martes, 18 de enero de 2011

Humo diablo

Me fumo uno y aunque lo hago mal, me pongo en pose de gran gentleman inglés o quizás francés, pero en honor a la verdad ni a galancete de película barata llego; Ahora me fumo otro y a pesar de que a veces el humo casi me ahoga, me siento y me hago “el muy importante”, para cuando en media hora –o menos- encienda el tercero de seguro me veré y sentiré más intelectual, el cuarto cigarrillo me llena pero me hace suspirar por el siguiente, el quinto cigarrillo, ya acompañado con un café negro me calibra como un hombre exitoso, de negocios quizá checando las finanzas, las variables las influencias de las economías asiáticas las economías europeas. -¡Bah! Que importa-. En media hora o menos buscaré de nuevo la cajetilla y daré honores de fuego olímpico a una nueva tea de alquitrán, podría seguir fumando todo lo que resta de la tarde, observando un bello ocaso de metal, (porque los edificios me impiden ver plenamente el horizonte, cualquier horizonte). Podría fumar de noche, toda la noche, añadiendo otras efímeras estrellas grises a la bóveda opaca de miles de estrellas particulares de smog.
Me encantaría amanecer fumando mientras pinto un bello cuadro de cenizas, mientras las esparzo, podría invertir todo mi tiempo en fumar, apostaría hasta mi muerte (y fácilmente ganaría) por fumar hasta antes de dar un beso, un beso de humo, sería un beso muy intoxicante, así me mareara el cigarro, por si no me puede marear más el amor.
Al final me gustaría ser quemado entre miles de cigarrillos por la santa inquisición de la salud, a mitad de una plaza pública, así me consumiría lentamente, si me mata lentamente el cigarro poco a poco mejor que me fume Dios en solo tres toques o de una sola vez. Pero  lo más seguro es que me fumará y deleitará un vicioso diablo.

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