darme asco.

    Como señala Sallinger de Stekel, en el "Guardian entre el Centeno"
    "La diferencia entre un hombre maduro y un inmeduro es que el inmaduro quiere morir humildamente por una causa, mientras que el hombre maduro quiero vivir aunque sea humildemente por una"

    Afortunadamente no soy un tipo muy maduro. Saludos y si quieres saber que paso con la chica y los Yeah yeah yeahs vivita mi blog; el 23 de junio viene la continuación.

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  2. Las virtudes de olvidar en definitiva me lleva a los "infortunios de la virtud" del Marquéz de Sade y es qué al ver el olvido como virtud sólo puedo pensar en los infortunios que acarrea ese hecho consigo.

    Cielos, trato de luchar con eso. Genial, me pones a pensar...!

    Saludos!!!!

    Atte. Yaz

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